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Tras la debacle de las elecciones gallegas reina el silencio en la Nueva Política. Ni una sola asunción de responsabilidades. Ni un solo peso pesado junto a Marta Lois en la foto de la noche electoral. Al día siguiente, Galiza de vuelta al olvido hasta que sea preciso improvisar de nuevo candidaturas y campañas. El partido político, una vez más, reducido a maquinaria electoral. Por descontado, no han faltado las falsas promesas de implicación en “la construcción de un proyecto con arraigo en el territorio”. Territorio, se dice. Pero solo aparece un receptáculo vacío y pasivo de lo que acaece y se decide en la Villa y Corte. En el Estado unitario descentralizado, el “centro” deviene un no-lugar, una suerte de agujero negro de la política.
Lo que un día pudo funcionar en Podemos (un candidato con un reducido equipo emitiendo su mensaje desde un punto de escisión popular con el régimen) no aparece ahora por ningún lado. La magia del liderazgo populista se ha desvanecido y los tiempos del príncipe catódico han pasado. El cartel electoral, convertido en decisor único dentro de un escenario dinámico y de contingencia permanente, no erige un proyecto de por sí. Ahí fallaron el pronóstico quienes hace un par de años apostaban a Díaz como figura providencial, por más que insistan. La agencia de la democratización, aquella que un día impulsó el surgimiento de nuevas fuerzas políticas, brilla por su ausencia: ¿dónde queda el desbordamiento de los círculos que hicieron despegar a Podemos?, ¿dónde las asambleas municipalistas que conquistaron las “ciudades del cambio”?
Mal conjuro este de factura centralista con el que fue pergeñada la campaña gallega. Y peor aún cuando, además, se las ha tenido que ver con el experimentado meigalho del BNG (fuerza cuasi monopolista del único nacionalismo exclusivamente de izquierdas). He ahí, condensado en el 18F, los efectos directos del viejo hábito de tomar al pueblo gallego por tonto y a Galiza por una nación de tercera: el BNG ascendido a segunda fuerza nacionalista con más apoyo electoral en su propio país, solo por detrás del PNV. Jugada redonda la de Sumar y Podemos, a la vista está. Debe ser por eso por lo que insisten de cara a las elecciones vascas y europeas.
El bucle eurocomunista
Pasada la resaca, vuelta a lo de siempre: las intrigas palaciegas. Hace unos días saltaba a los medios la disputa entre Más Madrid y Sumar por la injerencia de la segunda en el ámbito territorial de la comunidad autónoma. Mientras la militancia de Más Madrid asistía perpleja a la tentativa de Sumar por formar una organización paralela, las voces autorizadas de Sumar aseguraban –con esa impostada candidez marca de la casa– que su única intención era “ampliar la base” y reincorporar así a quienes quedaron atrás pero que ahora rebosan de ilusión por incorporarse a... Sumar. En fin, nada como una buena bronca en la “izquierda de la izquierda” para ilusionar a la ciudadanía.
Pero al tiempo que esto sucedía en Madrid, en Barcelona Candela López, de Comuns, exponía en rueda de prensa el acuerdo bilateral alcanzado con Sumar. Su argumentario fue un discurrir por los lugares comunes que el partido de Colau se ha forjado estos años como seña de identidad: “La preservació del nostre espai propi”, “la nostra soberanía com a espai propi a Catalunya”, “aconseguim ser el referent de Sumar a Catalunya”, “amb aquesta excepcionalitat catalana”, etc. Pero llegado el momento y sin el menor sonrojo, era recordada la genealogía PCE/PSUC e IU/ICV, base de la actualización por venir con Sumar/Comuns.
En rigor no es nada nuevo: ya en su día la intelectualidad orgánica de Comuns había acudido a la idea de llegar a ser un “PSUC 2.0” mientras decía constituirse como un “nuevo sujeto político” (en alusión a la creación de Catalunya en Comú). He ahí, blanco sobre negro, el modelo territorial propuesto: un calco de los predecesores a los que tan bien iba antes de Podemos. El apotegma de Lampedusa realizado en clave autonómica: a veces es preciso que el nombre cambie para que una misma articulación territorial permanezca.
Más Madrid se ha convertido en el principal obstáculo a la restauración del modelo histórico del PCE/PSUC e IU/ICV
En concreto, el “acuerdo bilateral” con Sumar supone que Comuns se integra en la dirección única del partido de Yolanda Díaz. Se formaliza de jure así aquello que ya era de facto: la participación de Comuns en los grupos ejecutivo y coordinador de Sumar a partir de esos mismos órganos aún provisionales. Gran noticia nombrar aquello que ya era. Pero quizá no era ese el sentido de la rueda de prensa, sino preservar en exclusiva la asimetría catalana. Ya de paso y con la boca pequeña, este mero nombrar se efectuaba reivindicando el éxito de subsumir la pluralidad de la Nueva Política surgida en Catalunya: en adelante, solo unas siglas, solo un liderazgo. Y todo ello con el trasfondo de la incorporación de los últimos cargos públicos de Podem temerosos por su futuro.
El constituyente madrileño
No hay que ser un avezado analista, ni conocer en detalle biografía, ideología y entorno actual de Yolanda Díaz, para constatar que Más Madrid se ha convertido en el principal obstáculo a la restauración del modelo histórico del PCE/PSUC e IU/ICV. El despliegue de Sumar es congruente con los desarrollos propios de la deriva en que se inscribe el repliegue decidido por Iglesias (2016), efectuado desde Vistalegre II (2017), plasmado en el gobierno de coalición (2019) y reactualizado en las elecciones del 23J. El final es conocido y los resultados gallegos apenas un adelanto. Sumar ya casi ha vuelto donde Xosé Manuel Beiras encontró a Yolanda Díaz con IU allá por 2012: el 0,97% del voto en las elecciones gallegas de 2009.
García no solo ganó el pulso electoral a Iglesias. Más Madrid también salió bien parada de su particular batalla con el bipartidismo del 78
Con las elecciones del 18F se completa un paso más en la restauración del régimen. Pocos son, de hecho, los pasos que quedan antes del cierre definitivo de las oportunidades abiertas la pasada década. En los últimos años, de hecho, la antigua izquierda del PSUC/PCE e ICV/IU ha conseguido apropiarse de los partidos nacidos con la Nueva Política, renovar cuadros y desterrar de sus organizaciones al activismo de primera hora procedente del 15M (lo que la politología llama “madrugadores” o early riders). A excepción de quienes se avinieron a aceptar las premisas de Sumar, apenas queda ya cuerpo militante y consciente de la experiencia vivida. Por el contrario, no cesan de proliferar y agotarse figuras adláteres, tan sujetas a la heteronomía del viejo aparato eurocomunista como necesitadas del calor ministerial para seguir en el candelero.
Ante este estado de cosas y el declive cierto de la Nueva Política, sólo persisten las vías abandonadas de la historia con su potencial de relectura. Entre todas, la más evidente es la posibilidad de que Más Madrid se configure como un constituyente federal. He ahí la preocupación de Sumar/Comuns y la madre del cordero que se plantea en su discrepancia con Más Madrid. Visto en retrospectiva, mientras los dirigentes de Sumar/Comuns aguardaban su momento a la sombra de Iglesias, Más Madrid se la jugó y escindió de Unidas Podemos para arraigar de otro modo en su territorio.
Aún es más, Mónica García no solo ganó el pulso electoral al propio Iglesias en su pretensión por hegemonizar la izquierda. Al igual que el BNG, Más Madrid también salió bien parada de su particular batalla con el bipartidismo del 78, dejando al PSOE por segunda vez en tercera posición. Nótese que, en sentido opuesto, la Nueva Política no ha hecho otra cosa que perder apoyo popular desde que Díaz asumió el liderazgo de Unidas Podemos y lanzó la creación de Sumar en una inagotable serie de procesos de dudosa fecundidad política.
El federalismo empieza por Madrid
Planteemos la cuestión parafraseando a Fredric Jameson: ¿por qué resulta más fácil imaginar el fin del mundo que la federalización de España? A nivel retórico el federalismo goza de buena reputación en la izquierda española. Existen amplios sectores incluso entre los nacionalismos que no verían mal una federalización efectiva del Estado. Tampoco hay partido de izquierda mínimamente relevante que no aspire a reconfigurar el Estado en clave federal. Y si en tiempos recientes han aparecido algunas efímeras marcas electorales apelando a una recentralización simetrizadora (Izquierda en Positivo, Izquierda Española, etc.), siempre ha sido al amparo de estrategias y medios de comunicación reaccionarios, más atentos a legitimar la derechización de las clases populares que a promover un modelo territorial distinto para la izquierda.
Sumar debería abandonar sus pretensiones de un sujeto unitario descentralizado y comenzar a activar un diseño federal multipolar
En el análisis concreto de los partidos y sus modelos organizativos, institucionalidad, prácticas, valores, estrategias, etc., esta popularidad retórica del federalismo contrasta, sin embargo, con un fuerte arraigo en el Estado autonómico y su discursividad. Sucede con el federalismo como con el republicanismo, la dualidad partido/movimiento y tantas otras cuestiones que la izquierda opera más que nada a favor de un discurso de clausura. He ahí el riesgo potencial que representa Más Madrid para Sumar/Comuns en su función de clausura constitucional: primero impedir la desactivación de la anomalía que fue el 15M; luego, dejar de acomodar en el régimen a una élite actualizada de la “izquierda de la izquierda” (tarea encomendada por Sánchez a Díaz y que ha sido puesta en evidencia con el paso de Podemos al Grupo Mixto). Blindar a Errejón, a Urtasun o a otros notables ante las eventualidades de la dinámica interna no deja de ser un síntoma de los límites de Sumar como agencia política.
La escisión popular operada por Podemos en 2014 tuvo lugar en la particular estructura de oportunidad que facilitaban las europeas de aquel año: único distrito electoral, mayor proporcionalidad, movilización social, etc. El gesto de ruptura destituyente entonces era posible con apenas una red de activistas, reducida aunque altamente cualificada y capaz de generar un discurso de máximo alcance. Además, el manifiesto fundacional, Mover Ficha, llevaba consigo aparejada una estructura de movilización pronto desbordada (los “círculos”). Por las propias circunstancias de coyuntura y agenda política, Podemos fue todo un éxito como escisión destituyente: el “momento populista”. Sin embargo, el tránsito de este momento a las instituciones fue un fracaso en el que la ausencia de federalización resultó determinante por el propio diseño multinivel del régimen del 78.
Han pasado los años y hoy, en lo más adverso de la fase de declive, cuesta cada vez más imaginar cómo reabrir un horizonte antagonista. El realismo capitalista se impone. A pesar de que persistir en Sumar es la crónica de un final anunciado (el bipartidismo crece y el régimen se regenera), Más Madrid dispone aún de la posibilidad de llegar a ser esa institucionalidad que toca ser antes de realizar el cambio que se quiere llegar a ver.
A tal fin es preciso que Más Madrid emprenda el camino de la desconcentración y federalización interna acorde a sus niveles territoriales y, desde ahí, se establezca una relación estrictamente federal entre todos sus constituyentes territoriales de Sumar como un ámbito federal asimétrico donde junto a los constituyentes de las tres naciones también se reconozca la particularidad de Madrid como “distrito federal”. El estatuto de capitalidad y la progresiva desconcentración del Estado deben comenzar por la propia rearticulación del centro de poder madrileño.
Sumar, por su parte, debería abandonar sus pretensiones de un sujeto unitario descentralizado dirigido desde Madrid por una ejecutiva centralista y comenzar a activar un diseño federal multipolar en el que integrar al constituyente madrileño junto al resto de los constituyentes estatales y abandonar el esquema duopolístico de PCE/PSUC, IU/ICV, Sumar/Comuns. De no ser así, Más Madrid quizá debería poner en suspenso su asimilación por Sumar y retomar el Acuerdo del Turia. Fallida la federalización de Más País en la pasada legislatura, quizá lo más urgente ahora para Más Madrid sea replantearse su propia autonomía como constituyente dentro de un amplio espectro de alianzas confederales en el horizonte de un devenir federal compartido.
Tras la debacle de las elecciones gallegas reina el silencio en la Nueva Política. Ni una sola asunción de responsabilidades. Ni un solo peso pesado junto a Marta Lois en la foto de la noche electoral. Al día siguiente, Galiza de vuelta al olvido hasta que sea preciso improvisar de nuevo candidaturas y campañas....
Autor >
Raimundo Viejo Viñas
Es un activista, profesor universitario y editor.
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