Miedo en la ‘petite’ Jerusalén
7.000 judíos franceses emigraron a Israel el año pasado, y en 2015 se espera que lleguen a 10.000. El motor de la 'aliyá' es el antisemitismo, la crisis, el desempleo y las ventajas que ofrece el Gobierno de Netanyahu
María D. Valderrama París , 26/02/2015
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Casi dos meses después de los atentados que sacudieron París quedan muchos debates abiertos en Francia. Uno de los más candentes gira en torno a la necesidad de integrar a una parte de la población que vive marginada y que no se ve amparada por los valores de la República: las palabras mágicas "Liberté, Égalité, Fraternité", especialmente cuando se habla de religión. Tras el asesinato de cuatro ciudadanos judíos en el supermercado kosher de Porte de Vincennes, siguen haciéndose públicos nuevos ataques a la comunidad: el último, la profanación de casi 300 tumbas en un cementerio en Alsacia. En paralelo a las cifras que muestran un aumento de los actos antisemitas - 851 en 2014, 413 ataques contabilizados en 2013-, hay otro dato inquietante: cerca de 7.000 judíos abandonaron Francia en 2014 poniendo rumbo a Israel, el doble que un año antes (3.400). La Agencia Judía calcula que en 2015 la cifra ascienda hasta 10.000. La comunidad judía francesa está formada por 550.000 personas.
A menos de un mes de que se celebren elecciones generales en Israel, Benjamin Netanyahu llama a los judíos de Europa a emigrar a "su casa", denunciando, primero tras los ataques en París y, de nuevo, tras el ataque en Copenhague, que el viejo continente no es un lugar seguro para los hebreos. En Francia se abre la caja de Pandora, y Manuel Valls, primer ministro, insiste: "Francia no quiere que os vayáis", y añade: "Una campaña electoral no justifica cualquier tipo de declaración".
¿Está relacionado el aumento de actos antisemitas con la creciente partida de franceses judíos a Israel? La sensación de inseguridad y el miedo entre la comunidad hebrea se encuentra entre los motivos del aumento de la emigración a Israel (o aliyá en hebreo, que significa "ascenso"), pero no es el único. Laurent-David Samama es periodista y durante años fue redactor jefe de la revista judía L'Arche: "Los motivos por los que cada vez más judíos se van son varios: no solo por el antisemitismo, es también la sensación de que las cosas están cambiando en Francia, ya no reconocen el país en el que crecieron. También hay personas que aceleran su aliyá porque no encuentran trabajo o futuro en Francia", señala.
Samama insiste en el hecho de que cada vez con más frecuencia los motivos de los judíos para trasladarse a Israel son ajenos a la religión. "Antes la gente que emigraba lo hacía porque quería ser israelí y formar parte de aquella comunidad, era un ideal", recuerda. El periodista habla además de una intolerancia generalizada en toda Europa, donde reina la marginación y la dureza contra las minorías. "A la gente no le gusta ver personas que no se le parecen. Lo que resulta duro en Francia es ser judío y mostrarlo".
Tal es el caso de Virginie Belaïche, que decidió dejar Francia en 2012 después de que un islamista francés de origen argelino, Mohamed Merah, abriera fuego en la puerta de un colegio judío en Toulouse y matara a tres niños y a un profesor. Virginie vivía con su familia en Neuilly sur Seine, junto a París, la ciudad con la mayor tasa de riqueza media por habitante del país. La decisión de partir les llevó un año, tiempo en el que su marido viajó a Israel para buscar el entorno más apropiado para ellos y dejar los asuntos económicos cerrados.
Como ocurre siempre que un judío decide hacer la aliyá, la Agencia Judía en Francia, brazo del Gobierno israelí en el extranjero intermediario en este proceso, les ayudó a través de una serie de reuniones informativas. Después, fijaron un encuentro con la familia para poner en regla el visado y responder a sus dudas personales, y automáticamente la familia fijó una fecha de partida. En el verano de 2013 ya estaban viviendo en Raamana, a 30 kilómetros de Tel Aviv, la ciudad con mejor calidad de vida y más seguridad de Israel, compuesta en su mayoría por ciudadanos de habla inglesa y, cada vez más, francesa.
"No me fui porque tuviera miedo", asegura Virginie a través del teléfono. "Tras los atentados nos paramos a pensar qué tipo de vida era esa en la que tienes que ir asustada a llevar a tus hijos al colegio; miedo a ser atacado por la calle, a ir a la oficina... En Israel suceden más cosas que en Francia, pero en Francia no tienen sentido: no tiene sentido morir en un kosher en 2015 mientras haces tus compras. Si mañana voy a Jerusalén y muero en un atentado sé que podría ocurrir porque se trata de Israel, pero en Francia eso no puede ser".
Según esta ciudadana francesa, cuyos abuelos llegaron desde el norte de África en los años 50, cuando decidieron irse, no tenían muchas personas cercanas que se interesaran por la aliyá. Pero la situación ha cambiado en dos años: "De todos los judíos que conozco en Francia no hay ni uno que no se plantee irse a día de hoy, bien a Canadá, a Estados Unidos o a Israel". Sus padres están organizando la aliyá el año próximo.
La voz de Virginie tiembla y se rompe cuando recuerda los atentados del mes de enero en París. "Me había dicho a mí misma que si un acto como el de Toulouse volvía a pasar lo viviría mejor porque estaría en Israel, pero no ha sido así en absoluto, de hecho, lo he vivido peor". Al final de la conversación, en la que ha respondido de forma casi automática y sin mucho espacio para la duda, la rabia estalla: "Me da exactamente igual cómo vayan a resolver el problema en Francia. Yo soy francesa, mis abuelos eligieron ser franceses, pero si hoy el país está en la mierda es su problema. Nosotros hemos hecho lo que hemos podido: hemos trabajado, hemos cumplido, hemos pagado nuestros impuestos, hemos sido educados... hoy Francia es un caos y, en mi opinión, no hay nada que hacer y más si eres judío", sentencia.
La pequeña Jerusalén
La comuna de Sarcelles, 20 kilómetros al norte de París, alberga la mayor comunidad judía de Francia: un tercio de sus casi 60.000 habitantes son judíos y otro tercio musulmán, la mayoría llegada en los años sesenta desde el Magreb. A pesar de su buena comunicación con el centro de la capital gala -el tren interurbano tarda menos de media hora en llegar desde Châtelet hasta Garges-Sarcelles-, al pisar la estación comprendes que aquello es auténtica banlieu. El estereotipo de judío rico no se adapta a la comunidad de Sarcelles, donde con frecuencia se repiten los disturbios entre la población judía y la musulmana. Tras diez minutos caminando entre bloques grises de cemento con ventanas idénticas, uno detrás de otro, una señal: "Sinagoga". Las indicaciones llevan a una puerta de hierro con una estrella de David y, por supuesto, tres soldados sosteniendo firmemente el fusil. El paisaje no cambia mucho pero empieza a haber comercios, todos claramente identificados en sus escaparates como hebreos: koshers, carnicerías, cafeterías y librerías judías adaptadas a las normas de la religión a un lado y otro de la calle. Los hombres que pasean llevan la kipá mientras en la calle de atrás los vecinos cambian a velos y barbas. Esto es Sarcelles o, como algunos la llaman, "la pequeña Jerusalén".
Kaleb lleva 24 años trabajando en la librería donde le encuentro. Todos los libros se refieren a cuestiones hebreas y una parte de la tienda está dedicada a la venta de kipás, vestimenta, candelabros y otros objetos de uso religioso. Las respuestas que da se repetirán a lo largo del día en las conversaciones con otros vecinos: "No tengo miedo pero sí cuidado". El librero, de 57 años, cuenta que la situación se ha relajado desde los altercados del último verano que tuvieron lugar justo delante de su comercio pero asegura que no viven tranquilos. "Vamos siempre a la estación a recoger a los niños porque ya han sido atacados, verbal o físicamente, en alguna ocasión. En estas calles todos somos judíos y estamos tranquilos pero hay zonas que es mejor no pisar". Kaleb se considera mayor para dejar Francia aunque su hijo, de 17 años, se irá el año que viene para estudiar allí, "y luego ya veremos". También la dueña de la pastelería de al lado cuenta que sus hijos se fueron hace unos años y han formado en Israel sus familias; en la tienda le ayuda una joven embarazada que está decidida a emigrar con su familia cuando dé a luz. Según las estadísticas, el 50% de los olims (los que hacen la aliyá) en 2014 tenía menos de 35 años. "Los jóvenes se van porque son unos inconscientes", apostilla la dueña, "yo no voy a ir porque es más peligroso vivir allí que aquí".
Muchos de los vecinos se niegan a hablar y responden con una sonrisa diciendo "todo va bien, todo va bien". Así empieza también la conversación con Oriane, que regenta una carnicería, hasta que parece explotar, "ya no es como antes, no me siento en mi casa. Si no tuviera trabajo y tuviera dinero me iría sin duda, como están haciendo todos los jóvenes por aquí".
La última parada es la Sinagoga. Tras flanquear a los militares y entrar en el edificio, la secretaría está cerrada y algunos técnicos preparan la sala principal para un acto. "¿Le puedo ayudar?", el tono de la conversación cambia al presentarme, "los periodistas no son bienvenidos, si quiere hablar con alguien llame por teléfono pero no creo que la reciban, ahora todo el mundo desconfía de todo el mundo", lamenta el técnico. El comentario no sorprende pues la reacción de la Agencia Judía ha sido similar, nada de periodistas, ni para hablar sobre la aliyá o acceder al Salón Itinerante informativo que celebran estos días en Île de France.
El conflicto palestino y el aumento del antisemitismo
Las estadísticas sobre la cuestión antisemita en Francia suelen coincidir con el desarrollo de los eventos en el conflicto palestino-israelí. En un artículo de la revista digital Slate, Nicolas Lebourg, doctor en Historia e investigador en el Observatorio de radicalismo político, explica que "la violencia se produce cuando sus autores estiman que existe un contexto de legitimación de sus actos, ya sea un pretexto interior como el rechazo de la Segunda Guerra Mundial, o exterior, relacionado con Oriente Próximo". Así, en el año 2000, coincidiendo con la segunda intifada, los actos antisemitas en Francia supusieron el 82% de los actos de violencia racista en el país frente al 37% que representaron en 1999; en la actualidad la cifra está en el 40%.
En el informe que recoge estos datos, publicado por la Comission National Consultative des droits de l'homme (CNCDH) el pasado mes de junio, trataron de examinar las peculiaridades de las actitudes antisemitas, observando que la relación entre ellas y el rechazo de los encuestados a Israel coincide en un 70% de las ocasiones. Así, en el año 2000 el 23% de la población francesa no consideraba a los judíos como "los demás" franceses, en 2009 la cifra rozaba el 7% y en 2013 volvió a remontar hasta el 14%. El informe sacó a la luz también otros datos como el aumento de la cantidad de población que opina que los judíos tienen demasiado poder en Francia, pasando del 21% en 1988 hasta el 33% en 2013.
Israel: un destino "idílico"
Por lo general, el número de emigrantes franceses lleva aumentando desde 2000 y en la actualidad más de 200.000 franceses abandonan el hexágono cada año. La emigración de la población hebrea crece más deprisa que la media francesa: entre 2012 y 2013 la cifra aumentó un 50%, y entre 2013 y 2014 un 100%, los destinos favoritos son Inglaterra, Estados Unidos, Canadá e Israel. A pesar de que el aumento del miedo es una realidad entre judíos, hay otros factores que explican la fuga a Israel. Un informe de Fondapol (un think tank liberal) realizado por Julien Gonzalez y titulado ¿Demasiados emigrantes? Miradas sobre los que se van de Francia, distingue tres tipos de perfiles: emigrantes desengañados o decepcionados, económicos y patrimoniales.
Entre los desengañados, los jóvenes diplomados que no encuentran en Francia trabajo cualificado; la tasa de paro juvenil en Israel es del 10% frente al 20% francés. En segundo lugar, los emigrantes económicos que encuentran demasiadas trabas para comenzar un negocio en Francia y, sin embargo, disfrutan de más ventajas en Israel. La Agencia Judía asegura que estos parámetros se inscriben también en la lógica de la aliyá y, de hecho, presume de Israel como "la nación start-up", donde el número de nuevas empresas es de más de 3.000 por habitante, el mayor del mundo. El último perfil corresponde con aquellos que quieren beneficiarse de las ventajas fiscales del país. Desde 2014, la ley israelí exige a sus bancos identificar a los clientes extranjeros y declarar sus cuentas a sus respectivos países de orígenes, asunto que se esquiva al convertirse el extranjero en residente. También este dato entraba en las previsiones de la Agencia Judía de 2014 para la aliyá.
Los que cumplen con los criterios de la Ley de retorno israelí (ser judío, hijo o nieto de judío) disfrutan además de un billete de ida gratuito, reducciones fiscales en la compra de coches o equipos de trabajo, cursos gratuitos de hebreo, cobertura financiera del alojamiento durante los seis primeros meses, becas, seguridad social y reducción de impuestos durante los 12 primeros meses a contar desde la fecha de la aliyá. Todo ventajas para los que decidan pasar por alto un pequeño e insignificante detalle: el país lleva 67 años en guerra.
Nota: Los nombres de los judíos de Sarcelles son ficticios a petición propia.
Casi dos meses después de los atentados que sacudieron París quedan muchos debates abiertos en Francia. Uno de los más candentes gira en torno a la necesidad de integrar a una parte de la población que vive marginada y que no se ve amparada por los valores de la República: las palabras mágicas "Liberté,...
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