El mayor problema para investigar la persecución a los gitanos es la recopilación de datos fiables. Muchas noticias carecen de veracidad, muchos datos son dudosos. En algunos de los informes y documentos accesibles para los investigadores se distorsiona la realidad y falta solidaridad con las víctimas.

Especialmente doloroso es comprobar que, mientras el pueblo gitano vive en un estado de apartheid oficioso, la mayoría de las instituciones y organizaciones sólo hablan de sus deficiencias educativas y de los problemas de salud derivados de sus costumbres. Esta realidad dista mucho de la información disponible en los organismos europeos.

Los testimonios de activistas que relatan los abusos y atrocidades quedan sistemáticamente eclipsados por la prensa, por las autoridades y por las propias organizaciones gitanas.

Un ejemplo flagrante fueron las mujeres gitanas italianas que se suicidaban tomando lejía después de que las autoridades las separaran de sus hijos.

Es sorprendente que, a pesar de los miles de millones de euros invertidos por la UE en la lucha contra el racismo y contra la discriminación de la población gitana, el número de denuncias en los tribunales sea mínimo y su resultado aún más desalentador. La población gitana está siendo condenada a vivir en la miseria y la exclusión, y por tanto exterminada lentamente. Es incomprensible que no tengamos estudios exhaustivos sobre cuántos niños mueren de hambre cada año, ni de cuántos adultos padecen privaciones extremas. ¿Cuántos asesinatos racistas se perpetran al año? ¿Cuántas personas están encarceladas sólo por su condición étnica? Nadie lo sabe.

En este Observatorio, solo nos referimos a la población gitana marginada. A la que sistemáticamente se le niegan sus derechos elementales. Los nazis asesinaron al 80% de la población gitana europea, pero los intentos de acabar con una población que durante siglos ha sido esclavizada y excluida empezaron mucho antes, en la Edad Media. Los gitanos reaccionan teniendo muchos hijos y procreando desde que son muy jóvenes. En países donde los gitanos tienen una esperanza de vida de 50 años, parece lógico que se fuercen matrimonios desde los 15 años. El ideario antigitano considera esa práctica una atrocidad intolerable. Lo cierto es que solo una medida de supervivencia.

En una parte importante de la Unión Europea, las políticas que se aplican a los gitanos no son más que un intento más o menos disimulado de reducir su población. No se pretende hacer examen de conciencia ni admitir el daño infligido a la población gitana durante siglos. Más bien al contrario: se sigue falseando la Historia y distorsionando la realidad. Los datos incluidos en esta investigación son solo la punta del iceberg. La realidad cotidiana del pueblo gitano es mucho peor de lo que aparece en las cifras.

Quiero agradecer a CTXT la oportunidad de, al menos, intentar sistematizar ese acoso oficial, que sirve para convertir a los más débiles -un pueblo que jamás ha hecho una guerra ni conquistado a nadie- en ciudadanos de tercera y sospechosos de primera, y para culparles de una crisis económica y social de la que son, antes que nada, las principales víctimas. Espero que el trabajo, aunque incompleto, sea útil para vencer los prejuicios y para acabar con el maltrato de las autoridades y los medios de comunicación.

Como minoría étnica y cultural, los gitanos son los primeros europeístas de la historia. Ojalá los hechos empiecen poco a poco a reflejar esa realidad y a respetar de verdad el insobornable compromiso con la libertad y la paz de un pueblo que nunca ha sido reparado ni rehabilitado, aunque ha sido víctima desde hace 500 años de delitos de odio y de crímenes contra la humanidad. 

Mónica Santos Carrillo es investigadora y activista gitana.