Venga, comienzo a saco. 

Si Tú, para mostrar tu discrepancia con quien sea, aludes a su color de piel en términos o gestos peyorativos, eres racista. 

¡Lo eres!

Y no me vengas con “a esta otra persona negra la he aplaudido”.

O … “mira, le estoy haciendo carantoñas a una niña negra”.

¡Lo eres! 

A lo hecho, ¡pecho! 

Solo faltaba que por no ir por la vida luciendo tu racismo con todas las personas, en este caso, negras, que te cruzas, encima te tuviéramos que aplaudir. 

Hasta un reloj parado acierta dos veces al día. 

¡No me cuentes milongas!

Pero no me sorprende, no me sorprende que pienses que no eres racista, basándote en que solo has insultado a UNA persona negra, si cuando es a varias o a muchas, también lo tenemos que discutir. 

Como si les pasas por encima con una lancha o les arrojas pelotas de goma, moribundos por el mar. 

¿Cómo te vas a creer racista Tú, que solo has hecho el sonido del mono? Si mueren infinidad de ellos en el mar y lo tuyo no mata. 

¿Dónde crees que comienza todo, campeón? 

Deshumanizar es la táctica que abre el camino a la impunidad. 

¿Sabes qué pasa? 

Que si para sensibilizaros hay que emitir, sin pudor, imágenes de cómo mueren bebés negros en el mar, esperar que te comportes como un ser humano siempre será mucho pedir, porque hemos establecido el nivel de exigencia a la altura del betún. 

El racismo no es un encontronazo con tu vecino, el racismo es que el resto del bloque se ponga de su lado, sin tener ni idea de lo que ha pasado, solo porque la parte contraria es “de los suyos”. 

El racismo es estructural. 

Es la estructura que sostiene que todo un pueblo se levante en armas porque les han llamado racistas, más de lo que lo hacen contra el racismo en sí mismo. 

“Ese también es negro y no le insultan”.

Es alimentar la narrativa de que, en función de tu silencio, el racismo es algo que se puede o no merecer.

Hace unos meses, Bertrand Ndongo compartía un meme racista, con monos, que hacía mofa de Él. 

Iba acompañado de un comentario de Ndongo que decía: ¿qué pasa, activistas y negros de España, esto no es racismo porque me pasa a mí? 

¡Y tenía razón! (Esto me ha costado). 

La justicia no es cuestión de simpatías. Si lo fuera, Yo misma le habría dado like a ese meme. 

La justicia es una cuestión de derechos inalienables, como el derecho de que nadie convierta tu color de piel en un arma arrojadiza. 

Es tener presente en qué te convierte atacar lo indecente, desde la indecencia.

“Ha sido fruto de la euforia” dicen. 

Pues qué euforia tan rara. 

Imagino que culpar a la dopamina es mucho más sencillo que afrontar que hay -ismos y fobias que solo salen cuando las llevas tatuadas en el corazón. 

Que insultas como sientes. 

Y que cuando te desconcentra la tan socorrida euforia, aparece ese sentir repugnante, pero sincero, que conscientemente no habrías consentido, porque Tú en realidad, no eres así. 

¡Sigue diciéndotelo!

¿A cuántas mujeres debe maltratar un maltratador para que sea legítimo llamarles lo que son?  

¿Y a quién vas a preguntar si eso es maltrato? ¿A Él? 

¡Sorpresa! ¡Te dirá que no!

Que Él en realidad no es así, que solo ha sido una vez, que tiene madre y hermana, que fue por el calentón y, finalmente, que se lo buscó o lo merecía. 

A ver si así se entiende. 

Dicen que somos la generación de cristal, 

pero, ¿sabes qué? 

Yo me cuestiono en cada circunstancia,

y me hago cargo de lo que eso conlleva.

Tú no eres capaz ni de ser honesto contigo mismo.

Y eso sí es ser de cristal.