Editorial
Victoria de Feijóo, éxito del BNG y hundimiento de la izquierda suicida
La victoria de Rueda es también la del líder popular sobre Ayuso y el PP más radicalizado, pues no solo conserva la mayoría absoluta, sino que mantiene en la irrelevancia a Vox
19/02/2024
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La lectura fácil y no por ello menos pertinente de las elecciones gallegas del 18 de febrero es que el PP tiene un fuerte arraigo social, que las distintas izquierdas constituyen un sistema de vasos comunicantes y que en pocas partes como en Galicia se da lo que se conoce como el voto dual: se opta por según qué partidos dependiendo de qué elecciones se trate. Pero, además de lo evidente, hay otras lecturas que conviene hacer.
La primera es que las organizaciones territoriales, es decir los viejos partidos, siguen siendo muy importantes a la hora de afrontar unas elecciones. Las dos fuerzas ganadoras, el PP y el BNG, tienen una presencia sobre el terreno de la que carecen los demás. El PP la mantiene en toda la geografía. Eso le ayuda a adaptarse a cada circunstancia específica, y a mitigar errores puntuales. La campaña de los conservadores empezó a peligrar cuando esgrimió como argumento la amnistía y Puigdemont, asuntos que no le interesaban a gran parte de su electorado. Pero en Galicia permanece viva aquella idea de Manuel Fraga de “la mayoría natural”. El PP gallego nunca ha necesitado de otra fuerza de derecha. Ni siquiera ahora, cuando, por primera vez, ha entrado otra en la cámara gallega, Democracia Ourensana. La segunda enseñanza es que hacer una campaña autolesiva, con apoyos tan dudosos como el de Isabel Díaz Ayuso menospreciando la conexión ferroviaria Vigo-Lisboa en detrimento de la Madrid-Lisboa en el mitin de… Vigo, no implica necesariamente ser arrojado a las tinieblas exteriores si estás arropado amorosamente por el universo mediático, tanto público como concertado.
Salvando a Rueda de una posible derrota, el soldado Feijóo se ha salvado a sí mismo
En clave nacional, la victoria de Rueda es también la de Feijóo sobre Ayuso y el PP más radicalizado, pues no solo conserva la mayoría absoluta, sino que mantiene en la irrelevancia a Vox, pese a la confesión espontánea de que él también negoció la amnistía con Puigdemont. Salvando a Rueda de una posible derrota, el soldado Feijóo se ha salvado a sí mismo.
El BNG, aunque no tiene la extensión territorial del PP, posee sólidos vínculos con el sindicalismo y el tejido asociativo y cultural. Ha tenido que hacer un esfuerzo de adaptación poniendo de relieve las reivindicaciones sociales y el feminismo, más allá de las convicciones identitarias que se le suponen. Su resultado demuestra que la unidad real es un activo electoral. Los nacionalistas la ejemplificaron no solamente con el abrazo efusivo a los antiguos socios de Yolanda Díaz, sino también a antiguos dirigentes que hasta hace poco, en el viejo estilo izquierdista, eran execrados. El éxito del BNG se puede calificar de estructural, más allá de estos comicios concretos, gracias también a dos aspectos que no suelen considerarse importantes en las opciones de izquierdas: no bastan las siglas, el candidato o candidata es decisivo, y la campaña no puede consistir solamente en una exposición de motivos o ideologemas. Así ha logrado no sólo resistir, sino obtener el mayor avance de todas las candidaturas, seis escaños, pese a haber sido comparado por tierra, mar y aire con Bildu, ETA y tutti quanti.
La debacle de Sumar y Podemos no se debe únicamente a la gran bronca retransmitida en directo
La presencia territorial del gran derrotado del 18F, el PSdeG, está únicamente enfocada a la dimensión municipal, donde no le ha ido tradicionalmente nada mal, y le sigue yendo bien. En las generales, todo se supedita al candidato a la Moncloa, pero en la dimensión autonómica nunca ha sido un partido unido, sino una confederación de intereses locales o provinciales. En las pasadas convocatorias, los buenos o malos resultados de las listas socialistas dependían de si el candidato tenía apoyos en esta o aquella provincia. Bien es cierto que, en esta ocasión, el candidato tuvo solamente tres meses para darse a conocer, o más exactamente, para hacer recordar que había sido el secretario general de los socialistas gallegos hacía siete años. Así, Besteiro no pudo ganar ni siquiera en Vigo, la ciudad donde reina Abel Caballero: el BNG fue la fuerza más votada.
Las izquierdas rupturistas llegaron a tener una considerable extensión en Galicia, pero la carencia de cemento organizativo y la enorme diversidad de los materiales impidieron construir nada duradero. La debacle de Sumar y Podemos no se debe únicamente a la gran bronca retransmitida en directo: en las elecciones generales pasadas, Sumar (con Podemos) obtuvo dos escaños en Galicia, pero en las autonómicas de 2020, todavía unidos, ya habían pasado de liderar la oposición a Feijóo a desaparecer del Parlamento, después de toda una legislatura de desavenencias públicas. Aunque la unidad no se demuestra sólo en el nombre de la candidatura, el hundimiento debería servir como aviso del pésimo futuro que espera a las fuerzas lideradas por Yolanda Díaz e Ione Belarra.
El BNG ha regresado. Pero para poder ser alternativa de gobierno necesita socios que le ayuden a compensar esos 16 puntos de diferencia
Otra posible lección para las fuerzas progresistas estatales es que, del mismo modo que los incendios forestales se combaten en invierno, limpiando el monte, las elecciones se preparan cuatro años antes, y nunca en función de otros intereses que no sean los del electorado concreto llamado a las urnas. Quizá sea necesario esbozar líneas genéricas en las convocatorias autonómicas que se celebran con las municipales, pero hacerlo en una tan específica como las de Galicia es un suicidio.
Parecería que el BNG ha regresado para quedarse como líder de la oposición. Para poder ser alternativa de gobierno, necesita penetrar en el electorado galleguista del PP (lo que, en cierta forma, ha conseguido el pasado domingo), pero sobre todo, socios que le ayuden a compensar esos 16 puntos de diferencia que todavía le separan del PP. El PSOE de Pedro Sánchez, que pierde un tercio de sus diputados, debería tomar conciencia de que a veces es mejor renunciar a encabezar el gobierno que no participar en él.
La lectura fácil y no por ello menos pertinente de las elecciones gallegas del 18 de febrero es que el PP tiene un fuerte arraigo social, que las distintas izquierdas constituyen un sistema de vasos comunicantes y que en pocas partes como en Galicia se da lo que se conoce como el voto dual: se opta por según qué...
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