PATRIARCADO
Terrorismo incel: una historia de blanqueamiento
A pesar de que los atentados de los célibes involuntarios se han cobrado, al menos, 50 vidas, medios y jueces siguen ocultando la existencia de estos grupos de misóginos violentos
Diego Delgado 12/01/2025
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“No me toques, hija de puta, las mujeres me tenéis que tener miedo, putas, que para eso os pego”. Estas fueron las palabras pronunciadas por S. C. mientras atacaba a una de las agentes que le detuvieron en febrero de 2023. Un par de días antes, había sumado a su lista de agresiones a mujeres –15 casos conocidos entre 2020 y 2023– lo que él creía que había sido un asesinato: “Es por la puta que maté, ¿no?”, preguntó al ser capturado. Afortunadamente, se equivocaba. La víctima en cuestión era una empleada de la limpieza del Metro de Madrid de 60 años a la que propinó una brutal paliza solo por el hecho de ser mujer. No se conocían de nada, pero se cruzaron en un andén y él intentó asesinarla a golpes. Ella sobrevivió, aunque con secuelas visuales y auditivas.
A pesar de que la Fiscalía propuso la agravante de género por motivos evidentes, los delitos de S. C., todos ellos dirigidos contra mujeres, fueron condenados como simples agresiones. La razón es que, según su defensa, este hombre “odia a todo el mundo”.
Una amenaza real y organizada
Sídney, abril de 2024. J. C. saca un cuchillo en medio de un centro comercial y comienza a apuñalar a mujeres. Mata a cinco, además de a un trabajador de seguridad –este sí, hombre– que trató de detener la masacre, y hiere a más de una decena de personas, entre las que solo hay dos hombres.
Los testimonios afirman con rotundidad que el asesino tenía como objetivo a las víctimas femeninas. Karen Webb, comisaria de policía del estado de Nueva Gales del Sur, coincide: “Es obvio para mí y es obvio para los detectives que el agresor se centró en las mujeres y evitó a los hombres”. Y el propio padre de J. C. cierra la puerta a cualquier tipo de duda: “Quería una novia, no tiene habilidades sociales y estaba frustrado”.
Sin embargo, el primer ministro australiano, Anthony Albanese, habló de “un horrible acto de violencia dirigido indiscriminadamente a personas inocentes”. Esa impresión es la que recogieron los medios en España, que colocaron la aleatoriedad del ataque y la negación de la motivación terrorista en lugares prioritarios a la hora de informar sobre lo ocurrido.
Si alguien poco versado en las dinámicas de la misoginia online lee la cobertura mediática de estos casos o atiende a las sentencias, es probable que piense en estos dos individuos como dos trastornados, sin más. Pero exigir a las mujeres que se comporten como sujetos subyugados al hombre por miedo a que este ejerza violencia contra ellas –“me tenéis que tener miedo, putas, que para eso os pego”– y hacer pagar al género femenino con asesinatos la incapacidad de establecer relaciones con mujeres –“quería una novia (...) y estaba frustrado”– son dos actitudes que forman parte de un corpus ideológico concreto y organizado, que suele simplificarse en el término “incel”.
Laura Bates, en la investigación que dio lugar a Los hombres que odian a las mujeres (Capitán Swing, 2023), hizo una labor de recopilación de atentados incel cuyo número de víctimas asciende a 118 –50 mortales y 68 heridas–. La cifra es estremecedora, sobre todo teniendo en cuenta que solo computan aquellos ataques en los que hubo una reivindicación manifiesta de pertenencia activa y consciente a alguna de las comunidades de misóginos organizados que engloba el paraguas terminológico de lo incel.
Ya se está empezando a acumular bibliografía que aproxima lo incel a la categoría de terrorismo
Durante años, la política, la justicia y los medios de comunicación se han esforzado por convertir los atentados misóginos relacionados con esta comunidad en sucesos aislados; sin embargo, desde la academia y algunas instituciones ya se está empezando a acumular bibliografía que aproxima lo incel a la categoría de terrorismo. O, directamente, lo incluye en ella.
Así describe este movimiento violento un informe de la Comisión Europea: “Las comunidades digitales de ínceles presentan hoy en día una ideología misógina consolidada, son más extremas y tienen un discurso que ensalza a los asesinos en masa e incita a la violencia (...) Se refieren a los asesinos ínceles con el título honorífico de ‘santo’ y, en algunos casos, los describen como mártires”.
Por su parte, una de las investigaciones más profundas acerca de este fenómeno, publicada en la revista científica Studies in Conflict & Terrorism, afirma que “las manifestaciones violentas de la ideología [incel] suponen una nueva amenaza terrorista”.
En algunos países, la evidencia ya es demasiado grande como para ignorarla. Es el caso de Canadá, lugar que presenció una de las mayores matanzas incel hasta la fecha: el atentado de Alex Minassian –“¡La rebelión incel ya ha comenzado!”, dejó escrito antes de matar a diez personas– en 2018. Allí, la justicia ya ha establecido jurisprudencia al respecto al condenar por terrorismo incel el asesinato de una mujer en el año 2020, cometido por un joven inmerso en las redes de esta ideología misógina.
¿Y aquí?
España es el octavo Estado europeo con más usuarios en incel.is, el foro que sirve como cuna del movimiento incel a nivel internacional. Cabe destacar que se trata de una web en inglés, por lo que la barrera del lenguaje puede estar influyendo en esa posición. Hay otros lugares, más específicamente patrios, en los que este odio se expande libre y demuestra que deberíamos tomarnos muy en serio su amenaza.
Cuando la noticia del intento de asesinato a golpes de S. C. llegó a burbuja.info, uno de los principales espacios digitales de reunión de los célibes involuntarios (“incel” viene de involuntary celibate) en España, muchos participantes se preguntaron cosas como “¿ya ha trascendido el nombre del forero?” o “Que (sic) usuario tiene?”. Otros se lamentaban: “Otro forero caído en combate”; y los más radicalizados dieron rienda suelta a su odio: “Me la suda. Los problemas de las mujeres no son mis problemas. Por mí como si las matan a todas. Me odian a mí y quieren mi destrucción”; “Ellas se lo han buscado por no desvirgarme. Ellas se lo han ganado. Eligieron mal. Tengo las pelotas como una olla express pitando. Esto va a estallar”; “Bueno, si el miedo va cambiando de bando..... (sic) Ni tan malo”.
Detrás de burbuja.info está Carlos López, CEO de la empresa Netknow SL, que gestiona, además de este foro, las web ahorro.net y euribor.com.es. Cuando, en 2018, algunos de los usuarios empezaron a ser investigados por difundir información personal de la víctima de La Manada, López, lejos de perseguir estos actos delictivos en su página, se ofreció a ayudarles: “Mi propuesta es que todo nos lo gestione el mismo abogado (en principio el mío, aunque puede ser el que queráis), nos haga un precio conjunto y yo pago la mitad del asesoramiento y defensa”.
El terrorismo siempre son las otras
La construcción mental del concepto “terrorismo” hace que, más allá de su signficado, solo sea aplicable a aquellas identidades o comunidades que ponen en peligro el statu quo. Es decir, que la otredad entra en juego como un filtro previo a los criterios aparentemente objetivos de la categoría “terrorismo”. Uno de los mejores ejemplos para entender esto es la inclusión del “ecologismo radical” entre las amenazas terroristas en la Memoria de la Fiscalía General del Estado de 2022. El movimiento ecologista no puede estar más alejado de la definición de terrorismo; de hecho, son sus activistas quienes están siendo asesinadas sistemáticamente. El único motivo para tomarlo como tal es que pone en riesgo la racionalidad capitalista.
La sociedad occidental está construida en torno a la figura del hombre blanco cisheterosexual
De igual manera, ciertos delitos cometidos por una persona racializada o perteneciente a la comunidad musulmana siempre van a ser susceptibles de ser juzgados como actos terroristas, aunque no encajen del todo en su definición; mientras que crímenes explícitamente perpetrados en pos de un objetivo marcado, e incluso reivindicados por otros adeptos a una comunidad que propone el asesinato y el terror organizados como senda deseable, quedan automáticamente desligados de lo terrorista. Es lo que ocurrió en los dos casos que abren este artículo –si deberían ser tachados como terrorismo o no es cosa de la justicia, lo relevante aquí es el descarte automático de esa posibilidad–. ¿De qué hablarían los medios de comunicación y en qué dirección irían las pesquisas policiales/judiciales si quien hubiese apuñalado a más de una decena de personas en el centro comercial de Sídney fuese musulmán? ¿Cuánto habría tardado en valorarse la aplicación de la agravante de terrorismo si los gritos de S. C., mientras era detenido, hubiesen apelado a la religión en vez de al género?
La sociedad occidental está construida en torno a la figura del hombre blanco cisheterosexual, por lo que la violencia contra las mujeres es, en primer término, una reacción de esta identidad ante los cuestionamientos del orden de género que le otorga una posición de total privilegio. El fundamentalismo misógino en el que se inspiran los atentados incel surge de los intentos desesperados por blindar un statu quo, el nuestro, en el que lo masculino domina, oprime y decide sobre lo femenino. Empezar a tratar estos ataques como la amenaza terrorista que algunos afirman que entrañan, supondría situar este tipo de violencia patriarcal en esa posición de otredad que se asigna directamente a lo perteneciente a dicha categoría. Una decisión cuyas implicaciones irían mucho más allá de lo jurídico.
En cambio, seguir actuando como si fuesen lobos solitarios normaliza su actividad violenta y acerca la ideología incel a muchísimos hombres jóvenes que buscan respuestas a su malestar.
“No me toques, hija de puta, las mujeres me tenéis que tener miedo, putas, que para eso os pego”. Estas fueron las palabras pronunciadas por S. C. mientras atacaba a una de las agentes que le detuvieron en febrero de 2023. Un par de días antes, había sumado a su lista de agresiones a mujeres –15 casos conocidos...
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Diego Delgado
Entre Guadalajara y un pueblito de la Cuenca vaciada. Estudió Periodismo y Antropología, forma parte de la redacción de CTXT y lee fantasía y ciencia ficción para entender mejor la realidad.
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