MALOSERÁ
Aquellos maravillosos años
Cuesta imaginar mejor garantía para la independencia del poder judicial que aplicar la teoría del equilibrio de terror y repartir a partes iguales la capacidad de destrucción del sistema
Antón Losada 28/06/2024
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Tras la era fosca de las tertulias y los círculos concéntricos que trajo la “nueva política”, llega ahora el tiempo simpático de la nostalgia y la añoranza que nos devuelve la “política vintage”. No se resistan. Es tendencia. Ya hemos tenido bastante de tanto pluralismo de patio de mi casa que es particular y tanta diversidad de anuncio de Benetton. Tras el acuerdo –histórico, por supuesto– para renovar al Consejo General del Poder Judicial, como siempre se hizo toda la vida de Dios durante la época dorada del bipartidismo, aquellos maravillosos años de equivalencia, prorrateo y progreso vuelven a lucir en todo su esplendor en la memoria de la ciudadanía atrayendo de nuevo como polillas a la luz a las gentes de orden y a los líderes con verdadero sentido de Estado.
No se debe negar lo evidente. Ahí empiezan siempre los problemas. Cuando el PP y el PSOE se repartían las cosas de gobernar a pachas como buenos hermanos todo quedaba mucho más ordenado. Reinaba una jerarquía a la cual agarrarse en cualquier postura y en cualquier posición; que es lo mínimo que se exige a un sistema político. O blanco o negro; ya está bien de tanto gris.
En aquellos maravillosos años del bipartidismo existía un sistema, había unas reglas, se respetaban unas proporciones y se repartían unos porcentajes. Todo el mundo sabía qué le podía tocar y qué le correspondía a los demás. Y quienes lo ignoraban, o preferían no saberlo o eran prescindibles. Entonces había estabilidad, pero de la buena; de esa estabilidad fetén que nos aportan liderazgos purificadores como ese que encarna Georgia Meloni, que diría Felipe González en otro de esos momentos de extrema lucidez en medio de esta dolorosa incertidumbre.
Durante los años del bipartidismo la democracia se vendía llave en mano. La gente votaba cuando le tocaba y a partir de ahí ya no tenías que hacer nada porque ya se encargaban ellos de todo; bastaba con seguir las instrucciones. No se dejaban tiempos muertos. Sólo pensar en una repetición electoral resultaba condenable. Como mucho estallaba alguna que otra disputa menor resuelta o disuelta simplemente con el paso del tiempo. Además, qué pareja no se pelea de vez en cuando por ver dónde se van de vacaciones este año o por las actividades extraescolares de los niños. No solo es natural, sino que resulta sano y revigorizante.
Durante la última década hemos tenido que comprar la democracia en plano. Ha habido que encargarse personalmente de todas las gestiones y todos los detalles y aun así no nos hemos librado de tener que repetir todo el proceso. Votar ha sido como comprar un mueble en Ikea: enfrentarse con un manual de instrucciones indescifrable, desesperarse por las piezas perdidas o ausentes y finalmente montarlo como buenamente se pueda dejándolo cojo o bailando o las dos cosas.
Puede que España sea efectivamente así: compleja, plural, plurinacional, diversa y enrevesada. Peor para ella. Lo sentimos, mala suerte. Lo del bipartidismo luce mucho mejor organizado, resulta elegantemente simétrico y se entiende perfectamente cómo funciona: diez para ti, diez para mí y a otra cosa, mariposa; así de sencillo, así de eficaz. Cuesta imaginar mejor garantía para la independencia del poder judicial que aplicar la teoría del equilibrio de terror y repartir a partes iguales la capacidad de destrucción del sistema. Han tenido que pasar los cinco años y medio de bloqueo y okupación del Consejo General del Poder Judicial para darnos cuenta de lo mucho que nos necesitábamos. Como bien decía el adolescente Kevin Arnold en aquella maravillosa serie: a veces los amigos tienen que crecer separados para seguir creciendo juntos.
Tras la era fosca de las tertulias y los círculos concéntricos que trajo la “nueva política”, llega ahora el tiempo simpático de la nostalgia y la añoranza que nos devuelve la “política vintage”. No se resistan. Es tendencia. Ya hemos tenido bastante de tanto pluralismo de patio de mi casa que...
Autor >
Antón Losada
Profesor Titular de Ciencia política y de la administración en la USC. Doctor europeo en Derecho por la USC. Máster en Gestión pública por la UAB. Escritor y analista político. Padre de Mariña.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí