MÓNICA LÓPEZ / ACTRIZ
“Las plataformas nos dan de comer, pero privatizan la televisión”
Francisco Pastor 25/02/2024
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A Mónica López (Las Palmas de Gran Canaria, 1969) no le gusta hablar de sí misma. Si le preguntan por su trabajo en el cine o por las etapas de su carrera, responderá que apenas piensa en ello. “A mí me encanta actuar en el teatro, irme de cañas con mis compañeros y comentar cómo ha ido la obra esa noche. Nada más. Siempre he creído que los actores debemos ser anónimos. Me abruma que alguien pueda estar pendiente de mi próximo trabajo, de cómo me irá mañana. La nominación al Goya por En la ciudad (2003) fue de las peores épocas de mi vida”, apunta la intérprete. Otra cosa es hablar del Gobierno, los movimientos sociales y el mundo que nos rodea. Entonces, López no calla. Opina con pasión, mueve las manos y proyecta la voz como si estuviera en la tarima. Durante un mes, ha colgado el cartel de entradas agotadas en el Teatro Español, y con una obra muy política. Carmen, nada de nadie cuenta la vida de Díez de Rivera. En especial, el empeño de esta aristócrata y estadista por legalizar el PCE tras la dictadura.
La obra maneja una hipótesis muy aventurada: que el presidente Suárez vivía inmóvil, atemorizado frente a la agitación política de los 70. Que no se atrevía a dar pasos en ninguna dirección. Y que fue Díez de Rivera, su jefa de gabinete, quien logró que España echara a andar. A veces, chocaban de frente el uno contra la otra, hasta que los gritos traspasaban las paredes. Si esto no funcionaba, Carmen buscaba otro camino. Se dejó ver en actos públicos con Santiago Carrillo cuando el PCE aún era una formación ilegal. Invitó a la cúpula del partido al despacho de Suárez, aprovechando que este anduviera en el Consejo de Ministros. Los mayordomos de la Moncloa se negaron a “servir café a los comunistas”. Todo ello figura en los libros con los que López preparó el personaje, y así lo refleja la obra que protagoniza. “La democracia es el sueño de la gente humilde. Legalización y amnistía”, menciona la actriz durante la función. Son palabras que, como cuenta, le provoca placer pronunciar en el llamado Madrid de Ayuso. Ella, que habitualmente vive en Barcelona, ha pasado meses en la capital, preparando este montaje que ahora llevará de gira por toda España.
Nos han ganado la guerra de la desinformación y el consumo. Hay quienes celebran que no quepamos por la calle de tanto turismo
Hay más partes del texto que se han vuelto de una actualidad repentina. “¡La extrema derecha campa a sus anchas!”, lamentan los personajes de la obra. Y López piensa en los tumultos por la calle de Ferraz. También, en cómo Vox ha logrado seducir a parte de la clase trabajadora: “Nos han ganado la guerra de la desinformación y el consumo. Hay quienes celebran que no quepamos por la calle de tanto turismo. Podemos pedir que nos recoja un coche y que nos traigan comida a casa, pero el resto lo damos por perdido. En la Transición, creíamos que las cosas podían cambiar radicalmente. Esa ilusión se perdió poco después”. Entre las butacas, muchos espectadores peinan canas y alguno lleva bastón. Hay quienes cantan La internacional durante algunos segundos, cuando esta suena.
“En los 70 fue todo improvisado y valiente, y no sé si hoy sabríamos hacerlo mejor. Pero los dirigentes de entonces perdieron su credibilidad cuando se aferraron al poder”, comenta la actriz. En una escena, Díez de Rivera reclama al presidente que, una vez afianzada la democracia, tanto él como ella desaparezcan de la vida pública. Que se queden en la Moncloa hasta convocar las primeras elecciones y no se presenten a ellas. Así estaba previsto, también en la historia real, sostiene López. Pero Suárez despidió a su jefa de gabinete a los pocos días de legalizarse el PCE. Al Gobierno, que para entonces había dado sobradas muestras de apertura, ya no le hacían falta los aires de modernidad que Carmen aportaba a la Moncloa. “Después, Suárez consiguió ser el primer presidente de la España democrática. Un aeropuerto lleva su nombre, pero de ella no se acuerda nadie”, suspira la intérprete.
Para Rapa insistían en buscar alguna cara joven, guapa y con muchos seguidores en las redes. Me salvó actuar junto a Javier Cámara
Ese anonimato no parece rondar a López, al menos últimamente. Además de trabajar desde hace años con Rodrigo Sorogoyen, su papel protagonista en las tres temporadas de Rapa le ha valido un premio Forqué. A propósito de esta serie, y en un giro que recuerda a la España del pasado, la actriz revela: “Porque tengo una edad, la cadena no quería darme el papel. Insistían en buscar alguna cara joven, guapa y con muchos seguidores en las redes sociales. Los directores y la productora lucharon por convencerlos de lo contrario. Me salvó actuar junto a Javier Cámara, que ya era un actor conocido; podían abrir la mano con el resto del reparto. Ellos añoraban la fórmula de siempre: chica delgadita y veinteañera, tío adulto y con barriga”. Cuando ella misma empezó a actuar, según cuenta, la buscaban para el rol de dama. Ahora le plantean interpretar a mujeres fuertes, como Carmen Laforet o Victoria Kent, a la que ya encarnó en un largometraje rodado en el mismo Congreso de los Diputados.
De nuevo, López prefiere no hablar de sí misma, así que vuelve a opinar hacia fuera: “Los actores estamos muy contentos con las plataformas porque nos dan de comer, pero estas privatizan la televisión. Pagamos para ser esclavos de Netflix”. Mantener la entrevista en la cafetería de un hotel, icono de ese turismo que carcome Madrid, le inquieta. “¿Cómo es que no quedamos en Lavapiés? Hasta esas decisiones son política. Igual que no pago en negro al electricista, o me niego a contratar un seguro de salud privado”, clama. También le aburre la Catalunya del procés: “Barcelona siempre fue una ciudad burguesa, pero no tanto. Antes se abría hacia Europa y el resto del mundo. Ahora solo se mira el ombligo. Toda la producción cultural es publicidad por la independencia”. Al pensar en alguna excepción a la norma, menciona Les amistats perilloses del Teatre Lliure, en la que López tuvo el papel protagonista. Otro milagro, asegura.
Barcelona solo se mira el ombligo. Toda la producción cultural es publicidad por la independencia
También le gusta interpretar a Chéjov. Cuenta que su conciencia política, más que en casa, cuando veía a sus padres brindar con cautela por la creciente democracia, se disparó estudiando teatro. Nunca olvidará actuar en el madrileño Matadero, hace ya décadas, declamando a Bertolt Brecht: “Procuro trabajar con directores diferentes. En este oficio es fácil casarse y cuesta ir por libre. Yo puedo porque tengo algunos ahorros y me permito elegir mis trabajos”. Díez de Rivera, según cuenta, también esquivó atarse a unas siglas. Apoyar a Suárez, o participar más tarde en las candidaturas del Partido Socialista, jamás aplacó su afinidad por Carrillo y la Pasionaria. A esta última, Carmen le dedicó uno de sus trabajos para clase mientras estudiaba ciencias políticas. Y alguno de los espectadores llora, y da la razón al texto, cuando López sentencia sobre las tablas: “La legalización del PCE será también el principio de su declive. Los comunistas nunca tocarán el poder”.
Son ideas que la actriz sostiene fuera de la ficción, por mucho que Alberto Garzón llegara a ministro o Yolanda Díaz, a vicepresidenta: “A mí me duele declamar esas palabras desde el escenario, porque son verdad. No creo que todos los políticos sean iguales, para nada. Ahora, aunque alguno quisiera cambiar las cosas, no le dejarían”. Hay momentos en los que correspondía ceder, como cedió Carrillo en aquellos años, recuerda López con una admiración sincera. Y hay cosas en las que prefiere no hacerlo: “¿No está ganando millones la banca? Pues toda esa gente, a la cárcel”. Esto último lo reflexiona de tú a tú, por el día y lejos del teatro. Pero no cuesta imaginar al público de su obra levantándose para aplaudirla. Así ha ocurrido, frente a una platea llena y en el barrio de las Letras, seis noches por semana.
A Mónica López (Las Palmas de Gran Canaria, 1969) no le gusta hablar de sí misma. Si le preguntan por su trabajo en el cine o por las etapas de su carrera, responderá que apenas piensa en ello. “A mí me encanta actuar en el teatro, irme de cañas con mis compañeros y comentar cómo ha ido la obra esa noche. Nada...
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Francisco Pastor
Publiqué un libro muy, muy aburrido. En la ficción escribí para el 'Crónica' y soñé con Mulholland Drive.
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