Heridas abiertas en Portugal
El país encara este año electoral sumido en las investigaciones sobre corrupción que atañen a los dos hombres más poderosos hasta hace poco: el ex primer ministro José Sócrates, encarcelado, y el banquero Ricardo Salgado, en libertad bajo fianza
María Ángeles Fernández J. Marcos Lisboa , 12/03/2015
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Todo se desmoronó en un fin de semana. Al sol de agosto y cual castillo de naipes, el imperio del portugués Banco Espírito Santo (BES) cayó de un día para otro sin una lona que lo amortiguara. Sin tiempo apenas para que el país y la ciudadanía se hiciesen a la idea, desapareció un emporio financiero con casi 150 años de historia.
Ricardo Salgado, máximo dirigente del BES desde 1992 y uno de los hombres más poderosos del país, fue detenido a la vez que se descubría un gran agujero en las cuentas del conglomerado, formado por más de 400 empresas. Ahora está en libertad bajo fianza de tres millones de euros, la más alta jamás impuesta en Portugal, imputado por delitos de falsedad, abuso de confianza, falsificación y blanqueo de capitales.
La división del BES en dos bancos, uno bueno y otro malo, como si de una película del Oeste se tratara, fue la solución transitoria. Hoy, mientras las investigaciones judicial y parlamentaria siguen su curso, se busca un guión para el último acto. Los números rojos en los que se resumen los primeros cinco meses de vida de Novo Banco (la supuesta parte buena del antiguo BES) han dificultado el final previsto, su venta. Varias entidades españolas están mirando al otro lado de la Raia para escribir el punto y seguido de este relato que no sólo tiene trama económica.
Cuando Portugal aún estaba conmocionado, intentando deshilvanar los porqués y las consecuencias del gran socavón financiero, llegó otro terremoto, esta vez político. El anterior primer ministro luso, el socialista José Sócrates, fue detenido el pasado mes de noviembre en el aeropuerto de Lisboa rodeado de cámaras de televisión. En unas horas, de nuevo apenas sin tiempo para que el país y la ciudadanía se hiciesen a la idea, entró en prisión, donde sigue recluido de manera preventiva, a la espera de que se aclaren los hechos que se le imputan: fraude, blanqueo de capitales, corrupción y falsificación de documentos. Su alto nivel de vida, inadecuado para sus ingresos, y extraños movimientos en sus cuentas despertaron las alarmas de un caso aún por aclarar.
"No se ha dado hasta la fecha ninguna explicación para convencerme de que era necesario detener a Ricardo Salgado. Las razones que vienen en los periódicos son pueriles", esgrimió el propio Sócrates al conocerse el arresto del banquero, llamado o dono disto tudo (el dueño de todo esto). Pocos intuían que su destino seguiría un camino similar. "A pesar de mi insistencia, ni la acusación ni el juez fueron capaces de decirme cuándo ni cómo fui corrompido. La corrupción en nombre de la cual me someten a la infamia de esta prisión preventiva es pura invención", ha declarado Sócrates ya desde la cárcel, y en defensa propia.
El Portugal que languidece por la intervención y presión de la Troika a la que recurrió Sócrates, por los bajos salarios y por el aumento de la desigualdad social, cuenta con un panorama mediático monopolizado por los escándalos del BES, la permanencia en prisión de Sócrates, para quien acaban de solicitar el habeas corpus, y por un nuevo escándalo motivado por las deudas con la Seguridad Social y con el fisco del primer ministro, Pedro Passos Coelho. Parece como si los últimos dirigentes del país no quisieran perder su cuota de protagonismo ligado al fraude.
"Las condiciones sociales y económicas que los ciudadanos portugueses están viviendo se han tornado, sin duda, más exigentes con las instituciones del Estado y, en particular, con el poder judicial, exigiendo más eficiencia y más calidad a la acción de la Justicia", explica la coordinadora del Observatorio de la Justicia Portuguesa. Para Conceição Gomes, los últimos casos acentúan la idea de que la justicia puede llegar a quien tiene o tuvo mucho poder e influencia. Empezando por Salgado y Sócrates. Por separado, pero también juntos. Y pasando también por Coelho.
Gustavo Sampaio, autor de Los facilitadores, duda de que el político ahora en prisión sea declarado culpable: "Estructuralmente, la lucha contra la corrupción poco o nada ha cambiado, más allá del voluntarismo de ciertos agentes de justicia. Cuando estos agentes sean reemplazados por otros, porque la estructura sigue siendo la misma, corremos el riesgo de volver a los tiempos de pasividad absoluta. Todos los casos que hay sin resolver son una herida abierta en la democracia portuguesa".
Vidas paralelas
En el libro El último banquero, las autoras (María João Babo y María João Gago) remarcan que el expresidente del BES nunca se llevó tan bien con el poder político como lo hizo con el líder socialista. Sampaio expone los lazos económicos entre estas dos esferas de poder: "Hubo negocios que, en demasiados casos, beneficiaron a los intereses privados en detrimento del interés público. No necesariamente de forma ilegal, pero contando con el precioso auxilio de las principales abogacías, que blindaron legalmente negocios ruinosos para el erario público".
Fue el Estado, dueño de la compañía aérea de bandera TAP, quien pagó 140 millones de euros por la aerolínea Portugalia, en quiebra y controlada por el BES. Otra operación que despierta dudas fue la intermediación que una firma del Grupo Espírito Santo hizo para que el Estado comprara dos submarinos, y por la que se embolsó 30 millones de euros. Sin olvidar extraños movimientos en Portugal Telecom, que invirtió en empresas ruinosas cuya sede ha sido registrada por la policía recientemente. Los detalles personales también unen a Salgado y Sócrates: ambos se acogieron al Régimen Extraordinario de Regulación Tributaria, una ley de blanqueamiento de capitales aprobada por el Gobierno socialista.
Para José Antonio Lima, director adjunto del semanario Sol, uno de los que más exclusivas ha publicado sobre el caso del líder político, con estas detenciones se ha producido un punto de inflexión: "El poder de Sócrates y Salgado era tan omnipresente y asfixiante que hasta los poderes judiciales sentían su acción limitada y constreñida". Que el ex primer ministro saliera ileso de todas las investigaciones judiciales en las que se vio envuelto es, asegura, una prueba: "Era tal la supervisión y fiscalización del Banco de Portugal y de la CMVM (Comisión de Mercado de Valores Mobiliarios), que casi no se atrevían a investigar". Y no sólo eso: "Salgado facilitó que Sócrates ejerciera presiones financieras (con recortes de crédito y publicidad) en periódicos y televisiones. También fue la primera línea de apoyo al Gobierno cuando empeoraron las dificultades de financiación en los mercados internacionales", añade Lima.
La comisión de investigación parlamentaria, que se desarrolla estos días, camina en esta hipótesis de comunión entre ambos. "El BES no quebró; el BES fue forzado a desaparecer", ha afirmado Salgado, quien culpó de la caída del coloso financiero al actual Ejecutivo conservador (con quien intentó negociar una especie de préstamo) y al Banco de Portugal (por el escaso margen que le dio para ampliar capital). Incluso un exministro socialista de Finanzas Teixeira dos Santos compareció en la comisión política para poner sobre la mesa una reflexión de gran calado: "Pueden atribuir a Ricardo Salgado grandes poderes, pero no podemos responsabilizarle de la caída del Gobierno", en referencia a la salida del Partido Socialista del Ejecutivo.
Casualidad o no, las detenciones de Salgado y Sócrates han removido el panorama económico, político, judicial y social de Portugal, un país inmerso en una grave crisis sistémica, y con un Eurogrupo pidiendo más reformas, que busca romper con el pasado. ¿Lo conseguirá? Un nuevo escándalo, esta vez sobre el primer ministro, dificulta la llegada de nuevos aires.
De momento, Coelho ha puesto en el punto de mira al Partido Socialista, principal candidato a ganar las elecciones generales del próximo otoño, sobre quién podría estar detrás de las informaciones sobre sus deudas. Y ha afirmado que nunca ha usado su cargo "para enriquecerse, para prestar favores o para vivir fuera de sus posibilidades", ni para nombrar a alguien por favor o tráfico de influencias.
Desde la cárcel, Sócrates se ha dado por aludido por lo que ha calificado como un "cobarde ataque personal" y un "intento de condicionar las próximas elecciones", y ha contestado por escrito: "Naturalmente, no espero que el señor primer ministro, para quien vale todo, comprenda el valor de la presunción de inocencia en un Estado de Derecho, la extrema importancia de la separación de poderes, ni mucho menos que entienda que, en mi caso, nada ha sido probado".
Todo se desmoronó en un fin de semana. Al sol de agosto y cual castillo de naipes, el imperio del portugués Banco Espírito Santo (BES) cayó de un día para otro sin una lona que lo amortiguara. Sin tiempo apenas para que el país y la ciudadanía se hiciesen a la idea, desapareció un emporio financiero con...
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