NOTAS DE LECTURA (XXXI)
Visionarios y prehistóricos
El viejo tiempo lector quizás apenas se conserva dentro del libro como en una cápsula, pero solo si es el mismo ejemplar y llegamos a anotarlo, marcarlo y subrayarlo
Gonzalo Torné 30/10/2023
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Anticipación. Suele decirse que la experiencia es un grado. Pero la experiencia se alcanza con la edad y la edad para según qué tiene mucho de carga. Conocemos muy pocos deportistas de más de cincuenta años que puedan seguir compitiendo, como si la experiencia no fuese capaz de compensar la pérdida de reflejos y vigor. ¿Qué sucede con la escritura de ficción? Uno podría pensar que es un arte para viejos, que la experiencia es lo que nutre las novelas, pero pese al creciente prestigio del testimonio y la confianza (casi un descanso) que el lector parece sentir ante lo que se “basa en hechos reales” tenemos ejemplos a capazos que desdibujan esta afirmación. ¿No parecían saberlo todo sobre el mundo Mann o Joyce a edades muy tempranas? ¿No fueron más lúcidos Faulkner o Hemigway al principio de sus carreras que al final? ¿Cómo diablos habían llegado a saber lo que ni conocían ni habían experimentado? Una vía de respuesta sería decir que lo habían leído, pero creo que es insuficiente. Quizás una explicación más sugestiva pase por reconocer que la experiencia (o si se prefiere: la memoria) es una facultad, decisiva, pero secundaria en la escritura de novelas. Mucho más importante parece la imaginación proyectada hacia el futuro (un futuro no de ciencia-ficción, ni siquiera histórico), la intuición de lo que dará de sí el avance de la edad. Los escritores jóvenes (me refiero a los que eluden los lodazales del costumbrismo generacional) se ven arrastrados por la urgencia de adelantar las experiencias futuras, concentrando así mejor sus facultades. O por decirlo en llano: el hambre les agudiza el ingenio. El resultado es una literatura más receptiva y sensible que la de tantos escritores veteranos que cuentan su experiencia, una ventaja erosionada por la obligación de negociar con las culpas, las justificaciones, los remordimientos y los autoengaños... lastres de los que está limpia la mirada del escritor que todavía no ha cumplido los treinta. El ojo maduro lo ha visto ya todo y está atado a un arte del recuento, el ojo del joven solo intuye entre las sombras y se obliga a un arte visionario.
La experiencia es una facultad decisiva, pero secundaria en la escritura de novelas
Queda para otra ocasión el enigmático fenómeno de los novelistas que a una avanzada edad siguen escribiendo como exploradores.
Prehistoria de la lectura. Aunque a menudo se habla de la “aventura de leer” creo que casi siempre quien lo dice se refiere a una “aventura” exterior, a sentir o a experimentar con el libro, a participar en la ficción como una conciencia entre las palabras o identificado con algún personaje. Y quizás al expresarlo solo en este sentido nos desentendemos de la “aventura” interior de convertirse uno mismo en lector, de avanzar en la lectura, que tiene más de progreso gradual que de sobresaltos aventureros. Quizás con los años la lectura se ve como algo natural o quizás desde siempre ha sido una vertiente entre otras del ocio. Pero para algunos (sospecho que para muchos) tuvo algo de decisión y de empresa (aunque fuese modesta e íntima), y también de conquista del tiempo, los espacio, el silencio y los recursos. Me pregunto para cuántos de los que lean este artículo la lectura no fue tanto una vía de entretenimiento como un proyecto deliberado de saciar la curiosidad por las distintas clases, regiones, generaciones, matices del sentimiento, pensamientos y edades del mundo inmenso donde vivimos y las sociedades que lo pueblan. La lectura se refleja entonces en la memoria como un proceso gradual y lento de asimilación de autores, géneros y siglos, de estilos y puntos de vista. Aunque lo cierto es que, al menos en mi caso, y tengo buena memoria, se han ido borrando los pormenores y los avances de ese progreso, aunque quede cierta memoria de las estaciones más importantes. Supongo que uno puede mirar su biblioteca, si la tiene o la ha podido conservar, pero sospecho que es muy difícil no mirar los libros con los ojos del ahora. El viejo tiempo lector quizás apenas se conserva dentro del libro como en una cápsula, pero solo si es el mismo ejemplar y llegamos a anotarlo, marcarlo, subrayarlo, o a envolver en círculo de lápiz palabras desconocidas para buscarlas después. Solo esos trazos pueden remitirnos a nuestra prehistoria lectora, a lo que nos interesaba entonces, a las dudas, entusiasmos y miedos. ¿Cuánto tiempo nos dejarán leer? ¿Qué papel desempeñará la lectura en nuestra vida? ¿Cuánto tiempo vamos a perseverar y de qué servirá y a dónde llegaremos?
Anticipación. Suele decirse que la experiencia es un grado. Pero la experiencia se alcanza con la edad y la edad para según qué tiene mucho de carga. Conocemos muy pocos deportistas de más de cincuenta años que puedan seguir compitiendo, como si la experiencia no fuese capaz de compensar la...
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Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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