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En la segunda mitad del siglo XIX, Emile Rivière descubrió, en la cueva Caviglione –una de las cuevas del complejo de grutas de Balzi Rossi, en la Liguria–, el esqueleto de un Homo sapiens prehistórico, extraordinariamente antiguo, en postura fetal y con un tocado extraño en la cabeza, una suerte de casquete elaborado insertando en una especie de red conchas de caracoles. Se consideró que se trataba de un rey –el sombrero, de elaboración muy costosa y difícil, debía de ser, sin duda, algo muy particular, un símbolo de poder, el equivalente a una corona–. La primera hipótesis sobre el descubrimiento consistió en suponer que el rey primitivo, y por lo tanto torpe, se quedó dormido en una cueva de techo precario, que, en breve, se desplomaría sobre él, enterrándolo por miles de años, más de 30.000. Unas décadas después se descartó que ese sapiens se quedara dormido hasta morir por su ausencia de cálculo, al descubrirse que, en efecto, los sapiens –y antes de esa especie, otras, incluso mucho más arcaicas–, tenían ritos funerarios, así como, por lo tanto, religiones profundas y elaboradas. Que el hombre primitivo era, fascinantemente, poco primitivo, sino complejo y próximo, en su lejanía, más iguales a nosotros de lo previsto. Unas décadas después, una paleoantropóloga, que había observado cientos de veces ese esqueleto, cayó en que no pertenecía a ningún rey sino que, en todo caso, pertenecería a una reina, pues el esqueleto poseía una pelvis femenina. En un tiempo de lucha por la igualdad se supo, pues, que la igualdad, la posibilidad de ser enterrado con honor –con una corona, incluso–, independientemente de ser hombre o mujer, era una práctica lejana. Mucho más que la desigualdad, que era, simplemente, un invento más reciente. En breve, la posibilidad del análisis del ADN confirmó el hecho de que el esqueleto era, en verdad, femenino. Pero el análisis del ADN confirmó aún más cosas. Esa mujer sapiens había tenido, en vida, los ojos claros, y la piel negra, africana, propia de nuestro punto de procedencia, de nuestro hogar, el origen de todos los sapiens. El esqueleto, en fin, no solo hablaba de igualdad entre hombres y mujeres, sino de una igualdad suprema y anterior y absoluta: la igualdad entre los humanos, así como del carácter anecdótico de la piel y los rasgos. También se supo que el extraño gorro no era una corona. No era un objeto único y singular, sino su contrario: una construcción colectiva e igualitaria. Se trataba de una seña cotidiana de la cultura Gravetiense –abarcó desde Ucrania hasta la Península Ibérica–, tal vez la primera gran cultura europea de los sapiens, de los africanos. Se caracterizaba por elementos materiales, como la escultura de las llamadas venus paleolíticas, o como la confección y el uso generalizado de esa especie de sombrero, elaborado con caracoles, dientes u otros materiales, según la zona.
Conforme nos vayamos adentrando en el tiempo, ese viaje obligado y sin retorno, el esqueleto de Balzi Rossi nos irá explicando más cosas, que hoy desconocemos, al punto que ni siquiera tienen nombre, como no lo tuvo la igualdad en el siglo XIX. En todo caso, el rey primitivo, obtuso, dormido, sepultado por un accidente y descubierto en el XIX, nunca existió, en lo que es un indicio de que todo lo que precisa una interpretación nunca ha existido. Es decir, todo. El pasado, el futuro, solo son proyecciones del presente, esa brutalidad, que el pasado y el futuro nunca confirman. Nunca fueron imaginadas, nunca serán sospechadas.
En la segunda mitad del siglo XIX, Emile Rivière descubrió, en la cueva Caviglione –una de las cuevas del complejo de grutas de Balzi Rossi, en la Liguria–, el esqueleto de un Homo sapiens prehistórico, extraordinariamente antiguo, en postura fetal y con un tocado extraño en la cabeza, una...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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