En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
“Ustedes los científicos son los peores fotógrafos del mundo y la ciencia necesita de los mejores, yo estoy aquí para ofrecerme”. De esta forma llamaba a la puerta de la ciencia, en 1958, la ya consagrada fotógrafa americana Berenice Abbott, conocida entonces por sus imágenes de Nueva York y sus retratos. Fascinada por los rápidos avances científicos de principios del siglo XX, Abbott llegaría a ser, a través de su cámara,esa “amable intérprete entre la ciencia y el profano”, consciente de que la fotografía era uno de los mejores aliados para la ciencia, e inspirada por la estética de las primeras fotografías científicas que consiguieron desvelar aquello que hasta entonces había permanecido invisible a los ojos del hombre.
Así lo muestra Revelations: Experiments in photography, que se exhibe hasta el 13 de septiembre en el Science Museum de Londres. Esta interesante exposición ayuda a explorar el fértil terreno de la fotografía donde el arte y la ciencia se encuentran. A la vez que muestra el impacto que tuvieron las primeras fotografías científicas en los fotógrafos de vanguardia de comienzos del siglo pasado y cómo las siguientes generaciones de fotógrafos han continuado reconociendo, analizando y desarrollando la increíble estética de aquellos primeros experimentos.
Es fácil imaginar la fascinación y el asombro que suscitaron en sus primeros espectadores las fotografías expuestas en la primera sala de la exposición. Las imágenes trasladan inmediatamente a mediados del siglo XIX, cuando el ansia por conocer hizo que algunos los científicos comenzaran a utilizar la fotografía, sobrepasando los límites de la visión humana, acercando aquello que se encontraba a distancias astronómicas, como la nebulosa de Orión, o desvelando lo inapreciable debido a su diminuto tamaño, como lo hicieron las microfotografías del erudito y polifacético Henry Fox Talbot. Otros, como el investigador y fotógrafo británico Eadweard Muybridge, lograron registrar el movimiento por primera vez con una cámara. Fue al ingeniero escocés Alan Archibald Campbell a quien se le ocurrió, en 1892, aplicar electricidad a una placa fotográfica para ver la apariencia de una descarga. Más tarde, el fotógrafo Arthur Clive Banfield se entretuvo en captar minuciosamente ‘la historia de una salpicadura’. Todos ellos consiguieron impactar con sus imágenes, tanto porque estas desvelaban el misterio de lo desconocido como por la belleza que encerraban en sí mismas, y si bien el misterio, hoy en día, ha quedado en parte despejado, su belleza permanece vigente, cautivando con la misma fuerza al espectador contemporáneo.
Es probable que fuese la ciencia, con su imparable avance y ritmo cambiante, la que motivó a los artistas de los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del XX a ponerse a la par, dando una respuesta a ese cambio en la civilización. De ese momento de ebullición, en el que predominaba la creencia de que había territorio de sobra por explorar, surgieron las vanguardias artísticas que configuraron la cultura moderna.
El ansia de experimentación alimentaba el quehacer de artistas tan versátiles como el fotógrafo americano Man Ray y el húngaro Laszlo Moholy-Nagy, uno de los más destacados componentes de la Bauhaus, quienes a principios del siglo pasado desafiaron las convicciones estéticas tradicionales, dando nueva vida a las técnicas científicas fotográficas del pasado, y situando a la fotografía de vanguardia en una senda que rozaba la abstracción. Así lo hizo también el fotógrafo y diseñador alemán Carl Strüwe, quien basó su obra fotográfica en la microfotografía.
De esto trata la segunda sala de la exposición, donde se puede ver cómo los artistas miraban a la ciencia en busca de una respuesta formal a sus preocupaciones estéticas. Destaca de este grupo la obra de Berenice Abbott, la cual, a pesar de haber sido creada como pura ilustración científica (la fotógrafa había sido contratada por el Massachusetts Institute of Technology, MIT), funciona a la vez como obra de arte, resultando en unas elegantes y abstractas composiciones herederas de la estética del que fue su maestro y mentor en los años 20, Man Ray. Enemiga de la abstracción (consideraba que esta aplicada a la fotografía quedaba reducida a una simple imitación de la pintura), defendía su interés por la ciencia como una manifestación más de su orientación realista en un terreno donde quedan determinadas la leyes abstractas que gobiernan el mundo físico.
A medida que avanzaba el siglo, la fotografía continuaba su empeño en dar forma a lo intangible. Así lo muestran las icónicas imágenes del ingeniero y fotógrafo Harold Edgerton, que logró capturar el momento en que una bala atraviesa una manzana o un limón.
La exposición concluye con un repaso por la obras de artistas contemporáneos, como Clare Strand, Ori Gersht y Hiroshi Sugimoto, intentando explicar por qué aquello que dejó de ser novedoso sigue intrigando a la consciencia creadora y qué nos dice esto acerca del escenario artístico actual.
Una conclusión clara se desprende de todo ello y es que la fotografía, lejos de conformarse con ser una mera reproducción de la realidad, ha conseguido aumentar nuestra capacidad de ver y que, como decía Laszlo Moholy Nagy, “el principal enemigo de la fotografía es la convención, las reglas rígidas de los manuales. La salvación de la fotografía está en la experimentación. El que experimenta no tiene una idea preconcebida de lo que debe ser la fotografía”.
“Ustedes los científicos son los peores fotógrafos del mundo y la ciencia necesita de los mejores, yo estoy aquí para ofrecerme”. De esta forma llamaba a la puerta de la ciencia, en 1958, la ya consagrada fotógrafa americana Berenice Abbott, conocida entonces por sus imágenes de Nueva York y sus...
Autor >
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí