Para entender la trascendencia de la carrera deportiva de Alex Morgan basta reseñar que hasta seis canales de televisión estadounidenses ofrecieron en directo a nivel nacional su partido de despedida; era la primera vez que varios operadores retransmitían un evento deportivo femenino al mismo tiempo. Este hecho fuera de lo común se explica por la contribución de la futbolista en los importantes éxitos conseguidos en los últimos años por su selección, pero también por su relevante papel fuera de los terrenos de juego en la lucha por conseguir unas mejores condiciones de trabajo para las jugadoras. Si juntamos ambas facetas, nos encontramos con un referente cuyo legado se extenderá en el futuro.

El hecho de estar embarazada de su segundo hijo ha llevado a Morgan a anunciar su retirada con 35 años, tras una carrera que empezó en equipos cadetes cuando tenía 14 y que después de su etapa universitaria, en la que jugó tres años con las California Golden Bears, en Berkeley, donde se graduó en Economía Política, le ha llevado a militar en cinco equipos norteamericanos; a jugar en Europa en el Olympique de Lyon francés y el Tottenham inglés, y a atesorar un palmarés repleto de logros, tanto a nivel de clubes, donde resaltan dos Ligas estadounidenses, una Liga y una Copa francesas y una Champions femenina, como en la selección, donde brillan de forma especial los dos Mundiales (2015 y 2019), el oro olímpico de Londres (2012) y dos títulos de la Concacaf (2014 y 2018).

Su nombre empezó a sonar con fuerza cuando con 17 años fue convocada por la selección sub-20, aunque pronto descubrió que el camino no iba a ser siempre fácil. En un amistoso con el equipo nacional sufrió una grave lesión de ligamentos que la tuvo casi un año de baja. Un sinsabor que encontró su contrapunto al poco de reaparecer, cuando fue decisiva para que Estados Unidos se proclamara campeona del mundo sub-20 al marcar cuatro goles en la competición, incluido uno fantástico en la final. Para entonces ya la empezaron a conocer con el apodo de “baby horse”, por su velocidad y su manera de correr. Su debut con la absoluta se produjo en un amistoso contra México en marzo de 2010. Desde entonces ha disputado 224 partidos con la selección y es la novena jugadora con más presencias en el equipo nacional, con el que marcó 123 goles, siendo la quinta integrante en la historia del combinado que más anotó, y dio 53 asistencias. Desde que se estrenara con el primer equipo nacional, ninguna otra jugadora ha participado en tantos goles.

De todos sus tantos con la absoluta, nueve los anotó en fases finales de Mundiales, seis en Juegos Olímpicos y 12 en fases finales de Concacaf. Es la segunda jugadora que más veces ha sido elegida en el World 11 femenino (el mejor once del año), con seis presencias, una distinción que entrega la FIFA con los votos de las futbolistas. De la importancia que adquirió a nivel internacional habla el hecho de que en 2016 fuera elegida para aparecer junto a Leo Messi en la portada del famoso videojuego FIFA en la edición de Estados Unidos, siendo la primera vez que una jugadora era elegida para ese fin. 

En 2016 fue elegida para aparecer junto a Leo Messi en la portada del famoso videojuego FIFA en la edición de Estados Unidos

Su tirón mediático llevó a muchas empresas a contratarla para sus campañas publicitarias, lo que la ha convertido, según la revista Forbes, en la futbolista con más ingresos en el pasado año 2023, con nada menos que 6,3 millones de dólares de ganancias por publicidad, a lo que se suman los 800.000 dólares de su contrato en San Diego Wave, el equipo con el que ha terminado su trayectoria deportiva. El año pasado, una cadena de televisión le regaló una estatua de casi seis metros de altura con su cara y levantando la copa del mundo, que se asemejaba a la estatua de la libertad. Ha protagonizado campañas nacionales para difundir  hábitos saludables y para demostrar que los deportes pueden lograr que las niñas se sientan seguras de sí mismas. Hasta tiene una película inspirada en su vida: Alex y yo y una colección de 12 libros, The kicks, escritos por ella, sobre un equipo femenino infantil.

No fue casual que en su último partido el juego se detuviera en el minuto 13 para retirarse del campo con las botas en una mano entre la ovación de compañeras, rivales y aficionados. Ese es el número que le ha acompañado toda su vida en la camiseta y que lució en honor de una de sus grandes referencias, la jugadora Kristine Lilly, que también lo llevaba. Lejos de supersticiones, a ella siempre le dio buena suerte llevar ese dorsal.

Aunque si importante ha sido su papel como jugadora, casi más es el que ha desempeñado en la defensa de la igualdad de género dentro de su ámbito. Para muestra, su participación en la demanda interpuesta por 28 jugadoras en 2019 ante la Corte Federal contra la Federación de Fútbol de Estados Unidos por discriminación de género institucionalizada. Ya antes, en 2015, fue una de las cinco futbolistas que presentó una queja ante la Comisión de Igualdad de Oportunidades en el Trabajo. Uno de los puntos importantes de la denuncia era la mejora de las condiciones salariales: ellas, que ganaban muchos más títulos que sus compañeros masculinos de la selección, recibían tres veces menos dinero. Además, pedían mejoras en distintos aspectos en los que notaban un trato desigual, como una mayor promoción de su actividad, mejor programación de partidos, mejoras en tratamientos médicos, desplazamientos y alojamientos y no tener que volver a disputar partidos en campos de césped artificial.

“Saber tu valor es importante y no hay que disculparse por querer verlo reflejado en tu salario y en el respeto del entorno de tu trabajo”, señaló Morgan en una entrevista con la revista Allure. Esta lucha la llevó a ser portada de la prestigiosa Time y a ser incluida entre las 100 personas más influyentes del mundo en 2019. En la misma publicación dejaba clara su queja por la situación que atravesaban: “¿Cómo puede ser que hayamos tenido que luchar todo este tiempo, año tras año? En algún momento había que plantarse”. En 2022 se llegó a un acuerdo por el que la federación pagó 24 millones de dólares a las jugadoras para solucionar la cuestión de la desigualdad salarial que reclamaban desde 2015. Al mismo tiempo, el organismo se comprometía a proporcionar una tasa salarial igualitaria en el futuro para las selecciones masculina y femenina en todos los torneos. El resto de las demandas sobre las condiciones de trabajo ya se habían solucionado en negociaciones anteriores fuera de los tribunales.

Crítica con políticos como Donald Trump, al que junto a otras compañeras de la selección se negó a visitar en la Casa Blanca tras ganar el Mundial de 2019 “por no sentirme identificada con muchas de las cosas que representa”, su trabajo en la defensa de las mujeres deportistas tiene otros momentos destacados. Como su intervención para poner en marcha una política efectiva contra el acoso en la liga estadounidense tras darse a conocer varios casos de entrenadores acusados de conducta sexual inadecuada o de abuso verbal y emocional. Al comprobar que el manual de jugadoras no incluía protecciones específicas en esos casos, lideró una iniciativa en la que más de 200 jugadoras solicitaban a la Liga soluciones específicas para garantizar un lugar de trabajo “seguro e inclusivo”, incluyendo una forma de presentar quejas que contara con la protección de la organización. Una investigación independiente confirmó en octubre de 2022 que se había producido abuso sistémico y mala conducta sexual a lo largo de los años en muchos equipos de la competición. 

Lideró una iniciativa en la que más de 200 jugadoras solicitaban a la Liga soluciones específicas para garantizar un lugar de trabajo “seguro e inclusivo”

No dudó tampoco en dar su apoyo a Jenni Hermoso tras lo sucedido con el presidente de la Federación Española, Luis Rubiales. En sus redes sociales escribió: “Me repugna la actuación pública de Luis Rubiales. Apoyo a Jenni Hermoso y a las jugadoras españolas. Ganar un Mundial debería ser uno de los mejores momentos en la vida de estas jugadoras, pero en cambio se ve eclipsado por las agresiones, la misoginia y los fallos de la Federación Española”.

Ese instinto de luchar por la igualdad de género le viene de la educación que recibió de pequeña. En una entrevista en L’Equipe reconocía que “en casa, mi mamá y mi papá compartían por igual las responsabilidades de la familia. Ellos nunca me hicieron sentir que hubiera actividades de chicos y actividades de niñas”. No es extraño que fuera de las primeras en unirse a la iniciativa de Juan Mata, denominada Common Goal, para donar el 1% de su sueldo a proyectos benéficos. Ni que haya creado una fundación que busca promover la igualdad en el deporte, el empoderamiento de las niñas y el apoyo a las madres. Tampoco que haya promovido con otras deportistas una empresa de medios, “Togethxr”, para dar voz y visibilidad al deporte femenino. 

Iniciativas a las que se dedicará a partir de ahora, además, por supuesto, de pasar más tiempo en familia. Casada con el también futbolista mexicano Servando Carrasco, a cuya madre iba dedicada la cinta rosa con la que ha jugado desde hace años como señal de apoyo por el cáncer de pecho con el que lleva luchando desde hace tiempo, tiene una hija de cuatro años, Charlie, que hace unos días le dijo que cuando sea mayor quiere jugar al fútbol. Lo mismo que le escribió Alex a su madre en un papel cuando era pequeña. Un deseo que “me pone muy orgullosa. No porque quiera que lo sea, sino porque ahora existe un camino con el que hasta una niña de cuatro años puede soñar. Estamos cambiando vidas y el impacto que tenemos en la próxima generación ya es irreversible. Estoy orgullosa y feliz de haber podido contribuir al avance del fútbol femenino”.