crisis territorial
León pelea por su autonomía
¿Y si Madrid se hubiera quedado en Castilla la Nueva y ahora estuviera dentro de Castilla-La Mancha? ¿Y si Ayuso pudiera decidir si se abren camas de hospital en Albacete, o llamase llorón al alcalde de Cuenca? Eso es lo que pasa en León
Raquel García 10/07/2024
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“El Gobierno de Castilla y León quiere llevar el Conservatorio de Música de León a los bajos del estadio de fútbol”. Es difícil describir el nivel de hartazgo que hay en la provincia de León con su situación en la Autonomía. No es únicamente por su creación antidemocrática, en la que se acabó metiendo a Segovia por decreto ley y al antiguo Reino de León por motivos de Estado, un ejercicio de gerrymandering antes de que existiera la palabra, que pretendía diluir el voto de izquierdas de la provincia leonesa, especialmente el de las zonas mineras, con el de una Castilla más conservadora. No es solo la terrible evolución económica del “oeste de la Comunidad”, expresión que se usa para hablar de las provincias de Salamanca, Zamora y León, para no tener que decir “Región Leonesa” o, todavía peor, “León”, que es lo que ponía en los mapas hasta 1983. Es el recochineo.
La actual comunidad autónoma, que se formó con la región histórica de León y los trozos que quedaron de Castilla la Vieja después de separar Cantabria y La Rioja, es un desastre absoluto que no gusta ni siquiera en la parte castellana; una fantasía centralista en una comunidad con más extensión que Portugal y el mismo número de habitantes que Moldavia, con una población envejecida por las políticas suicidas de la Junta, que, en lugar de intentar fijar población, parece más interesada en fomentar que la gente joven y de izquierdas vote en otros sitios. A los problemas que hay en todas partes, que en Soria, por ejemplo, se producen a causa del centralismo, incompetencia o dejadez, hay que sumar los que en “el oeste de la comunidad” solo se explican por la malicia. Un castigo por protestar.
El problema es que son tantas cosas sumadas, a lo largo de tantos años, que cuando lo cuentas parece una teoría de la conspiración o un montón de mentiras. ¿Cómo es posible que pase esto? ¿Cómo puede ser que yo no me haya enterado? Porque la mera inclusión de la región leonesa dentro de la comunidad la invisibiliza, porque todo el mundo se olvida de la parte que va detrás de la i griega. Por eso se usan expresiones como “las dos Castillas” o “las Castillas”, que es algo que sienta igual de mal en La Mancha que aquí.
El ejemplo del conservatorio con el que arrancaba este artículo es solo una muestra de la catástrofe. Los motivos por los que es un disparate (¿qué se hace cuando hay partido, se cancelan las clases?), el nivel de oposición vecinal y política para que cambiara de ubicación, o que, casi dos lustros después, el edificio siga sin terminar, pero que año tras año se incluya en el presupuesto, aunque nunca se ejecute. Es el gobierno autonómico quien reconoce que esta comunidad de éxito la forman dos partes, dos regiones, dos reinos, porque estas cosas no las hacen en el otro lado. ¿Qué otra administración propondría algo así en su propio territorio?
Fuera de la comunidad no se solía informar de lo que pasaba aquí, por ser un aburrimiento. Hasta que el PP metió a Vox en el gobierno autonómico
El centralismo desaforado es el gran problema. La gran beneficiada por el “engendro” –así llaman a esta comunidad autónoma– es Valladolid, que no es la capital de forma oficial, aunque todas las instituciones autonómicas se encuentren allí, o aunque la capital histórica de Castilla fuera Burgos. La provincia se ha quedado con más fondos transfronterizos de la UE que Zamora, pensados para fomentar la cooperación con Portugal, a pesar del problema obvio de no tener frontera portuguesa. Igual que recibió fondos MINER, pese a no tener minas, fondos que se usaron para hacer reformas estructurales en la provincia de León, que tendría que haber pagado la Junta, anulándose el beneficio que pudieran haber aportado durante y tras el cierre de la minería. El chiste se cuenta solo porque hasta los estudios autonómicos para el módulo de Escalada y Barranquismo se imparten en la zona más plana de España, tanto que las clases prácticas no se pueden hacer allí. Es algo tan ridículo que es habitual que los montañeros se hagan fotos después de hacer cumbre en el Cerro Cuchillejo, junto al vértice geodésico, en el punto más elevado de la provincia.
Es el centralismo sin control de Madrid sin ser Madrid, sin sus millones de personas, sin su dinero y, por supuesto, sin el escrutinio público. Fuera de la comunidad no se solía informar de lo que pasaba aquí, por ser un aburrimiento. Hasta que el PP metió a Vox en el gobierno autonómico; una clara equivocación, porque ya no pueden tapar el circo que montan en los plenos. Pero la prepotencia sigue siendo la misma.
Los ejercicios intelectuales que se sugieren para explicar la situación, como especular con la posibilidad de una comunidad birregional de “Catalunya y Aragón” para, después de cuarenta años, imaginar cómo se definirían los aragoneses, son bastante tramposos, pero hay uno que funciona muy bien. Pensemos que Madrid se hubiera quedado donde tocaba, en Castilla la Nueva, y ahora estuviera integrada dentro de Castilla-La Mancha. Que Ayuso pudiera decidir si se abren camas de hospital en Albacete, o que llamase llorón al alcalde de Cuenca. Eso es exactamente lo que pasa.
Que Zamora y Salamanca “no estén por la labor” ahora mismo se debe a que el sistema educativo de la comunidad está en manos de la Junta, que da una versión interesada de nuestra historia. No han conseguido crear un sentimiento de comunidad, como apunta Óscar Puente, porque los castellanos se siguen sintiendo castellanos, no castellanoleoneses (un término muy impopular que dentro de la comunidad no se usa), pero sí que han sido muy eficientes borrando la identidad leonesa; menos en Zamora, más en Salamanca, nada en León, donde el nombre ayuda, pero que también es un sitio lleno de gente extraordinariamente cazurra. Que existiera la región leonesa no se dudaba antes de 1983, cuando se puso en marcha la apisonadora.
No hay sentimiento de comunidad, a pesar de controlar el currículum escolar y regar con dinero a instituciones privadas como la Fundación Castilla y León (de soltera Fundación Villalar). Aquí nos acordamos todavía del riguroso cómic educativo que publicaron en 2011, en el que la gente de Atapuerca ya pintaba castillos y leones en las cuevas y las tropas del Cid llevaban trabucos al entrar en Valencia. Si bien no se consiguió la retirada del libro por la manipulación que hacía de la parte leonesa de la historia, tampoco se editaron más volúmenes de la serie.
Una parte importante de la identidad castellana se desarrolló precisamente en oposición a la leonesa y, a menudo, enfrentados
La enseñanza de la historia en la comunidad está justo en ese filo que se ve en el cómic, entre que éramos iguales ya desde la prehistoria y que la parte leonesa era la enemiga, cobardes que no fueron a las Navas de Tolosa, colegas de Bellido Dolfos. Las dos cosas a la vez no pueden ser. Una parte importante de la identidad castellana se desarrolló precisamente en oposición a la leonesa, porque eran reinos distintos y, a menudo, enfrentados. Esa misma identidad castellana fue también la base de una idea bastante peculiar de lo que tiene que ser España, así que no es raro que la respuesta más agresiva a la moción por la autonomía venga de anónimos con avatares de Blas de Lezo, que llevan toda la semana echándonos en cara lo de Dolfos y las Navas.
El PP, que tanto acusa a otros partidos de adoctrinamiento y de manipular a las criaturas antes de que puedan pensar por sí mismas, organizó en Zamora, en 2021, una actividad llamada “¡Juramos por Castilla!” (para niños de entre 5 y 14 años), para celebrar el V centenario de la Batalla de Villalar, una fiesta que celebran, o no, según le dé el aire a Vox. Aparte de que Zamora no se sentirá muy leonesa, pero nunca ha sido castellana, con el rigor habitual que caracteriza a la Junta, los comuneros que salían en el cartel llevaban ropa típica del Perú, porque sacaron la ilustración de la Red de Bibliotecas de Cajamarca.
De momento, el resultado más claro de la moción a favor de la autonomía, el cambio más rápido y más rotundo ha sido el aumento del interés por el futuro y el bienestar de Salamanca, Zamora y, por supuesto, El Bierzo, la única comarca reconocida oficialmente en la comunidad. Es excelente, que les pregunten es precisamente lo que piden. Es más, deberían celebrarse consultas en todas las provincias, incluso en la parte castellana, preguntando qué piensan de la autonomía, seguro que saldrían unos resultados muy graciosos.
Lo más realista sería una autonomía biprovincial con León y El Bierzo, dejando un camino abierto para que las otras dos se unan si quieren
El Bierzo tiene derecho a decidir su futuro y a que se respete su elección. Precisamente, la opción de ser una provincia en una futura comunidad leonesa parece ser la más popular. No es ninguna locura, hay un precedente histórico de cuando fueron una provincia diferenciada, y también tienen la población para serlo. Se habla de El Bierzo como si fuera un pueblo pequeño y, solo en Ponferrada, la ciudad más grande de la comarca y la segunda en población de la provincia de León, vive más gente que en Zamora o en Soria capital. La comarca entera se acerca al número de habitantes de Segovia o Teruel. Una hipotética autonomía uniprovincial leonesa sería automáticamente la más extensa del Estado, hay sitio de sobra para repartir.
¿Y qué es lo que se pide? ¿Café para todos? Pues sí, exactamente, fuimos la única región histórica a la que le tocó beber manzanilla, ya es hora de poner la cafetera. En un mundo ideal, habría una autonomía nueva de cuatro provincias, con Salamanca, Zamora, El Bierzo y León, con capital en Zamora (esto último fue lo que votó en 1978 el Consejo General de la Región). O sin sede oficial y todas las instituciones repartidas por el territorio, no solo en las capitales de provincia, que la gente ya está harta del centralismo. Lo más realista sería una autonomía biprovincial con León y El Bierzo, dejando un camino abierto para que las otras dos se unan si quieren, cuando estén listas. No es anticonstitucional. Se está haciendo justo lo que pone en la Constitución, estaría bien leerla de vez en cuando. Por ahora, basta con que se hable del tema, que se sepa lo que hay. No es una reivindicación que vaya a desaparecer si se ignora, porque es una causa justa.
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Raquel García es vecina de León. Escribe bajo pseudónimo para ahorrarse el acoso en las redes sociales.
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