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'Le Canard Enchaîné', año 100

Tras los atentados contra 'Charlie Hebdo', el semanario satírico francés celebra un centenario marcado por la competencia con Mediapart e Internet

María D. Valderrama París , 29/01/2015

Redacción de Le Canard Enchaîné.
Redacción de Le Canard Enchaîné. MARÍA VALDERRAMA

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Le Canard Enchaîné es una auténtica institución en Francia. Este periódico semanal de ocho páginas, que celebra en 2015 su centenario y que aún mantiene el diseño de sus comienzos —lo que además le añade el encanto de ser vintage—, ha hecho caer a ministros y a altos cargos del Gobierno francés, de izquierdas y de derechas, manteniéndolo en el pódium de la prensa francesa durante décadas. Su nombre hace referencia a la prensa (canard significa periódico en el lenguaje coloquial) censurada, callada, encadenada (enchaîné), que a veces olvida que la libertad de prensa está ahí para usarla.

Llevó dos semanas poder concertar una cita en Le Canard Enchaîné. Los redactores y contactos cercanos contactados parecían dispuestos a ayudar pero, a la hora de la verdad, nadie respondía al teléfono. El redactor jefe siempre estaba ocupado o fuera de la redacción. ¿Un periódico con el que no se puede hablar? Último intento desesperado: el teléfono de Jean-François Julliard, redactor jefe adjunto, está a punto de hacer sonar el último tono cuando se escucha un “allô?” al otro lado del teléfono. “Venga el próximo jueves”, dice. Voilà.

La recepción, donde los lectores acuden a abonarse, está decorada con una caricaturizada escultura de Charles de Gaulle y un recopilatorio de ilustraciones en las paredes, los grandes hits. La secretaria insiste: “Julliard es encantador”. El periodista llega acompañado de una adolescente que trae una pequeña libreta y un bolígrafo. “Viene a aprender”, dice Julliard. En la cafetería más cercana, Julliard se sienta a esperar las preguntas, sin dar mucha charla y respondiendo de forma directa, algo cortante, mientras la joven Miriam transcribe en su cuaderno a toda máquina.

Julliard se remonta a los comienzos del periódico, fundado en 1915, para explicar cómo lograron el éxito actual. Fue en los años 60 cuando empezaron las famosas y suculentas revelaciones que, en muchos casos, han marcado la vida política del país. “En esta época Le Canard se opuso a la guerra de Argelia y reveló algunas cosas que eran contrarias a las políticas de De Gaulle”, recuerda. “Francia estaba en plena expansión económica y algunos hombres de Estado se aprovecharon de este éxito para ganar dinero de forma ilegal. Le Canard reveló muchos de estos casos”. En los años 80 el periódico comenzó a alcanzar los 400.000 ejemplares vendidos, con unos 80.000 abonados.

Hay muchas cosas que hacen especial a este semanario. Por un lado, la ausencia de publicidad: se financia únicamente con los ingresos de las ventas y los abonados, manteniendo alejadas las presiones económicas. Por otro lado, el lenguaje: al margen de la normalidad y los formalismos de la prensa convencional, Le Canard se caracteriza por el humor y el tono satírico que emplea en cada una de sus informaciones, casi siempre acompañadas por ilustraciones. Julliard presume de ello cuando afirma ser el periódico con más ilustraciones de Europa o, también, el único de todo el continente que no ha aumentado su precio en los últimos 23 años: 1,20€.

Lo cierto es que la redacción se mantiene en una especie de limbo informativo, alejada de las angustias que ha traído Internet al mundo de los medios de comunicación. Le Canard Enchaîné ha decidido, simplemente, no entrar al trapo: su página web es un portal donde publican únicamente las portadas. Tampoco tienen presencia en redes sociales; tan solo un ligero escarceo en Twitter que utilizan para avisar de sus últimos bombazos. La respuesta de Julliard es que “por el momento” no piensan en adaptarse porque “Internet no es rentable y no tenemos ganas de perder dinero”.

Cada mes de septiembre, Le Canard Enchaîné hace públicas sus cuentas. Aunque el periódico presume de una salud de hierro —su beneficio en 2013 fue de 2 millones de euros—, sus ventas bajaron un 16% en el último año en comparación con 2012, cuando obtuvo un beneficio de 2,9 millones de euros, y aún más observando las cifras de 2011 (4,8 millones).

En una entrevista en el periódico Libération, Michel Gaillard, director de Le Canard, y Louis-Marie Horeau, redactor jefe, achacaban el descenso a la alternancia política y aducían que las ventas siempre bajan cuando la izquierda está en el poder. “Cuanto más animada está la vida política, mejor está el periódico. Y viceversa”, declaró Horeau. Ambos negaron que la bajada se deba a que, desde hace algunos años, el diario digital Mediapart esté copando buena parte de la escena mediática con la publicación de sustanciosas investigaciones exclusivas que también se han llevado por delante a diferentes cargos políticos en sonados casos como Bettencourt, Karachi o Cahuzac. Mientras los abonados de Le Canard se mantienen en torno a 70.000, los de Mediapart no paran de aumentar y ya rozan los 100.000.

Sin duda, y a pesar de sus particularidades, son los escándalos revelados por Le Canard los que han hecho de él lo que hoy es. En 1979 publicó que el dictador centroafricano Jean-Bédel Bokassa había estado regalando diamantes al presidente francés Valéry Giscard d’Estaing. Éste nunca se recuperaría de la revelación, que le haría perder las elecciones de 1981 frente al socialista François Mitterrand. Los intentos de truncar la labor del periódico solo han conseguido hacerle más fuerte. En una ocasión, los servicios secretos franceses trataron de colocar micrófonos en la redacción, el caso se descubrió y el periódico llegó a vender casi un millón y medio de ejemplares.

Durante años, especialmente hasta la llegada de Mediapart en 2008, Le Canard Enchaîné fue el periódico que más revelaciones sacaba a la luz en Francia. Julliard insiste, sin embargo, en que su manera de obtener la información no es diferente a la del resto. “Tenemos nuestras fuentes; con ellas nos une una relación de confianza, y cuando tienen una información importante nos la confían a nosotros, como podrían hacerlo con Le MondeEl País o el que sea”. “Es cierto que durante mucho tiempo ha sido Le Canard principalmente el que ha revelado mayores informaciones porque, durante muchos años, la prensa no fue realmente libre. En los años 70 no se hablaba sobre el presidente de la República, los ministros, las grandes empresas o la Armada”.

Muchos lectores les ven como una marioneta dirigida por intereses, algo que Julliard no niega. “Todas las informaciones que nos llegan son informaciones interesadas; a veces ese interés es noble y en otras ocasiones responde a venganzas o a envidias”.

La política del periódico prohíbe a sus redactores aceptar cualquier tipo de regalo de una fuente. Los cafés y las comidas deben correr siempre a cuenta del redactor o colaborador y la empresa se lo reembolsará más adelante. Ninguna fuente recibe dinero por la información traspasada.

La entrada a la redacción del Canard, compuesta por 25 periodistas, supone una pequeña decepción: en algo más de 20 metros cuadrados, se encuentran cinco redactores —Julliard incluido—, escondidos entre montones de papeles apilados. Alicia Bourabâa es la más joven de la redacción. Lleva seis meses en el semanario, con el que ha firmado un contrato temporal. Además, es una de las cinco mujeres que trabajan en la redacción, bastante masculina por tanto.

Bourabâa ha pasado sus últimos años de estudiante como becaria en Le MondeL’Express y Regard, y agradece que Le Canard no esté presente en Internet. “Cuando dependes de Internet tienes que escribirlo todo inmediatamente; aquí tienes al menos una semana para tus artículos. Hay mucha menos presión”. Durante la conversación llegan otros redactores, que van ocupando sus mesas mientras leen el periódico y bromean entre ellos. “No tenemos horario”, continúa Bourabâa. “Hay una agenda de ciertos eventos que no te puedes perder, como la reunión de redacción o, los lunes, la víspera del cierre. Aparte de eso, cada uno viene según sus preferencias o necesidades”.

La periodista insiste en las diferencias que ha visto entre este y otros medios. “Algo que es muy importante aquí es que siempre tienes que mantener una cierta proximidad con tus contactos, contrariamente a otros periodistas que pueden permitirse ver a su fuente un día y ya nunca más. Aquí tienes que profundizar sobre los temas y lograr que esa persona tenga confianza para contarte una información que también puede ser peligrosa para ella”.

La conversación tiene como telón de fondo las charlas y bromas que se oyen en la sala de dirección, tras una puerta dentro de la misma redacción que Julliard pide especialmente no fotografiar: “Es mejor que no les molestes”, dice.

David Fontaine lleva en la redacción desde 1999, por lo que se atreve a ser algo más crítico con ciertas posiciones del periódico. “Es paradójico, porque somos un periódico de investigación pero no hacemos muchos reportajes. Algunos dirán lo contrario, pero de cualquier modo no tenemos periodistas sobre el terreno. Trabajamos mucho con chivatazos, archivos, encuentros secretos, fuentes… En parte es un periodismo un poco pasivo, de estar pegado a la silla. Por ejemplo, con la muerte de Rémi Fraisse —un joven ecologista de veinte años que murió recientemente en una manifestación, en principio, por una mala actuación policial—, teníamos un colaborador que estaba allí, pero nadie de la redacción. Lo hicimos todo desde París. En mi opinión, este es uno de los problemas de Le Canard”.

Fontaine también ayuda a comprender por qué resultó tan difícil hablar con ellos. “No está muy bien visto que cada uno utilice sus cuentas en Twitter como forma de darse a conocer independientemente”, explica. “La idea del director es que el periódico debe ser conocido por encima de sus firmas, que la gente piense en Le Canard antes que en el periodista. No podemos decir que privilegiemos mucho las firmas en el periódico”.

A pesar del éxito y de que la crisis (la económica y la de los medios de comunicación) no les ha afectado significativamente, reconocen que aún quedan muchos retos por delante, como la presencia en Internet o la distribución, y prometen seguir disfrutando de la libertad de prensa, que para eso la tenemos. Por ahora.

La visita a la redacción para escribir este reportaje se realizó semanas antes de los terribles atentados parisinos. Cada uno en un terreno distinto de la sátira, Le Canard Enchaîné compartía muchas cosas con Charlie Hebdo, incluso a algunos de los caricaturistas, como es el caso de Cabu, asesinado el 7 de enero. El equipo de Le Canard homenajeó a sus colegas una semana después de los asesinatos. Un gran autorretrato caricaturizado de Cabu y un mensaje de apoyo: “¡Vamos, chicos, no os rindáis!”, fue su portada. Tras él, dos textos: el primero reconocía que el shock había sido muy fuerte y recordaba la relación de proximidad entre ambos medios, especialmente al coincidir en la defensa de la laicidad. “Ambos nos hemos reafirmado como desmitificadores, impertinentes e irrespetuosos. Los lápices y la risa han sido nuestra única arma”, sentenciaban. Criticaron la actuación “hipócrita” de algunas de las actuaciones que siguieron al atentado: “¿Una ceremonia en Les Invalides -emblema de la Armada- organizada en homenaje a antimilitaristas? ¿El primer ministro turco osa manifestarse en París en defensa de la libertad de expresión mientras acaba con ella en su país?”, entre otras preguntas. Actos que, según la publicación, hubiesen provocado un ataque de risa a los ilustradores asesinados.

El segundo texto recoge, desgraciadamente, una amenaza que Le Canard Enchaîné recibió el día después del ataque: “Es vuestro turno”. El correo electrónico llegaba incluso a señalar que el asesinato se produciría en esta ocasión con hachas en lugar de metralletas. “Muy oportuno en un momento en el que no resulta fácil bromear”, ironizó Le Canard.

A pesar de que las amenazas contra este periódico son constantes desde hace tiempo, dada la situación actual, el Gobierno ha decidido reforzar las medidas de seguridad en la redacción, ahora bajo vigilancia continua, y abrir una investigación.

Le Canard Enchaîné es una auténtica institución en Francia. Este periódico semanal de ocho páginas, que celebra en 2015 su centenario y que aún mantiene el diseño de sus comienzos —lo que además le añade el encanto de ser...

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