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La memoria histórica de la estación de Canfranc descansa sobre una fotografía tomada por el jacetano Francisco de las Heras el 18 de julio de 1928. Las crónicas de la época se ciñen a la llegada de su majestad Alfonso XIII en tren desde Jaca, la presencia del presidente de la República francesa, Gaston Doumergue, flanqueado en el centro de la imagen por las gorras del rey español y el general Miguel Primo de Rivera, presidente del Gobierno y de la dictablanda (como calificaron algunos historiadores su periodo en el Ejecutivo, de 1923 a 1930). Al lado de Primo de Rivera se adivina al mariscal Philippe Pétain, entonces jefe del Estado Mayor del Ejército francés, al que la II Guerra Mundial llevó a firmar el armisticio con Hitler en junio de 1940 y que tuvo que volver muy cerca de la estación, la cercana prisión del fuerte del Portalet en el valle del Aspe, pero como preso entre agosto y noviembre de 1945, hasta que se lo llevaron a la isla de Yeu para cumplir el resto de la pena.
Pero en ninguna de las imágenes y de las crónicas aparece el por entonces director general de la Academia General Militar de Zaragoza, Francisco Franco Bahamonde, que acababa de estrenar el cargo un año antes, cuando se reinstauró en la capital aragonesa la institución de enseñanza castrense para oficiales (en su primera etapa, 1882-1893, tuvo su sede en Toledo).
Hace unos años pude hacer una larga entrevista a Mariano Aso (con la condición de que no apareciera su cara) cuando estábamos grabando el documental Canfranc km 0 con los directores Luis Vega y Angels Diemant-Hartz, para la productora Factoría de Contenidos (hoy Plural), Heraldo de Aragón y la Fundación Candil, documental que se emitió en Aragon TV en 2006.
El aduanero y el último alcalde del tiempo de la dictadura en Canfranc me confesó que su familia tenía un terreno al lado de casa Marraco (donde hoy ha quedado su gran edificio) y que se lo prestaron a las tropas nacionales, que estaban de maniobras, para que pernoctaran allí la noche del 17 al 18 de julio.
Mariano Aso (ya fallecido) era muy reservado (sobre todo, con el oro, porque lo gestionó con una empresa suiza), pero cuando llegó al capítulo de la presencia de Franco no se paró en barras. Más bien al contrario. Sabía que los aspirantes a cadetes y tenientes de la Academia estaban de maniobras en Rioseta, cerca de Candanchú, junto al director, que llevaba apenas siete meses en el cargo (fue nombrado por el Real Decreto de 4 de enero de 1928, hasta que fue cerrada el 14 de junio de 1931 por la II República española). Ese día de la inauguración, Mariano Aso tenía quince años y se encontraba en el puente internacional con su padre y hermanos. "Donde hoy tengo ya la casa y el terreno de 2800 metros, bajó Franco con una compañía a dormir. Y desfilaron [al día siguiente, en la inauguración], después de comer en el edificio de Postales", revivió ese momento.
Aso explicó que fue un día espléndido, sin raca (niebla). El rey Alfonso XIII, que había dormido en Jaca la noche anterior, llegó en tren a Canfranc y pasó al andén francés para recibir a las autoridades del país vecino, que llegaban en una locomotora del tipo 4100.
Aun así, le insistí con la confirmación de Franco en la inauguración ante la ausencia de su presencia. "Yo lo único que sé es que la noche del 17 al 18 de julio estuvo allí durmiendo, en lo que hoy es mi casa, de 2.802 metros cuadrados (exactamente)", reiteró.
El pasado verano, con motivo de las fiestas de Canfranc, oficié como pregonero desde el balcón del Ayuntamiento y ese día descubrí a José Manuel Sánchez, un canfranqués que conocía mucho a mis padres (porque trabajaba en Huesca) y a mi tío José María Campo por motivos familiares. Nos enganchamos a charlar cuando llegó el melocotón con vino y me contó que su tío, Antonio Sanmiguel, acompañó a Francisco Franco, subido en una burra, hasta el monte de Gabardito, donde se encontraban de ejercicios los alumnos de la Academia. Entonces el general era un militar africanista recién nombrado en la Academia, pero poco conocido en Canfranc. "Mi tío tendría unos diecisiete años y lo acompañó hasta Gabardito, donde estaban de maniobras. Está poco después de pasar el pueblo, camino de la estación, y hacia la izquierda", rememoró José Manuel Sánchez.
La paradoja se tejió conforme pasaron los años y Antonio Sanmiguel, republicano, acabó en la División 43, del ejército republicano, al frente de la que estuvo otro canfranqués, el teniente coronel Antonio Beltrán, conocido como el Esquinazau. Pasó la Guerra Civil en el frente de Biescas, o la bolsa de Bielsa, hasta que acabó exiliado en Francia, estuvo en un campo de concentración y pudo recuperar a sus paisanos, Francisco Cavero, Hilario Borau y Fidel Sánchez, que integraron la Brigada X de Guerrilleros en la Resistencia francesa. Ellos echaron a los alemanes de Canfranc pero no pudieron volver a vivir allí. Se refugió en una granja en el valle de Nistos, cerca de Tarbes, hasta que regresó del frente el marido de la mujer a la que ayudó y acabó en Bagnères de Bigorre en 1948 (una localidad fronteriza en el Midi-Pyrénées).
El canfranqués Antonio Sanmiguel, exiliado en Francia, repetía muchas veces a sus amigos y familiares una frase sobre ese general que llevó subido en la burrica unos años antes: "Si lo hubiera sabido, lo habría despeñado".
Extracto del libro Canfranc. El oro y los nazis. Tres siglos de historia, que publica esta semana Mira Editores.
Ramón J. Campo (@RamJCampo) es autor del documental Juego de Espías y de los libros Canfranc. El oro y los nazis (Mira Editores, 2012), La estación espía (Península, 2006), Yak-42, honor y verdad (Península, 2004) y El oro de Canfranc (Biblioteca aragonesa de cultura, 2002)
La memoria histórica de la estación de Canfranc descansa sobre una fotografía tomada por el jacetano Francisco de las Heras el 18 de julio de 1928. Las crónicas de la época se ciñen a la llegada de su majestad Alfonso XIII en tren desde Jaca, la presencia del presidente de la República francesa, Gaston...
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Ramón J. Campo
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