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Tienen poder, dinero, representantes en política y en los puntos clave de la economía, los medios de comunicación y las finanzas. Administran una red de colegios y universidades privadas que, cada día más, hacen la competencia a la escuela pública. Son Iglesias dentro de la Iglesia católica: Opus Dei, nacido en España en 1928 y erigido en Prelatura en 1982. Legionarios de Cristo, fundados en México en 1941, radicados en España y oficializados en 1983. También son españoles dos de los tres fundadores de los Neocatecumenales, nacidos en 1964 y reconocidos en 1990: Kiko Argüello es de León, Carmen Hernández de Ólvega. Su meta ha sido Roma, caput mundi y sede del Vaticano. Han florecido en Italia gracias a un terreno muy fértil. En España, sin embargo, han desembarcado Comunión y Liberación, fundada en Milán en 1954 por el sacerdote Luigi Giussani y reconocida por decreto pontificio en febrero de 1982, y el Movimiento de los Focolares, fundado en Trento por Chiara Lubich a finales de 1943 y aprobado por primera vez ad experimentum en 1962.
Estos grupos, con orígenes e historias diferentes, tienen un común denominador: son católicos integristas apoyados y legitimados con una rapidez impresionante durante el largo pontificado del papa polaco Karol Wojtyla (1978-2005) que los sentía cercanos a su anticomunismo visceral y a su visión dogmática del catolicismo. La posición de los sucesores de Juan Pablo II es más ambigua. Benedicto XVI intervino los Legionarios de Cristo por los escandalosos asuntos en los que estaba implicado su fundador, el padre Marcial Maciel Degollado (pedófilo, cocainómano y bígamo), pero aprobó de forma definitiva, el 11 de mayo de 2008, el Estatuto Neocatecumenal, prosiguiendo la política de inclusión de estos movimientos en la Iglesia oficial iniciada por su predecesor.
Con la subida al solio pontificio de un jesuita como Jorge Mario Bergoglio habría podido cambiar la situación: la vocación internacional y aperturista de los jesuitas está a años luz de la mentalidad sectaria de estos grupos. “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”, ha dicho el papa Francisco. ¿Alusión indirecta a la riqueza del Opus Dei? Y también: “Algunos creen que para ser buenos católicos tenemos que ser como los conejos. No. Paternidad responsable”. ¿Puede ser que el blanco sean los Neocatecumenales cuyas familias pueden llegar a tener nueve o diez hijos? Y aún más: “Prefiero una Iglesia lesionada, herida y sucia por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por la reclusión y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”. ¿Un dardo envenenado contra la cerrazón de estos grupos?
Ni siquiera el primer papa jesuita de la historia se atreve a ir más allá porque estos movimientos son cómodos para el Vaticano. Son un semillero de nuevos sacerdotes: las vocaciones, sobre todo en Occidente, están disminuyendo. Iglesias y parroquias se vacían. Restañan con sus números la fuga de fieles de la Iglesia tradicional. Los Focolares, presentes en 182 países, suman casi dos millones entre adeptos y simpatizantes. Los miembros del Opus Dei son casi 90.000: el 98% son laicos, hombres y mujeres, en su mayoría casados, el 2% restante son sacerdotes. Veinte son los países donde actúan los Legionarios de Cristo, un total de 1.729 sacerdotes legionarios con un promedio de edad de 46 años. Sin olvidar a los afiliados al movimiento apostólico del Regnum Christi, de los que es imposible cuantificar su número por el secretismo interno y la ausencia de registros.
El Camino Neocatecumenal está difundido en más de 900 diócesis: más de 20.000 comunidades distribuidas en 6.000 parroquias y unos setenta seminarios donde se están formando más de mil seminaristas. La Fraternidad de Comunión y Liberación, presente en casi 90 países de todos los continentes, está integrada por casi 65.000 adultos. Otro denominador común de estos grupos es la presencia de determinados rasgos sectarios: exaltación del líder fundador, lenguaje críptico, inicial love bombing (técnicas de control mental), progresiva separación del “fiel” de su realidad de origen, misterio sobre la vida de sus miembros. Actúan de manera solapada mediante un proselitismo tan agresivo como sofisticado que captura personalidades frágiles o que pasan un momento de fragilidad. Los adolescentes son los sujetos preferidos: para ellos la manipulación es mucho más sencilla. ¿Dónde se adoctrina a los adolescentes? En la escuela, naturalmente.
Y he aquí el florecer del negocio de los colegios administrados por grupos ultratradicionalistas, enrocados en posiciones dogmáticas inamovibles: conservadores en política, antiabortistas, defensores de un modelo de familia tradicional. En España y en Italia, su injerencia en el sistema educativo es muy fuerte, pero, gracias a las leyes italianas, son los grupos de origen español los que obtienen más ventajas. En un principio estaba la Compañía de Jesús, fundada en España en 1534 por el vasco Ignacio de Loyola. La historia de los jesuitas es tormentosa, pero desde sus inicios se dedican a la actividad educativa, sector en el que no tendrán rivales durante siglos. Con suerte alterna, se les confía la instrucción de reyes, príncipes, aristócratas, miembros de la alta burguesía. Entre 1540 y 1544 nacen los primeros colegios destinados a dar alojamiento a los futuros miembros de la Orden que estudian en las universidades locales. En 1544, el papa Pablo III concede al noble, y posteriormente jesuita, Francisco de Borja la potestad de fundar un colegio en Gandía, en la provincia de Valencia. Es el primer colegio en el que enseñan los jesuitas y en el que se admiten estudiantes externos no destinados a la Compañía. En los colegios jesuíticos se refuerza la fe en el catolicismo, se convierte a los fieles de otras religiones, se influye, mediante los hijos, en los padres. Son centros atractivos: como viven de rentas y de donativos de benefactores, son gratuitos y están abiertos a estudiantes de todas las clases sociales. La didáctica es clara, la preparación sólida: quien estudia en un colegio de los jesuitas está destinado a ser clase dirigente. Incluso hoy funciona el mismo reclamo, sobre todo para los colegios privados.
Y sin embargo, el sistema escolar de la mayor parte de los países se basa en la financiación estatal. El último informe Education at a Glance 2014 de la OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, lo confirma: el 84% de los fondos destinados a la escuela deriva, por término medio, del dinero público. El 16% restante proviene de recursos privados. En Italia, debido a la normativa vigente, la lucha entre escuela pública y escuela privada es durísima. Las escuelas públicas estatales tienen un cuerpo docente precario, el continuo movimiento de suplentes determina una discontinuidad didáctica nociva para los alumnos. Las horas de apoyo para los estudiantes con discapacidad son pocas. Muchos edificios escolares, frecuentemente no acordes con la normativa, amenazan ruina y son peligrosos. Hay muchos profesores afectados por la precariedad y que hacen huelga en la escuela pública. Los colegios concertados, o privados, son otro mundo: laboratorios equipados, aulas modernas, docentes reclutados de forma discrecional y directamente por el equipo directivo, fuera del clásico trámite de puntuaciones y escalafones. Se elige a los usuarios de acuerdo con su renta. Las cuotas que se pagan varían de colegio a colegio y pueden oscilar entre los 7.000 y los 12.000 o 15.000 euros anuales.
Los colegios concertados italianos no viven solo de las cuotas: también reciben financiaciones estatales como ayuda. Pero no fue siempre así. Los católicos de la Democracia Cristiana (DC), a partir de Alcide De Gasperi, se han negado siempre a financiar con dinero público colegios y sanidad privados, que en Italia son católicos en un 90%. Incluso un partido confesional como la DC respetaba el artículo 33 de la Constitución, que reza: “Los organismos y los particulares tienen el derecho de fundar colegios e institutos de educación, sin gravámenes para el Estado”. El cambio de rumbo se produjo, paradójicamente, con un gobierno de centroizquierda de corte poscomunista: el Gobierno de D’Alema, cuyo ministro de Educación era Luigi Berlinguer. Entra en vigor la ley nº 62/2000 sobre la paridad escolar: se sostiene el concepto de que también los colegios no administrados por el Estado desempeñan un servicio público y, puesto que se someten a los programas del Ministerio de Educación, entran de lleno en el sistema nacional.
Además de las cuotas, los colegios privados reciben dinero público bajo forma de subsidios directos, financiación para los proyectos de desarrollo formativo, o contribuciones a las familias. Sobre el Estado italiano grava, y de forma pesada, la plétora de colegios de matriz religiosa. Como esos colegios milaneses que pertenecen al Faes, Familia y escuela, institución nacida por iniciativa de miembros del Opus Dei. Los colegios Faes se declaran laicos porque no están gobernados de forma directa o indirecta por la Iglesia católica, y así, además de las cuotas, que van de 3.000 a 8.000 euros anuales, gozan también de contribuciones estatales. No obstante, dentro de la institución, existe la obligación de la confesión. El sistema escolar con la etiqueta del Opus Dei es el que tiene más prestigio. En Pamplona, Josémaría Escrivá de Balaguer funda en 1952 la Universidad privada de Navarra, que hoy está considerada como una de las instituciones más prestigiosas del mundo (sobresale la Facultad de Medicina). Tiene sedes destacadas en España, en San Sebastián, Madrid y Barcelona, y en Italia, con la Pontificia Università della Santa Croce, en Roma.
En el proemio de su Código de Conducta, en los puntos 3 y 4, se lee que dicha universidad “se reconoce en los valores de la doctrina y de la moral de la Iglesia católica, y se espera de todos indistintamente… una conducta moral y civil ejemplar… como también –poniendo de su parte todo lo necesario para lograr ese objetivo- que todo miembro de la comunidad académica contribuya a los fines de la Institución mediante el compromiso dirigido a la mejora de su profesionalidad (conocimientos, cualidades, competencias, habilidades, tanto técnicas como relacionales)”.
El Código es claro: el espíritu y la praxis de la prelatura van aceptados en su totalidad sin discusión. Quien tiene sentido crítico, o una fuerte personalidad, o no entra o no resiste mucho tiempo. O le mueve algún tipo de interés. No es difícil vislumbrar en estas “reglas internas” una especie de do ut des. Y do ut des es precisamente el nombre de la investigación de la Fiscalía de Bari sobre las irregularidades en las oposiciones públicas destinadas a docentes de Derecho eclesiástico, constitucional y comparado. Iniciada en octubre de 2013, en la investigación están implicadas algunas universidades italianas, entre las que se encuentra la Universidad Europea de Roma, ligada a los Legionarios de Cristo. Para su fundador, padre Degollado, que solo hablaba español y ni siquiera conocía el latín, colegios y universidades han sido la base de un imperio económico: educar a los hijos para llegar a los –poderosos y ricos- padres. En Madrid, la universidad de los Legionarios es la Francisco de Vitoria, que tiene dos universidades homólogas en Roma, el Pontificio Areneo Regina Apostolorum y la citada Universidad Europea (nacida en 2005), cuyo eslogan es “resaltemos tu talento”. A pesar de la damnatio memoriae que ha caído sobre el fundador, los centros educativos de los Legionarios siguen atrayendo alumnos. Siguen matriculándose en los colegios legionarios de Barcelona, Valencia y Sevilla, y también en los diversos clubes juveniles y centros de Regnum Christi.
Los Neocatecumenales son más discretos: en Italia no han fundado ni universidades ni colegios. Su interés por la educación es sustancialmente de uso interno: su aspiración es la de formar futuros sacerdotes entre los que estudian en los seminarios neocatecumenales llamados Redemptoris Mater. En este sentido, el Camino Neocatecumenal es “el más espiritual” de todos y de hecho se define como una fundación autónoma de bienes espirituales. Pero por la misma razón, desde el punto de vista doctrinal, es también el más peligroso y corrosivo: no por nada la fuerte reticencia de la Iglesia oficial a aprobar sus estatutos. Incluso el movimiento creado por la única mujer, Chiara Lubich, destina sus propios centros de formación a sus miembros. El más importante se encuentra en Loppiano, la primera ciudadela del movimiento surgida en el corazón de la campiña toscana. Se trata del Instituto Universitario Sophia, que tiene en su haber tres especialidades: Economía y Gestión de Empresa, Ontología Trinitaria, Estudios Políticos.
Ni siquiera el movimiento de don Luigi Giussani, Comunión y Liberación, tiene colegios o universidades con la sigla CL, ni en Italia, ni, mucho menos, en España. Hay que indicar, sin embargo, la masiva presencia de profesores cielinos en los institutos superiores. A la esfera de CL pertenece la asociación cultural Universitas University: radica en Milán y acoge a profesores universitarios que pertenecen al movimiento. Más que colegios, CL tiene cátedras. Comunión y Liberación, a través de la Compañía de las Obras, su brazo económico, está más interesada en el sector empresarial, en la sanidad y en los negocios en general. Partiendo de la política. Roberto Formigoni, que ha impuesto su ley durante décadas en una de las regiones más ricas de Italia, la Lombardía, es de CL. En España, CL crea cultura: EncuentroMadrid es un ejemplo. Un evento de tres días en plena primavera madrileña, en el que colaboran 20.000 asistentes. Todos voluntarios, como los centenares de jóvenes que participan cada año, hacia finales de agosto, en el tradicional Encuentro de Rímini.
Traducción de Valentina Valverde.
Carlotta Zavattiero es autora de Le lobby del Vaticano. I gruppi integralisti che frenano la rivoluzione di papa Francesco (Chiarelettere), entre otros libros.
Tienen poder, dinero, representantes en política y en los puntos clave de la economía, los medios de comunicación y las finanzas. Administran una red de colegios y universidades privadas que, cada día más, hacen la competencia a la escuela pública. Son Iglesias dentro de la Iglesia católica: Opus Dei,...
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Carlotta Zavattiero
Carlotta Zavattier, periodista, es autora del libro 'Le lobby del Vaticano' (Chiarelettere, 2013). Nacida en Padova, en 1973, escribió con Dalbert Hallenstein 'Giorgio Perlasca. Un italiano scomodo', además de investigaciones sobre los padres separados, el juego de azar y la pedofilia.
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