ÍDOLO HUMANO
La dulce dureza de Johan Neeskens
El público supo verlo rápido: Cruijff era mejor, pero a Neeskens lo querían más
Sebastiaan Faber 13/10/2024
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El pasado 6 de octubre moría en Argelia Johan Neeskens, jugador mítico de aquel Ajax que formuló para el mundo el fútbol total, de la selección Neerlandesa que revolucionó, con el nombre artístico de La Naranja Mecánica, dos mundiales, sin llegar a ganar ninguno, y jugador también mítico del otro club que también creyó y fabricó fútbol total, esa poética del fútbol y de la vida. Por ello, y ante esa pérdida, Sebastiaan Faber, hispanista, escritor, periodista, un niño del Amsterdam de los setenta, que quedó fascinado por el Ajax, y Guillem Martínez, periodista y barcelonista que entró en la secta también en los setenta, y también a través del fútbol total, escriben dos perfiles sobre Neeskens, respectivamente sobre el Neeskens neerlandés y el que se vivió en la Barcelona de los años 1974-79. Disfruten de estos perfiles. Disfruten de los héroes como Neeskens.
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El fútbol, como las tragedias, vive de las traiciones. Johan Neeskens, que murió el pasado 6 de octubre, jugó uno de los partidos más memorables de los años finales de su carrera contra el Ajax, el club al que debía tanto. Fue en 1985, cuando tenía 33 años y había fichado por el FC Groningen, el equipo norteño por el que después pasarían Luis Suárez y Arjen Robben. En el minuto diez del partido, Neeskens recibió el balón apenas pasada la línea media y soltó un pase largo, perfecto, que cayó a ocho metros de la portería, delante de los pies del delantero, que neutralizó a Rijkaard y marcó gol. El gran Ajax de Koeman, Van Basten, Vanenburg y Bosman, jugando en casa, perdería por 3 a 1.
A Johan Neeskens se lo perdonamos todo porque era imposible no quererlo
La liga de fútbol holandesa es como la casa paterna: en principio, los jugadores pretenden dejarla cuanto antes para probar suerte en otra parte, pero saben que siempre tienen abierta la opción de regresar como hijos pródigos. Johan Cruijff volvió al Ajax en 1981; Rijkaard, en 1993; Litmanen, en 2002. Pero cuando Johan Neeskens regresó a Países Bajos después de cuatro años en el Barça y seis con los New York Cosmos, no aterrizó en el Ajax –donde su estancia, de 1970 a 1974, había coincidido con la fase más exitosa en la historia del club– sino en el Groningen. Los hinchas del Ajax se lo perdonamos, como le perdonamos ese pase perfecto que inauguró una vergonzosa derrota. A Johan Neeskens se lo perdonamos todo porque era imposible no quererlo.
En ese sentido, Neeskens difería mucho del otro Johan –Cruijff–, cuatro años mayor que él. Ambos provenían de familias humildes y habían tenido una juventud complicada. Cruijff había perdido a su padre, que llevaba una tienda de verduras, a los 12 años; el de Neeskens trabajaba en los altos hornos y no le interesaban los deportes. Suplía la dieta y los ingresos de la casa con una minigranja de gallinas, puercos y vacas que se alimentaban con los desechos orgánicos –peladuras y pan duro– que Johan y su padre recogían por las tardes por el barrio con un coche de caballos.
Cruijff intimidaba o irritaba a los demás, dentro y fuera de la cancha, con su mezcla impenetrable de sabiduría, inteligencia, elegancia y altivez. Pero Cruijff también era un jugador vago, de poco aliento –por fumador–, tacaño y calculador en lo físico. Si Neeskens intimidaba era por lo opuesto: siempre se metía entero, en sus entradas a ras de suelo (que aprendió de niño, jugando al béisbol), en sus goles (que marcaba con el pie, la cabeza, o cualquier otra parte del cuerpo que tuviera disponible), en sus carreras de puerta a puerta y, sobre todo, en los choques físicos, en los que no le importaba el daño que pudiera hacerse él o los demás. Las más de las veces, cuando el árbitro pitaba el final del partido, Neeskens estaba cubierto de moretones y con la camiseta manchada de sangre. De hecho, su entrega física era tal que llegó a distraer de su notable dominio táctico y técnico.
Tanto Cruijff como Neeskens –dos de los primeros jugadores holandeses profesionales en poder vivir del juego, sin necesidad de tener otra ocupación laboral– emergieron de su difícil juventud recubiertos de capas de protección. La de Cruijff era mental; la de Neeskens, física. Si Cruijff era un semidios –y además lo sabía–, Neeskens era un ser humano: trabajador, fuerte y duro, con momentos de genio y gracia, pero hombre al fin y al cabo.
Las más de las veces, cuando el árbitro pitaba el final del partido, Neeskens estaba cubierto de moretones
Eso el público lo pilló enseguida. “La diferencia entre Neeskens y Cruijff era como la diferencia entre Garrincha y Pelé”, dijo en 2017 Jan Mulder, que jugó con ambos. “Cruijff era mejor, pero a Neeskens el pueblo le quería más”. Y, a diferencia de Cruijff –con el que volvió a reunirse en 1974 en el Barça, un año después del sonado fitxatge del primer Johan–, Neeskens sí viajó con la selección nacional al mundial de 1978 en Argentina, donde el portero del Perú le tuvo que cargar en brazos después de que Neeskens encajara un codazo en el estómago de Jaime Duarte y donde perdió la caótica y traumática final contra los anfitriones. El año después, abrumado por problemas fiscales (inversiones insensatas), personales (un divorcio), psicológicos y físicos (la bebida), anunció su jubilación de la selección nacional. Para entonces ya se había mudado a Nueva York, atraído por la aventura. En los años posteriores, logró espabilarse: siguió en Estados Unidos, encontró pareja nueva, se tranquilizó.
El traspase a Groningen en 1985, a mitad de temporada, no acabó funcionando, a pesar de ese gran partido contra el Ajax. Después de otra estancia en Estados Unidos, en 1995 acepta una posición como asistente de Guus Hiddink, técnico nacional, en cuyo equipo también entrarían Koeman y Rijkaard. Como asistente de este último, Neeskens volvería al Barça. Tímido y modesto como era, estar en segundo plano –algo que a Cruijff le habría soliviantado– nunca le importó. Si en 2017 accedió a que le escribieran una biografía, fue –dijo– porque “les hacía ilusión a los nietos”.
La evolución física de los futbolistas jubilados es un fenómeno fascinante. El gran Piet Keizer, el elegante lateral izquierdo de aquel gran Ajax de 1971-73, engordó en cuanto dejó de jugar. Neeskens siempre había sido delgado, pero a medida que pasaban los años parecía alargársele cara y cuerpo cada vez más, hasta convertirse en una versión holandesa de un personaje del Greco. Murió a los 73 años, de un paro cardíaco, en Algeria, durante un viaje oficial para el programa mundial para jóvenes entrenadores organizado por la asociación de fútbol de Holanda (KNVB), en el que Neeskens trabajaba desde hacía años.
El pasado 6 de octubre moría en Argelia Johan Neeskens, jugador mítico de aquel Ajax que formuló para el mundo el fútbol total, de la selección Neerlandesa que revolucionó, con el nombre artístico de La Naranja Mecánica, dos mundiales, sin llegar a ganar ninguno, y jugador también mítico del otro club que también...
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Sebastiaan Faber
Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'
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