NOTAS DE LECTURA (XXXIII)
Técnica literaria, tiempo y Thackeray
La elección de la persona narrativa es apenas un ángulo desde donde desplegar el relato. Mucho más importante es decidir el lapso de tiempo en el que se contará la historia
Gonzalo Torné 14/01/2024
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La elección de la persona. Estoy bastante convencido de que las técnicas literarias (pese a lo mucho que se barajan en talleres, cursos y reseñas) son bastante irrelevantes a la hora de escribir una novela. Desde luego hay notables diferencias de tono entre escribir en primera o en tercera persona (no digamos ya en segunda) pero no llenan demasiado la página, apenas dicen nada de lo que el libro propone. Me explico (¡espero!): así como un zoom llena por completo la pantalla, condicionando por completo lo que estamos viendo, la elección de la persona narrativa es apenas un ángulo desde donde desplegar el relato. El caso es que se trata de una elección inevitable (y un tanto rutinaria) que abre una dirección, o una perspectiva, por donde transcurrirá la inventiva, la pereza, la audacia, el convencionalismo, la inteligencia o la tontería del escritor. Una elección, insisto, necesaria, pero para nada decisiva. Algo parecido sucede con la pintura, desde luego una gama de grises evoca “coloraciones anímicas” muy distintas que el rosa chicle, pero más significativo es si la maneja Van Dyck o un novel de edad avanzada.
La elección del tiempo. Mucho más importante que la dichosa elección de la persona me parece decidir el lapso de tiempo en el que se contará la historia. Aunque la elección también es hasta cierto punto “necesaria”, la gama es tan elástica que casi podemos defender que cada novela inventa (o descubre) un transcurrir del tiempo para su narración. Bueno, siempre que se lo proponga. Tenemos desde la narración que parece ajustar el tiempo de lectura al tiempo del relato (sumergiéndonos en una especie de presente) hasta la que se despliega por los siglos y generaciones. Pero aquí lo importante no es solo la “duración” del tiempo, quizás sea más decisiva la relación entre lo narrado y sus elipsis en el marco de tiempo elegido. No es lo mismo narrar cien años en mil páginas que cincuenta en cuatro o cinco páginas. Los tiempos, además, pueden variar dentro de la misma novela según el capítulo (como sucede con frecuencia en Virginia Woolf) o según sobre el personaje que se aplique (como le pasa a Tolstoi con sus dos matrimonios en Ana Karenina, que no logra sincronizar, o decide no hacerlo).
El caso Thackeray. Un ejemplo muy original (y único) del manejo del tiempo lo he encontrado en La feria de las vanidades de Thackeray, que él mismo calificó de “novela sin héroe”. Y aunque Thackeray arranca acompasando el tiempo del relato a la salida de la escuela de sus dos protagonistas femeninas, como dando a entender que seguiremos sus vidas (a lo que contribuye un primer enredo de boda dentro de unas coordenadas temporales y de costumbres propias de Austen), lo cierto es que enseguida amplía el foco para incluir a más personajes, a los que abandona y retoma en amplias perspectivas de tiempo, de manera que los vincula y los aleja en una red social. Alternando narraciones más acompasadas al desarrollo de los hechos (escenas convencionales, más teatrales) y rápidos desarrollos que funcionan como emblemas de una situación: los personajes pasan por situaciones cambiantes, y nunca son exactamente los mismos ni del todo diferentes, adaptando su carácter a la edad, la situación y los intereses. Thackeray consigue así dos cosas bastante insólitas y ciertas: apreciar que estados que parecerían “definitivos” en novelas que se centran en una década o dos de vida de los personajes son estados transitorios; y constatar que, a diferencia de lo que sugieren las novelas centradas en un solo protagonista, las vidas avanzan como resultado de un juego de intereses cruzados que solo puede contemplarse a cierta distancia temporal. Sin la adscripción de una persona narrativa no existiría La feria de las vanidades (y claro que agradecemos a Thackeray que esquivase la catástrofe de escribirla en segunda), pero la compleja indagación sobre la vida depende enteramente de su despliegue temporal.
La elección de la persona. Estoy bastante convencido de que las técnicas literarias (pese a lo mucho que se barajan en talleres, cursos y reseñas) son bastante irrelevantes a la hora de escribir una novela. Desde luego hay notables diferencias de tono entre escribir en primera o en tercera...
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Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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