Las 'pinturas de paso' de Javier Campano
Horacio Fernández Madrid , 19/02/2015
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El fotógrafo sale de caza, retando a la suerte, se deja llevar por los caprichos del azar, al acecho de hallazgos inesperados y de instantes decisivos… Pues va a ser que no, se siente. Y no solo porque esté mal comenzar con un surtido tamaño familiar de clichés, es que además el fotógrafo del principio no se parece al que toca hoy y posiblemente tampoco a ninguno que merezca la pena. Así que hay que empezar de nuevo: Javier Campano no se encuentra con sus fotos; eso sí, buscarlas, las busca. Es difícil perseguir lo que no se conoce, lo que no se desea previamente. Todas las búsquedas tienen fines. Cuando se pregunta por sus métodos, los fotógrafos dan pocas pistas, hablan en general de convertir cosas en imágenes o de hacer visibles recuerdos o intuiciones, sueños, fantasías o que sé yo, pero siempre de propósitos que ya existían antes de salir cámara en ristre, aunque fuesen inapreciables o estuvieran más que desenfocados. Uno de los más grandes, Sergio Larrain, lo dejó tan nítido, negro sobre blanco, como sus fotos: “Puedo solidificar ese mundo de fantasmas cuando encuentro algo que tiene resonancias en mí”. Concluyendo, donde hay que buscar es en uno mismo. “Es en mi interior donde busco las fotografías”, escribió Larrain en el prólogo de un fotolibro tan pequeño como maravilloso, El rectángulo en la mano. La cámara, por supuesto, pero también son rectángulos manuales las fotos y hasta los libros que las contienen. Las Pinturas de paso de Javier Campano también lo son. Hasta un poco más si cabe. Rectángulos dentro de rectángulos, cada uno de ellos de su color, más bien verticales, ordenados como composiciones neoplasticistas, pero sin pretensiones, sin tener que seguir los dogmas artísticos, las retículas cósmicas o las artes puras de los Mondrian de turno. La verdad es que las fotografías no se llevan bien con las teorías de las escuelas de Bellas Artes, no son tan obedientes ni tan bien educadas como los cuadros. Piet Mondrian no usaba el color verde en sus pinturas. Tampoco en su casa, a la que hay que suponer repleta de cortinas. Javier Campano es bastante más liberal y en sus fotos hay muchos verdes, al lado de grises, por ejemplo, unos grises de fotógrafo en blanco y negro, con un sinfín de texturas y contrastes propios de la fotografía, de probada capacidad para generar gamas específicas, bien diferentes de las paletas de los pintores. La cámara puede descubrir lo desconocido, eso sí, siempre que esté en lo que hay, que, en efecto, es exactamente lo conocido. Las fotos están demasiado sujetas a eso que antes se llamaba las apariencias, toda la realidad posible para un artefacto que no es mucho más que una caja con una lente. A un pintor quizás le parecerá poca cosa, pero los fotógrafos no tienen más que apariencias. Javier Campano es, entre otras cosas, un fotógrafo de arte. Un técnico que ha retratado miles de cuadros para catálogos y archivos. Llegaba con la cámara, el trípode y quizás algún foco, enfocaba (a veces colocando un recorte de un periódico sobre la superficie del lienzo, la tipografía tiene más definición que el color), disparaba y a otra cosa, o sea, al siguiente cuadro, que según las leyes de las probabilidades no podía ser muchas veces más que un auténtico horror. La rutina podía haber llevado a Javier Campano a odiar la pintura, los cuadros, el color y, puestos a exagerar, hasta las mismísimas dos dimensiones. No ha sido así, por suerte ha aprovechado la experiencia en otra dirección, hasta el punto de salir a la calle a buscar cuadros. Los cuadros que había visto, los que quisiera haber visto, los que nunca vio, aquellos que había olvidado o recordaba a medias. También los cuadros que nunca pintó y tal vez le gustaría haber pintado. Si la memoria visual, los deseos, la intuición y los paseos de Javier Campano ayudaban un poco, la cámara podía encargarse de terminar la faena. Pinturas de paso. Javier Campano. Textos de Juan Bonilla, Mafalda Rodríguez y Andrés Mengs. This Side Up. Horacio Fernández es comisario y crítico de arte. Es autor de El fotolibro Latinoamericano (RM Verlag, 2011). |
El fotógrafo sale de caza, retando a la suerte, se deja llevar por los caprichos del azar, al acecho de hallazgos inesperados y de instantes decisivos… Pues va a ser que no, se siente. Y no...
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