Procesando el yuyu
Lo de ERC
El procés ha acabado por generar un nacionalismo catalán tan excluyente, incívico y peligroso como el español, cuyos logros todos conocemos. Es un problemón nuevo, que tendrá sus consecuencias
Guillem Martínez 19/12/2024
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1- En el momento en el que escribo estas líneas toda la energía del Estado se está invirtiendo en el esfuerzo descomunal de llevar al trullo a Sánchez o/y a su familia. Es, en fin, la época. No sucede, así, nada en España que no suceda en el mundo, si bien la originalidad española es que, por aquí abajo, el fenómeno ocurre al revés: mientras en Europa, USA, Sudamérica, Asia, se asiste a la toma del Estado por parte de partidos de la nueva extrema derecha, en España sucede lo mismo pero a la inversa: la toma del sistema político por parte del Estado, en este caso, el Judicial.
2- Aparte de esa pulsión golpista desordenada, violenta, sostenida y sin tanta inteligencia como sus creadores creen, la noticia de estos días está varias casillas más abajo. Es lo de ERC.
3- ¿Qué ha pasado en ERC? ¿Por qué es importante? Sinopsis. El pasado junio se produjo la crisis explícita en ERC. Básicamente lo que sucedió es lo siguiente –no se lo pierdan, que explicado literalmente suena brutal–: el staff de ERC intentó, por todos los medios, expulsar a su líder, Junqueras y, en ese trance, seguir vivo como staff. Como ven, se trataba de una coreografía de absoluta violencia, que, como es habitual, en Cat –como en su día Bizancio, otra potencia por la que no pasan los años– transcurrió bajo una aparente cordialidad. Se pactó, así, realizar una cosa rarísima. Un congreso sin congreso, en el que, tan solo, se votaría la presidència del partido. Por el sistema de primera y segunda vuelta. En la primera vuelta, que tuvo lugar en noviembre, se presentaron tres listas. Las llamaremos lista a), lista b) y lista, hummmm denme un momento que lo piense, c).
4- La lista a) era la de Junqueras. Es decir, una lista de continuidad. La lista b) integraba al staff anterior de Junqueras. Es decir –rayos, me está dando la risa–, una lista de continuidad. Curiosidad: no estaba liderada por Marta Rovira –ha radicado su residencia en Suiza, de donde no piensa volver ni harta de garnacha–, sino por otro líder, Godàs. La ausencia de Rovira en esa lista era, por lo tanto, un indicio de que nadie se creía mucho esa lista. Tanto la lista a) como la lista b), por el mismo precio, compartían tanto las tomas de decisiones del pasado, como la reconversión de ERC en un partido de guerra cultural y el consiguiente uso cotidiano de una herramienta denominada mentira –¿recuerdan lo de hacer un Estado en, plis-plas, 18 meses?–. Y, por eso mismo, también el uso de formas irregulares de propaganda, mentiras más intensas que las mentiras intensas y emitidas bajo la forma de ataques de falsa bandera. Se trataba, por ejemplo, de carteles contra los Maragall aludiendo al Alzheimer, o monigotes colgados en puentes, con el careto de Junqueras. La función de todo ello era provocar la ira –único fruto de la guerra cultural– al simpatizante de ERC, para que votara más y mejor a ERC. Esa ERC oculta, el CNI de ERC, o como se llame, trabajaba, además, con cuentas fake en el entonces Twitter –en 2019, Twitter clausuró 130 de esas cuentas, llamando a la alarma y ubicando a ERC al mismo nivel de toxicidad que a Rusia o a China; tiene guasa–. ERC, en los tiempos duros del procés, también practicó cierto escuadrismo digital, linchamientos, ataques en grupo, intensos, desmesurados, iniciados por políticos de ERC y dirigidos a cuentas de periodistas escasos de fe. Pues bien, la tercera lista, o lista c) estaba liderada por Alfred Bosch, según Twitter uno de los políticos más beneficiados por las cuentas falsas de ERC en Twitter, y que en su día fue cesado de sus cargos por un caso de acoso. Lo que lleva a la idea de que la lista c) también era, y como una casa, de continuidad. Las listas a), b) y c), una continuidad que tenía que haber sido excluida por criterios éticos, era, en fin, el futuro.
5- En la primera vuelta de las elecciones, fue eliqui la lista c), o de continuidad. Por lo que el duelo quedaba entre la lista a), de continuidad, y la lista b), o de continuidad. Este finde el duelo se ha dirimido. Ha ganado la lista de continuidad a), la de Junqueras, mientras ha perdido la lista de continuidad b).
6- Es importante saber, en todo caso, por qué ha ganado una lista de continuidad y no otra lista de continuidad.
7- La lista a) ha ganado por escasos 600 votos. Es decir, poco, nada. Para que la lista a) hubiera ganado por mucho, o para que la lista b) hubiera ganado por algo, lo que tenían que haber hecho, tanto la lista a) o la lista b), era sencillo, poco arriesgado y dentro de la cultura propagandística gore de ERC. Consistía en reclamar el voto a los 2.847 militantes que votaron por el no en la consulta del pasado agosto para evaluar el pacto de Govern de ERC con Illa/PSC. Es importante, en ese sentido, que ni la lista a) ni la b) –ni tampoco, por cierto, la c) cuando estaba viva– hayan recurrido a esa opción. Lo que significa que a), b) y c), la continuidad, dan por finalizado el periodo de guerra cultural, y están de acuerdo en adentrarse en una época de pactos, tanto con PSC como con PSOE, posiblemente mínimos, cutrilongos, alejados de la estética épica y maximalista del procesismo, cuando solo se pactaba, y en olor de multitudes, el color de la moqueta del futuro despacho de la delegación cat en la ONU.
Dan por finalizado el periodo de guerra cultural, y están de acuerdo en adentrarse en una época de pactos, con PSC y con PSOE
8- Ha ganado, discretamente, la lista a) y han perdido la lista b) y c). Es decir, se ha perdido más de lo que se ha ganado. Por lo que debe de haber perdido algo más amplio e impreciso que las tres candidaturas. Lo que ilustra un fenómeno que no es nuevo, que se arrastra hace más de una década, y que ha sido parcialmente paliado, por un tiempo, por la electricidad aparatosa de ese espectáculo llamado procés. Es algo que afecta a los partidos que participaron de pleno en el procés, Junts, CUP, o los sectores de Comuns que se aproximaron –hasta quemarse– a aquella disciplina poco más que léxica, sin programa efectivo, salvo el encendido de almas y la creación de polarización social, esa lacra social, si bien ese chollo electoral. Se trata de una crisis histórica, sin precedentes, sumamente grave, en el catalanismo. El catalanismo ha llegado al fin de un momento, como poco, cíclico.
9- El catalanismo, un nacionalismo extraño, que no aspira a la indepe, sino a la triada instituciones, lengua y orden, parece haber quemado su última etapa y formulación, el pujolismo. La originalidad de Pujol fue la creación de un catalanismo sin proteccionismo –opción ya imposible con la integración europea en marcha–, en el que las instituciones fueron, de hecho, lo que antaño fue el proteccionismo –lo suplieron, al proteger, dar ingresos, honor e identidad a los nietos de los fabricantes; y, claro, a Pujol, que amasó una fortuna con ese nuevo proteccionismo llamado autonomía–, y en el que el proteccionismo mismo fue sustituido por nuevos fenómenos, menos tangibles, si bien más excitantes, participativos y explosivos, como el agravio, o la construcción de sensación de Estado, de una percepción teatral y constante de bilateralidad, nunca confirmada por la ley, pero sí con negociaciones eternas, dramatizadas, con el Estado. La crisis de 2008 y con ella la reforma constitucional que en 2011 suprimió, efectivamente, el Bienestar, lo que acabó con el R’78 –ahora estamos, si se fijan, en otro sitio, más sórdido e inhóspito, en el que, lo dicho, se puede llevar a chirona a un presi de Gobierno, por ejemplo–. Y por lo mismo, también acabó, zas, con el catalanismo pujolista, incapaz de su única y poco épica función real: implementar, cada mañana a primera hora, el Bienestar en un territorio. El procés, ese intento desesperado no de llegar a la indepe, sino de mantener una autonomía, vertebradora del Bienestar, sin Bienestar y a partir de categorías netamente pujolistas –es decir, culturales, nunca efectivas–, es lo que le siguió. Una vez muerto, ¿qué queda?
10- Quedan las listas a) b) y c). Es decir, continuidad. Léxico y dinámicas proyectadas, pero ningún programa, salvo pequeños pactos coyunturales en una política con poco margen. Los partidos que provienen del catalanismo no solo no tienen nada que decir, sino que lo que siempre han dicho –recordemos: instituciones, lengua, orden; no es mucho– lo puede hacer, incluso más y mejor, Illa. De hecho, lo está haciendo, al menos, más, tras más de diez años en los que los partidos de origen catalanista no cultivaron, al menos, las instituciones y el orden. Es decir, que todo el pack catalanista se lo puede quedar Illa por mucho tiempo, pues no hay nada que se le enfrente, solo discursos referenciales de agravio y esencialismo. Si bien el procés ha erosionado y llevado a la crisis al catalanismo, jugando con fuego, explorando nuevas vías jamás exploradas con tanto ahínco –como la expulsión, el alejamiento de la catalanidad, de la ciudadanía cívica, a todos aquellos díscolos ante el procés, esa nada; jamás hubo, de hecho, tantas expulsiones de ciudadanos en el periodismo cat, que en ocasiones pareció consistir tan solo en eso–, ¿ha servido, al menos, para crear una cultura indepe, es decir, no catalanista, pero efectiva?
La cultura indepe cat es, en fin, endeble, pues no existe Estado imaginado
11- En Cat, a diferencia de Euskadi y Navarra, autonomías forales, desde la desaparición del federalismo no hay cultura de Estado. Por eso, precisamente, Pujol pudo haber mangado tanto y tan mal, sin ningún resorte que lo impidiera. Por eso pudo existir algo como el procés, una promesa de Estado no desmentida en 3, 2, 1, por el conocimiento de lo que en realidad es el Estado. Por eso mismo la cultura indepe cat es, en fin, endeble, pues no existe Estado imaginado. La novedad, una novedad que lo cambia todo, son los puntos en los que, tras chorrocientos años de procés, se ha dibujado un independentismo efectivo, con programa y con cultura de Estado. Esos puntos son la nueva extrema derecha, que sueña y pugna con un Estado fácil de comunicar y visualizar, pues ya existe en Europa, en los Estados en los que la extrema derecha corta el bacalao. Se trata de un Estado racial, con una idea de democracia supremacista, y con un solo problema –la inmigración–, al que se haría frente con toda la aparatosidad y fuerza constante del Estado, en una suerte de revolución continua. Es un nuevo independentismo que está integrando en el corpus indepe y catalanista, objetos que nunca se habían integrado en ese corpus, como las veleidades fascistas del catalanismo en los años treinta del XX, y que ahora son regiones del pasado tabuladas, normales. Fases heroicas, patrióticas, como cualquier otra fase.
12- El procés fue un combate entre ERC y Junts por la hegemonía en la autonomía –el proteccionismo, esa bicoca–. ERC ha perdido. Pero Junts no ha ganado. O, al menos, está en las mismas. Es decir, ha vuelto a la política. No a la épica, sino a la aburrida. Está en el mismo modo y lugar que ERC. Y está ahí a cuatro patas, sin ningún otro sitio a donde ir, como ERC, al punto que esta semana Puigdemont ha despedido a todos los trabajadores del Consell de la República, esa cosa que no sirve de nada, salvo para visualizar la corrupción ejercida. Junts está en el mismo punto que ERC, incluso repitiendo las mismas y absurdas coreografías: tras su congreso de octubre, en Junts también siguen mandando los líderes infalibles que se equivocaron en todo durante el procés. La única diferencia es que Junts sabe quién es su contrincante. No es el PSOE –aunque tenga que exhibirlo así a sus votantes–, y ya no es ERC. Su enemigo parte de la aludida crisis del catalanismo y del independentismo. Es un partido poseedor de la única cultura indepe fuerte y asentada, que le ha chuleado el 5% de sus votos desde las últimas autonómicas. Es Aliança Catalana, la nueva extrema derecha explícita.
13- El procés ha acabado con un nacionalismo catalán tan excluyente, incívico y peligroso como el español, cuyos logros todos conocemos. Es un problemón nuevo, que tendrá sus consecuencias. Si el catalanismo y el independentismo no responden con ideas nuevas, con una lectura del siglo XXI –y esas cosas no se improvisan–, el catalanismo y el independentismo, hoy precarios, pueden ser engullidos con patatas por ese nuevo independentismo, que puede ser el hegemónico.
14- ¿Cómo le afecta todo eso a Sánchez? Tal vez en poco. Junts y ERC han vuelto a la política cutre. Tendrán que emitir, periódicamente, que no es así. Puigdemont lo está haciendo ahora mismo, con la moción de confianza esa, un posicionamiento infantil que el PSOE ha tratado como tal –aplazando su incorporación al pleno hasta febrero; es decir, desestimándola, pero con otras palabras–. Se trata de simular plantes. Pueden salirse de frenada en alguno de ellos, como Puigdemont el 25-O, cuando esa lumbrera sin una idea clara del Estado creyó que no frenando negociaba. Pero el resto del tiempo –y la política es eso, tiempo; mucho–, tendrán que aceptar su nueva situación y dedicación: los pactos pequeños, nunca estructurales. La provincia. Lo que han construido con sumo esfuerzo, al cabo de más de una década.
1- En el momento en el que escribo estas líneas toda la energía del Estado se está invirtiendo en el esfuerzo descomunal de llevar al trullo a Sánchez o/y a su familia. Es, en fin, la época. No sucede, así, nada en España que no suceda en el mundo, si bien la originalidad española es que, por...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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