77º FESTIVAL DE CANNES
La génesis de Trump y el complot contra Lula, dos caras de la misma película
Coinciden en el certamen el biopic del iraní Ali Abbasi sobre la génesis del dirigente ultra con un documental de Oliver Stone sobre la trama de Lava Jato en Brasil
Enric Bonet Cannes , 22/05/2024
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Hubo una época en que Donald Trump no era un ultraderechista sin escrúpulos, sino un pringado. Era a principios de los años 70, esa década de bifurcación clave para entender el presente de un neoliberalismo en vías de putrefacción. El director iraní Ali Abbasi se vuelca en retratar la Nueva York en crisis de hace cincuenta años para entender la creación como monstruo –en el sentido literal– empresarial y político del expresidente estadounidense. De eso trata The Apprentice. La película de Abbasi, que se ha presentado en la 77ª edición del Festival de Cannes, dará que hablar en los próximos meses, marcados por la campaña de las presidenciales en Estados Unidos.
El estreno del biopic sobre Trump ha coincidido en la segunda semana del certamen con la presentación fuera de competición de Lula, de Oliver Stone. El director estadounidense continúa con su ritmo frenético y dedica este documental a otro de los mandatarios que se atrevió a cuestionar la hegemonía del imperialismo estadounidense. Tras sus polémicas obras sobre Vladímir Putin y Hugo Chávez, ahora repasa la trayectoria del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Siva, uno de los dirigentes de izquierdas más carismáticos en este siglo XXI y víctima de un caso de lawfare de manual.
El veterano Stone, de 78 años, dejó ya atrás sus años de gloria, en los que logró la excelencia con Platoon y Salvador y ahora es un casi jubilado que utiliza su fama para hacer lo que le da la gana. Eso se nota en Lula, poco profunda y demasiado panfletaria como obra audiovisual. A pesar de ello, cuenta con una buena media hora en la que describe al detalle Lava Jato, el caso de corrupción utilizado para encarcelar sin pruebas al presidente brasileño en 2018, además de facilitar la victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro.
La génesis de Trump y el intento de matar políticamente a Lula representan dos caras distintas de un mismo entramado
El visionado de Lula gana en interés si se hace en paralelo con The Apprentice. La génesis de Trump y el intento de matar políticamente al mandatario de izquierdas brasileño representan dos caras distintas de un mismo entramado corrupto e inmoral, con una dimensión sistémica.
Roy Cohn, el abogado mafioso que catapultó a Trump
“No se trata de una película sobre Trump, sino sobre un sistema y la manera en que las personas que lo dominan se aprovechan de él”, explicó Abbasi, de 43 años, en la rueda de prensa posterior a la presentación del filme. Después de sus premiadas Border y Holy Spider –ambas fueron galardonadas en las ediciones de Cannes en 2018 y 2022–, este cineasta iraní, exiliado en Dinamarca, se consagra ahora como uno de los nombres más relevantes en el panorama actual. Más allá del ruido, garantizado por hablar del candidato del Partido Republicano, The Apprentice hace una serie de apuestas artísticas acertadas que la han situado por encima de la media de lo visto hasta ahora en Cannes.
Su mayor acierto es la decisión de no ensañarse con los juicios morales sobre Trump. Los progresistas llevan desde 2016 riéndose de este inefable personaje, pero ahí están los sondeos que continúan dándole como vencedor el próximo 5 de noviembre. En lugar de la parodia facilona, Abbasi apuesta por diseccionar su vida entre principios de los setenta y finales de los ochenta. Lo hace a partir del encuentro entre un joven Trump, interpretado por Sebastian Stan –al que ya premiaron en febrero en la Berlinale–, y uno de sus mentores: el abogado Roy Cohn, encarnado en pantalla por Jeremy Strong, una de las mejores actuaciones masculinas vistas en el certamen.
El filme muestra al gran público esta figura clave del trumpismo. Ese letrado mafioso y agresivo le da a Trump las claves para moverse en la selva de las élites neoyorquinas. “Ataca, ataca y ataca” en los tribunales; “siempre hay que negarlo todo”; y “en el caso de que pierdas, nunca aceptes la derrota”. Es la triple fórmula que comparte Cohn con su discípulo. Tanto en la pantalla como en la realidad, el mentor del quizá futuro presidente trabajó para capos italianos como Tony Salerno o Paul Castellano. Aunque se trata de un personaje ficticio, resulta muy verosímil respecto a su homónimo real gracias a un muy buen documentado guion, elaborado por el periodista Gabriel Sherman, de la revista Vanity Fair.
Trump y Cohn se conocieron en la discoteca Club. Allí el futuro magnate –entonces un joven bobo hijo de papá que se dedica a cobrar alquileres para la empresa familiar– se pone en contacto con el abogado para hacer frente a las acusaciones, bien fundamentadas, de que los afroamericanos no eran bienvenidos en el Trump Village, en Brooklyn. De ese episodio real, bien retratado en la secuencia inicial, empieza una relación al más puro estilo Frankenstein. Cohn moldea a Trump y lo convierte en un tipo egoísta, sin escrúpulos y que menosprecia la ley y la verdad. La inmoralidad del magnate termina devorando a su creador. El único principio del protagonista se resume en esta frase: “Todo el mundo quiere chupársela a un triunfador”.
Trump y el juez Sergio Moro, dos productos del sistema
Para acompañar la historia de este dúo, al que se suma el personaje de Ivana Trump (la primera de sus esposas, encarnada en pantalla por Maria Bakalova), Abbasi recurre a imágenes de archivo con las que ilustra la crisis en los setenta en Estados Unidos (guerra en Vietnam, choque petrolero…), así como la victoria de Ronald Reagan y el inicio de la hegemonía del casino neoliberal en los ochenta, también marcados por los estragos del sida. Egoísmo y muerte se dan la mano.
Con su voluntad de bajar del pedestal a quienes ocupan el poder, el director iraní describe a Trump como un cualquiera
The Apprentice acierta al mostrar los vínculos entre trumpismo y reaganismo. Trump no es un outsider –así lo ha presentado de manera errónea la prensa generalista–, sino un puro producto del sistema. Con su voluntad de bajar del pedestal a quienes ocupan el poder, el director iraní describe al magnate como un cualquiera. Es un don nadie que tuvo la habilidad de rodearse de tipos más inteligentes y astutos que él que se pusieron a su servicio. Abbasi lo muestra con una puesta en escena que recuerda a las series de televisión de antaño. En el ascenso del magnate resulta difusa la frontera entre lo verdadero y lo falso.
También aparece como un puro producto del sistema el juez Sergio Moro en el documental Lula. En la parte más recomendable de esta película sin pretensiones, Stone disecciona la investigación del caso de corrupción de Petrobras que degeneró en un complot para echar al Partido de los Trabajadores del poder. El juez instructor Moro (después ministro de Justicia con Bolsonaro) tuvo un papel preponderante. Hasta el punto de que el director de Lula lo presenta como el dirigente más importante del bolsonarismo, incluso más que el propio expresidente. Y no le falta razón.
“Moro no es un centrista, sino un ultraderechista”, asegura Lula en la entrevista que le hace Stone. Quizás Moro inició la investigación de Lava Jato con la noble intención de combatir la corrupción. Pero con el paso de los años se convirtió en una pieza maestra de una trama judicial, política y mediática. El imperio audiovisual de Globo lo ensalzó como el defensor del Estado de derecho, cuando en realidad estaba detrás de una operación de lawfare. El abogado y periodista Glenn Greenwald, exdirector del digital The Intercept que desveló Lava Jato, recuerda la presencia de los tentáculos del Departamento de Justicia norteamericano en esa trama. “No hay ninguna duda de la intervención de Estados Unidos”, afirma el actual presidente de Brasil.
En otra de las entrevistas, se ve al pirata informático Walter Delgatti. Él fue clave para desvelar Lava Jato gracias a un hecho fortuito. Pirateó la cuenta de Telegram de un fiscal que lo había condenado y así descubrió la materia prima de esa trama, que puso al servicio de los reporteros de The Intercept. Mientras que The Apprentice se mueve en la frontera difusa entre la verdad y la mentira, Lula lo hace en el frágil alambre del triunfo o fracaso de la democracia. Verdad, mentira y democracia. Una tríada muy presente en dos filmes políticos interesantes que se han presentado en Cannes. Y que ganan en interés si se ven como uno solo.
Hubo una época en que Donald Trump no era un ultraderechista sin escrúpulos, sino un pringado. Era a principios de los años 70, esa década de bifurcación clave para entender el presente de un neoliberalismo en vías de putrefacción. El director iraní Ali Abbasi se vuelca en retratar la Nueva York en crisis de hace...
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