Guadalajara, la burbuja se rompe
Beatriz Bastarrica 16/04/2015
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Las exposiciones Jacob y el ángel y Si muere el soñador mueren los sueños, de Clara Carvajal y María Gimeno respectivamente, montadas hasta finales de abril en la galería tapatía Páramo –hasta hace muy poco conocida como Diéresis -, representan la metáfora perfecta de lo que actualmente está sucediendo en una ciudad que vive, desde hace siglos, en una paradoja: la paradoja de ser la segunda urbe en importancia en un país descomunal –en todos los sentidos- y, al mismo tiempo, un lugar al que sus habitantes se refieren como “rancho”, en la acepción mexicana del término. Aquí un rancho es un lugar agreste, alejado de las sofisticaciones de la ciudad, en el que todo el mundo se conoce, y el tiempo, con todo y sus inevitables cambios y novedades, discurre más lentamente. En ese sentido, Guadalajara –su zona metropolitana-, capital de Jalisco, con sus cuatro millones y medio de habitantes, es un gigante, un ser enorme de movimientos lentos y pesados, pero seguros.
Volviendo a esas dos exposiciones… ¿Por qué metáfora perfecta?
Gimeno (Zamora, 1970) y Carvajal (Madrid, 1970), son dos artistas que viven y trabajan en Madrid, y que aterrizaron por primera vez en la ciudad hace casi un año, con motivo de su participación en un proyecto colectivo integrado por artistas de varias nacionalidades, y que recaló en Guadalajara –la pintora chihuahuense Rocío Sáenz, quien vive y trabaja aquí, forma parte de este grupo- para crear y producir in situ la exposición Maniera, inaugurada en el Museo Raúl Anguiano, y posible gracias a la colaboración de este museo con Páramo. La vinculación de Sáenz con la escena internacional hizo esto posible, y su caso no es único. Hace ya una década, por ejemplo, que la galería madrileña Travesía Cuatro representa a los artistas tapatíos –y con fortísima proyección internacional- Jose Dávila, Gonzalo Lebrija y Jorge Méndez Blake. Y su colaboración profesional ha salido tan bien que en noviembre pasado Silvia Ortiz e Inés López-Quesada, las dueñas del proyecto, decidieron abrir sede en Guadalajara. Páramo y Travesía Cuatro, junto con Curro y Poncho y Tiro al Blanco, integran el conjunto de galerías de arte de creación relativamente reciente que no conciben sus proyectos sin la vinculación con la escena internacional del arte contemporáneo, pero no son las pioneras en esta estrategia. Espacios como Arena México, Arte Contemporáneo (AMAC) en mancuerna con su proyecto hermano, el Taller Mexicano de Gobelinos, y la factoría Cerámica Contemporánea Noé Suro llevan mucho tiempo trabajando con artistas de distintas nacionalidades, tanto en la organización de exposiciones como en la creación de piezas en soportes de corte artesanal, como los tapices y la cerámica .
El momento presente es especial por eso: por las numerosas conexiones que se están estableciendo entre la otrora “burbuja tapatía” y el mundo, así como por una cierta efervescencia en el terreno de la iniciativa privada e independiente de la ciudad. Si bien integrantes de la escena artística local, como Viviana Kuri, directora del Museo de Arte de Zapopan MAZ-, o Lorena Peña, gestora cultural y responsable del proyecto PAOS Residencias, coinciden en la clara y urgente necesidad de una mayor número de espacios para el arte –entre galerías, museos e incluso centros de formación-, también lo hacen en la importancia que ha tenido y, quizás hoy más que nunca, tiene el sector privado -coleccionismo incluido- como dinamizador no solo del mercado, si no de las posibilidades expositivas para artistas locales de varias generaciones. Entre estos, por cierto, los más jóvenes se encuentran desde hace pocos años en mitad de una suerte de tsunami creador y logístico: el extinto proyecto Liga, el Laboratorio de Arte 996, el interesantísimo proyecto de gestión cultural TRAMA Centro, o la Sala Veinte 22, están entre los principales ejemplos de la feliz obstinación con la que los artistas y gestores recién salidos de la universidad –algunos siguen en ella-, enfrentan el día a día del arte en la ciudad de las contradicciones. Una ciudad en la que, no lo olvidemos, en los muros del Hospicio Cabañas, el enorme José Clemente Orozco, pesimista, realista, humanista y virtuoso de la pintura al fresco, pintó en los años treinta del siglo XX un ciclo de murales sobre la conquista que pueden, y deben, considerarse el principal tesoro artístico de Guadalajara, y bajo cuya sombra –la sombra proyectada por el pensamiento filosófico de orientación universal de un genio discreto que siempre ha quedado opacado por el gritón Rivera- exposiciones como las de Gimeno y Carvajal, y las que estén por venir, tienen mucho más sentido.
Las exposiciones Jacob y el ángel y Si muere el soñador mueren los sueños, de Clara Carvajal y María Gimeno respectivamente, montadas hasta finales de abril en la galería tapatía Páramo –hasta hace muy poco conocida como Diéresis...
Autor >
Beatriz Bastarrica
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí