Memoria
El mar, la promesa infinita de Antoni Benaiges
Pocos días después del alzamiento militar, fusilaron a este maestro republicano. Su cuerpo aún no se ha encontrado, pero su buen hacer con los estudiantes ha dejado un poso de memoria imborrable
Guillermo Martínez 12/04/2024
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Preguntar quién es el dueño de la herida es parecido a preguntarse quién es el dueño de la promesa. Las cosas se complican cuando quien las hace, ya sean las heridas o las promesas, desaparece fulminado. O fusilado. Eso fue lo que le ocurrió a Antoni Benaiges, conocido como el maestro que prometió el mar. Su historia atraviesa tantas aristas que ya ha conseguido imbuirse en la novela gráfica, el cine y la literatura. También en el teatro, en La Abadía de Madrid, con lleno absoluto. A lo largo de la función de su vida, que es la nuestra, tan solo una pregunta cuelga del cuello: ¿qué salvamos del tiempo?
Sergi Bernal es investigador y divulgador de la figura de Benaiges, y así le describe: “Fue un maestro de escuela de un pequeño pueblo de Burgos, Bañuelos de Bureba, punto”. Pero él sabe que no es así. Él sabe que pudo haber sido únicamente eso, pero no lo fue. No lo fue por el legado que dejó en todos y cada uno de sus alumnos. “Eso es lo que ha hecho que su historia emerja de la fosa común en la que está enterrado después de que lo fusilaran en julio de 1936”, añade el experto.
El hilo conductor entre Bernal y Benaiges se encuentra en la fosa de La Pedraja, abierta en 2010, de donde se sacaron 104 cuerpos. Así se enteró de que ahí se encontraba enterrado este maestro, natural de Mont-roig del Camp (Tarragona), y que en 1934 fue a parar al pueblo burgalés. Y allí puso en práctica una vanguardista forma de enseñar. Se llamaba el método Freinet y consistía en juntar a grandes y chicos, gordos y flacos, morenos y castaños, alrededor de una imprenta.
Los niños sueñan con el mar
Pronto llegó el primer cuadernito que editó la escuela. Así, uno tras otro hasta llegar a los 13 que imprimieron. Uno de ellos protagoniza la historia: EL MAR. Visión de unos niños que no lo han visto nunca. Era enero de 1936, el último enero de la vida de Benaiges, y los escolares afilaban su imaginación. “El mar será muy ancho y muy grande. Pero sobre todo hondo. El agua estará más caliente que la de los ríos”, escribió Anita Ortiz. José Cuesta no se equivocó cuando escribió que “el mar es muy grande y para pasar a otro pueblo hay que pasar en barco y me figuro que a veces estará a más de una hora”.
“El mar será muy hondo. Será de hondo como dos veces la veleta de la torre. Y tendrá dos metros de largura”, inmortalizó Baldomero Sáez. Su compañero Severino Díez: “En el mar habrá más agua que toda la tierra que yo he visto. El agua estará muy caliente. En las orillas debe ser piedra, porque si no se lo tenía que llevar”. Y en estos poemas improvisados, inconscientes, volátiles incluso, es donde Benaiges encontró la vida que quería para sí.
Los libritos, editados en edición facsímil por la editorial Blume, también recogen las palabras del catalán. “Era un auténtico propagandista. En una parte, por ejemplo, habla de la diversificación de cultivos. Cuando lo leí me extrañó que escribiera algo así dirigido a los niños, pero era un texto dedicado a los padres. Animaba a los adultos del pueblo a dejar de lado la monoproducción de cereal para orientarse más al autoconsumo”, se explaya el divulgador.
El maestro: objetivo de los falangistas
Para Bernal, recuperar a este maestro es “la reparación de un olvido, cómo la República puso en marcha pedagogías renovadoras”. En realidad, en esta historia hay muchas víctimas que reparar: el maestro, fusilado por intentar que los niños aprendieran y crecieran en libertad; su familia, ya que Benaiges fue depurado en 1939 y el franquismo le despojó de su plaza de maestro y su viuda no pudo cobrar ningún tipo de prestación; y los alumnos, a quienes se les privó de una educación de tan alta valía. Y luego, por encima de todos ellos, la mayor víctima: la sociedad.
Ya habían terminado las clases y Benaiges podría haber estado en Cataluña cuando se produjo el levantamiento. Pero había hecho una promesa: llevaría a los niños a ver el mar
¿Cómo pudo pasar algo así? Benaiges tenía 33 años recién cumplidos aquel julio de 1936. Llevaba dos años en Bañuelos de Bureba, un pueblo en el que tenía que ir a insistir a los padres que sus hijos e hijas debían acudir a la escuela. Aunque nevara, hiciera frío o lloviera. Estaba afiliado al PSOE. Su madre le decía desde Mont-roig del Camp que tenía un “hijo de verano” de lo poco que le veía.
Ya habían terminado las clases y Benaiges podría haber estado en Cataluña cuando se produjo el levantamiento militar. En cambio, había hecho una promesa: llevaría a sus escolares a ver el mar. Por fin verían lo hondo que es, y lo caliente que está la arena que lo envuelve. Aquellos días los utilizaba para preparar este viaje que nunca se llegaría a producir. El 19 de julio, los falangistas le detuvieron en la Casa del Pueblo de Briviesca, un municipio limítrofe a Bañuelos.
“¿Por qué tengo que irme / si yo no he hecho nada? / ¿Y te parece poco?”, se pregunta en la obra teatral. “No preguntes, calla / no preguntes, corre / no preguntes, reza / no preguntes, / tú no preguntes”, se dice a sí mismo en aquellos instantes. Le torturaron hasta el 25 de julio de 1936, cuando le fusilaron y enterraron en La Pedraja después de pasearle por el pueblo semidesnudo, en una camioneta. Su cuerpo todavía no ha aparecido.
“Benaiges se había significado muchísimo. Daba clases diurnas a los más pequeños pero por la tarde iban los mozos y las mozas y ahí hablaban de todo, de política y sexualidad, incluso del divorcio”, comenta Bernal. El expediente de depuración del maestro no dejó muchas dudas al respecto: una de sus acciones más reprochables para el nuevo régimen fue haber quitado el crucifijo del aula. La osadía de Benaiges le llevó a pensar que, en su lugar, era mejor colocar una estantería con libros.
Qué salvamos del tiempo
Esta significación de la que habla el divulgador sobresale en el discurso que Benaiges dio desde el balcón del ayuntamiento de Briviesca. Era 1 de mayo de 1936 y UGT y CNT marchaban unidas, acompañadas por una banda musical. “Expresaba tanto sus ideales que por eso fue de los primeros en ser asesinado”, resume el propio Bernal.
Esta mirada al pasado que pretende explicar el presente habla de promesas incumplidas, de finales abruptos, de heridas sin cerrar. “Las palabras, al fin y al cabo, no son más que vehículos de las ideas”, dice la obra de Alberto Conejero, escritor y director de la función teatral. “Dar palabras es ilustrar; dar ideas es entorpecer. Hay un código limitado de palabras; es infinito el efluvio de ideas”, teorizaba sobre su maestría.
Ahí queda el gramófono que compró con dinero de su propio bolsillo y alrededor del que brincaban los alumnos. Ahí queda la fotografía que también sufragó él y que inmortalizó a sus alumnos en abril de 1936, seguramente la primera que protagonizaban los más pequeños y en la última que aparecía su maestro. De ella nació otro importante cuadernito llamado El retratista.
Qué salvamos del tiempo, nos preguntábamos al principio. Esto es lo que salvamos, nuestro pasado, donde crece el presente y florece el futuro. En el escenario, la silla caída se levanta, todos los aplausos van a ella. Ahí está Benaiges, ahí está nuestra lección del tiempo y, aunque nunca es tarde, el tiempo siempre apremia.
Preguntar quién es el dueño de la herida es parecido a preguntarse quién es el dueño de la promesa. Las cosas se complican cuando quien las hace, ya sean las heridas o las promesas, desaparece fulminado. O fusilado. Eso fue lo que le ocurrió a Antoni Benaiges, conocido como el maestro que prometió el mar. Su...
Autor >
Guillermo Martínez
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí