Tribuna
El voto masoquista
Elena Mateos 26/03/2015
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Este texto da voz a la decepción. La de los miles de andaluces que buscaron y defendieron zafarse de la enorme cadena que nos liga a quien nos roba -porque es un hecho que se roba. Lo confirman los catorce ex altos cargos detenidos o el último auto del juez Ruz. Cabe hacerse un número ilimitado de preguntas ante todo este teatro, ante toda la tragicomedia, las risas y la impotencia. Cabe también decir que este texto no trata sólo de estas últimas elecciones, o del gobierno andaluz, ni siquiera tiene por qué quedar limitado al Estado español. Va dirigido a una pregunta fundamental, una pregunta que llegue a la raíz.
¿Por qué gana el miedo? ¿Por qué la costumbre? En un breve instante –demasiado breve, demasiado fútil- en el que el pueblo puede por un momento hablar, premiando o castigando a sus políticos, Andalucía no se ha movido. El castigo a los ladrones ha sido mínimo, por no decir nulo, en relación al que hubieran merecido, y entonces, ¿por qué? ¿Por qué el miedo? ¿Por qué una y otra vez?
La imagen que a todos nos viene a la mente es la de la comodidad. La comodidad de dejar que sea otro el que abra el camino, el que tire del carro, el que muestre la dirección y nos dé para vivir. Es la imagen del hombre atado, del hombre no emancipado, la imagen de la minoría de edad. Si alguien conoce Kant, sabrá bien que habló de esto poco antes de la Revolución Francesa en su obra ¿Qué es la Ilustración?, afirmando que la Ilustración era un evento de emancipación que podía ocurrir sólo en el individuo, en sí mismo y por sí mismo. Es decir, la Ilustración era la liberación de los hombres sometidos a las decisiones de otros, debía ser la toma de responsabilidad, la autonomía de acción. El paso del hombre a la mayoría de edad.
¿A qué viene Kant? Muy simple. Queremos trasladar el discurso del hombre emancipado a la sociedad emancipada. Lo que duele de la resaca de estas elecciones es que esta sociedad –que no es sólo la andaluza, ni mucho menos– sigue siendo menor de edad, incluso cuando su tutor la ha traicionado. Prefiere perder algo, perder mucho, ceder tanto, con tal de no tomar las riendas. De no aceptar consecuencias. Prefiere la comodidad de la distancia, de esa cadena que no tira tanto si no te revuelves demasiado.
Lo que molesta es que el hombre luche teóricamente una y otra vez por la autodeterminación, por la libertad, por la verdadera participación en la democracia, por la Ilustración, por la abolición de la esclavitud, por el voto de la mujer, por tomar la Bastilla…Y sin embargo, que pasados más de dos siglos desde que Kant dijera “¡Sapere aude! Alzaos, sed vuestros propios dueños”, el pueblo haya vuelto a acariciar la cómoda inmovilidad de la cadena. Sí, eso es lo que nos molesta.
Este dedo acusador quiere llamar a la coherencia, a la constancia, a la responsabilidad colectiva. Condenemos al ladrón, ya que él nunca abandonará su puesto. Debemos hacerlo nosotros, no creáis que existe otra alternativa. Que vote nuestro sentido político, no nuestro miedo. Puede que sea doloroso emanciparse. Pero no es radical o ilegítimo. De hecho, es nuestro deber como individuos, y como sociedad.
Elena Mateos es filósofa.
Este texto da voz a la decepción. La de los miles de andaluces que buscaron y defendieron zafarse de la enorme cadena que nos liga a quien nos roba -porque es un hecho que se roba. Lo confirman los catorce ex altos cargos detenidos o el último auto del juez Ruz. Cabe hacerse un número ilimitado de...
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