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Land of Lincoln

El eterno (y definitivo) retorno de Hillary

La precandidata es a día de hoy la favorita para ocupar la Casa Blanca en 2016. Lejos de sus errores de hace ocho años, ha iniciado su campaña con un plus de populismo y con la ventaja de que enfrente no hay nada

Diego E. Barros 16/04/2015

Hillary Clinton durante un debate con los estudiantes y educadores en Monticello, en el comienzo de su campaña en Iowa.
Hillary Clinton durante un debate con los estudiantes y educadores en Monticello, en el comienzo de su campaña en Iowa. Justin Sullivan

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Con tres precandidatos declarados (por el momento) en el otro lado, Hillary Rodham Clinton, de 67 años, se decidió el pasado domingo a dar el paso por el que muchos estaban esperando desde hace casi tres años. La exsenadora por Nueva York, ex secretaria de Estado de la primera Administración de Barack Obama y candidata a la presidencia en 2008 anunció el pasado domingo a sus seguidores lo que ya a nadie cogió por sorpresa: que competirá por la nominación demócrata para conseguir llegar a la Casa Blanca en las elecciones de noviembre de 2016. Es su último y definitivo retorno, cualquiera que sea el resultado.

A día de hoy, Clinton parece casi una apuesta segura. Dentro del Partido Demócrata y, casi podríamos decir, que para ser la próxima ocupante del despacho oval. Pero con mucho tiempo por delante hasta las elecciones todo puede pasar. Especialmente en un país como EE.UU., cuyas particularidades electorales y censales hacen que en cada cita con las urnas haya siempre un hueco para el suspense. Y Hillary no quiere sorpresas. Especialmente tras lo ocurrido en la intentona fallida de 2008, cuando una campaña excesivamente triunfalista, que la hizo aparecer como una arrogante presidenta in péctore y cargada de errores de bulto, terminó con sus aspiraciones en favor del vendaval protagonizado por un joven y semidesconocido senador negro llegado de Illinois. Mucho tiempo ha pasado desde entonces. Obama no es el que era y Clinton quiere dar a entender que tampoco. El primer paso del cambio se aprecia ya desde el propio lema de su campaña. Si en 2008 fue un claro Hillary for President, hoy ya no se trata del ansiado cargo (que por supuesto sí) sino del país, y así en 2016 será Hillary for America.

Porque esa parece ser la estrategia marcada desde el primer día. Clinton es quizá, tras el presidente, la política que goza de mayor reconocimiento público ―positivo pero también negativo―, y por eso no es necesario vender una marca. Se trata de vender un país, el país de Hillary, y que por supuesto es radicalmente diferente al que tratan de dibujar los hasta el momento candidatos republicanos. Como el propio vídeo inaugural de campaña, Hillary aspira ahora a gobernar un país abierto y plural en el que sean los ciudadanos (de todas las razas, orientación sexual y extracción social) los encargados de seguir agrandando la leyenda de América. Eso sí, como ella misma dice, “cada día, América necesita un defensor, y yo voy a ser ese defensor”. Recordando la famosa frase que el colaborador de su marido James Carville ideó para la campaña de 1992 contra George H. W. Bush padre -“la economía, estúpido”―, todo hace indicar que su campaña para 2016 girará en torno a una economía que, aunque en buena forma, sigue resistiéndose a dejarse notar en las clases medias: “Los americanos han luchado fuerte para salir de las dificultades económicas pero la balanza todavía está inclinada a favor de los que están arriba”, dice la candidata. Un mensaje que puede resultar llamativo viniendo de una persona a la que se ha acusado frecuentemente de estar más cerca de Wall Street que de las preocupaciones de la maltratada clase media estadounidense y que Clinton parece decidida a contrarrestar con ese plus de populismo. Sí, esa palabra maldita en otras latitudes pero que es el pan nuestro de cada día de la política estadounidense. Si en 2008 Obama ganó en las redes sociales pero sobre todo en la calle, Clinton parece decidida ahora a hacer lo mismo. De momento su campaña es la que más eco está teniendo en una red social como Facebook. Y también es importante el primer gesto: marcharse a Iowa el pasado martes a pisar la calle. Desde el domingo ya había recorrido cinco Estados (Nueva York, Pensilvania, Indiana, Ohio e Illinois) en los que habría mantenido reuniones en pequeños cafés, comido en restaurantes de comida rápida y hablado con “los americanos normales” para los que dice ser la “defensora apropiada”. Y todo ello a bordo de una camioneta que ella mismo ha bautizado como Scooby, que queda muy lejos de los aviones y helicópteros utilizados en los desplazamientos de 2008. Los mensajes están claros: “Algo funciona mal cuando estudiantes y familias deben hipotecarse para poder estudiar”, dijo Clinton ante un grupo de profesores y alumnos en un centro de comunitario en Monticello (Iowa); “Un alto directivo de una empresa gana 300 veces más que el trabajador medio”, continuó. Mensajes que algunos podrían calificar de “populistas” pero que no por ello dejan de ser realidad.

A nadie se le escapa que Clinton es, salvo catástrofe, el rival a batir. Especialmente fuera. Y lo es porque no parece fácil que nadie en el seno de los demócratas se decida a dar el paso y, además correr el riesgo de actuar como simple esparrin de la favorita, perder una buena cantidad de millones en el camino, habida cuenta de que en el sistema norteamericano un candidato debe escoger entre dinero público y privado para sufragar las costosísimas aventuras electorales. Las opciones son excluyentes, por lo que nadie escoge la primera. De momento, Hillary (que en otro guiño hacia la normalidad ha escogido su nombre de pila y no su apellido para hacer campaña) es una campeona en la recaudación de fondos. Ready for Hillary, el super-Pac (comité de recaudación) puesto en marcha hace dos años para promocionar su nominación, cesó sus funciones el pasado viernes con el anuncio de que, como mínimo, había hecho sus deberes: más de 15 millones recaudados y cuatro millones de simpatizantes identificados de cara a la elección de noviembre. Y esto no hecho más que empezar en una campaña que será larga y sobre todo cara.

Por improbable que parezca, es posible que Clinton tenga que ganarse la nominación en unas primarias. Eso al menos es lo que quieren los demócratas, aunque tenga más de declaración de cara a la galería (no quieren una coronación) que de deseo real (quieren que esas eventuales primarias las gane Clinton). Eso es lo que señalan varias encuestas realizadas estas últimas semanas (aquí, aquí y aquí). No sería la primera vez que un candidato con un aparente apoyo semejante (a día de hoy 27 senadores habrían suscrito ya su candidatura) tiene que pasar por el trago de las primarias. Lo hizo Al Gore en el año 2000 frente a un desconocido Bill Bradley y el resultado fue que Bradley no ganó ni una sola de las elecciones internas y solo consiguió que Gore bajara de la barrera del 50% de votos en New Hampshire. Esto es solo un dato para el recuerdo, como también que Gore, pese a obtener más votos populares que George W. Bush en las elecciones de aquel año, lo único que acabaría ganando sería un Oscar en 2006 y, bueno, también un Nobel como miembro del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático en 2007.

 

Posibles rivales por la nominación

Se barajan nombres, pocos, pero los hay. El primero de ellos es el del propio vicepresidente Joe Biden. Que aparezca tiene más que ver con el cargo que ocupa que con su posibilidad real. Prácticamente puede ser tachado. Con la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren autodescartada y dando finalmente su apoyo a Clinton, Martin O’Malley, exgobernador de Maryland, es el hombre que encabeza todas las apuestas. De hecho, es el único demócrata en liza que ha sido elegido para un puesto ejecutivo en más de una ocasión. Se le pinta como un contrapeso “más a la izquierda” que Clinton; sin embargo, tras la presidencia de Obama y el amago de Warren (ésta sí muy identificada con el ala izquierdista del partido) nada hace indicar que el electorado vaya a escorarse de nuevo hacia el espectro más liberal en el sentido norteamericano del término. Hay, incluso, quien sueña con un más que improbable ticket Clinton-Warren.

Bernie Sanders es el único que actualmente ocupa un cargo electo. Senador por Vermont, es un demócrata independiente que se define a sí mismo como “socialista”. Visiten su cuenta de Twitter y verán por qué. Lincoln Chafee y Jim Webb son casos aparte. Chafee, quien procede de Rhode Island, nunca ha ganado una primaria demócrata. Para más inri fue senador pero representando al Partido Republicano y más tarde fue gobernador independiente de su Estado. La única vez que hubiera podido ganar una primaria demócrata (para gobernador), acabó abandonando antes de tiempo. Web, como Chafee, es otro exrepublicano. Exsenador por Virginia, anunció a finales del año pasado la creación de un comité exploratorio de cara a competir por la nominación. Nunca más se ha sabido de él. Presentarse como centrista (su punto fuerte) puede ser algo bueno en la carrera para la Casa Blanca, pero no para ganar la nominación en el seno del partido. Como dato sirva que Web se comportó como el cuarto senador demócrata más conservador durante su última legislatura en el Capitolio.

En todo caso, en una hoy improbable batalla interna Clinton parte con mucha ventaja como dejan ver estas encuestas, en las que la exsenadora aventaja a sus posibles rivales demócratas en una horquilla que va de los 42 a los 47 puntos.

Así las cosas parece difícil que Clinton no consiga ser, como mínimo, candidata.

 

No será un camino de rosas

Tener la nominación no quiere decir que el de Hillary vaya a ser un camino de rosas, como se ve aquí, hay opiniones divididas, incluso en el seno de los demócratas. Desde antes del domingo, pero especialmente tras el anuncio de su candidatura, el Partido Republicano ha puesto toda la maquinaria anti Hillary en marcha. Llevar tantas décadas como los Clinton en política ha hecho que a su alrededor crezcan los aliados pero, sobre todo, los enemigos y, especialmente estos últimos, son muy fuertes. Durante los últimos meses, la precandidata ha tenido que lidiar con dos pequeños escándalos que, pese a los empeños republicanos, parecen tener poco recorrido en la opinión pública. El Partido Republicano intenta remover la polémica de que solo usara un correo electrónico privado mientras era la cabeza del Departamento de Estado. También está su controvertida gestión en el ataque en 2012 al consulado estadounidense en Bengasi (Libia), en que murieron el embajador y tres diplomáticos estadounidenses.

Como se apresuraron a manifestar dos de los precandidatos republicanos ya en liza (Ted Cruz y Marco Rubio) la exsenadora representa el pasado y todos los males presentes del Gobierno Obama, auténtico anticristo para el ala más dura del partido del elefante. Ante ella, los republicanos tratarán de aparecer como los portadores de una imagen de cambio. Y eso aunque sus políticas tengan que ver más con el retroceso de lo avanzado en estos ocho años de gobierno y que, pese a las sombras, ha sido mucho; comenzando por el desarrollo de un sistema sanitario más asequible. Un “cambio” este que veremos cómo se explica si, como es previsible, Jeb Bush acaba dando el paso y certifica que también pugnará por la nominación republicana. Es el favorito según las encuestas y una batalla Clinton-Bush no es nada descartable a día de hoy. Dos de las dinastías norteamericanas otra vez en liza.

La lista de enemigos es larga y más allá del campo político la encabezará de nuevo la célebre NRA, Asociación Nacional del Rifle. Tras pasar años mintiendo acerca del imperioso plan de Obama por prohibir en EE.UU. el sacrosanto derecho a la posesión de armas, el vicepresidente de la NRA, Wayne LaPierre, ha puesto ya el foco en Hillary. Y la cantinela es la misma. La campaña que se avecina será sucia y descarnada. En este artículo de Hanna Rosin para The Atlantic se da cuenta del ejército dispuesto desde hace años a remover la basura del matrimonio Clinton. Muchos de ellos están deseosos de ofrecer sus servicios a la maquinaria republicana.

Pese a los peores momentos vividos en las últimas semanas (el asunto de los e-mails) Hillary sigue siendo la favorita frente a cualquier hipotético rival republicano. Horas después de lanzar su candidatura, Clinton ya lideraba la encuesta de Rasmussen Reports en un hipotético enfrentamiento nacional frente a Cruz o Rand Paul (Marco Rubio no había anunciado todavía su candidatura en el momento de la encuesta). Hillary aventajaría a Cruz y Paul en nueve y 10 puntos respectivamente. En ningún caso la exsenadora superaría el 50% de los apoyos pero su ventaja sería clara 47% frente al 38% de apoyos de Cruz; y 47% frente al 37% cosechado por Paul. En ambos casos, un 11% de los consultados se decantaría por otro candidato mientras que un 5% se declaraba indeciso. Pero, pese a todo, todavía es muy temprano.

Salvo catástrofe, algo que, insistimos, siempre hay que tener en cuenta, parece difícil que Hillary no vaya a hacerse con la presidencia, aunque como apunta Nate Cohn en The New York Times, la carrera está todavía lejos de estar ganada.

 

Puntos fuertes

Al igual que lo fue en el caso de Barack Obama, de ser elegida, sería histórico. Hillary Clinton se convertiría en la primera mujer en el cargo (que no la primera candidata) y la persona de más edad en sentarse en el Despacho Oval con la excepción del republicano Ronald Reagan, que se convirtió en presidente con 69 años (Hillary lo sería con 68). De conseguirlo, sería también la primera demócrata en relevar a un presidente del mismo color político agotando mandato desde que Martin van Buren sucediera a Andrew Jackson en 1837. Por ahora habrá que ver cuánto se distancia Hillary del legado del presidente Obama o si, como parece lo más lógico, seguirá su estela, al menos en lo concerniente a políticas sociales y a política internacional. Si bien se ha mostrado crítica en el pasado, en los últimos meses ha respaldado al presidente en su acercamiento a Cuba y en sus negociaciones con Irán.

Clinton es mujer y es la favorita entre las mujeres de la clase media. Es blanca, lo cual le confiere un plus frente a votantes que todavía se dejan guiar por la raza. En términos de voto hispano (un aspecto cada vez más importante con un 11% del censo, unos 25 millones de votantes potenciales), incluso con dos republicanos que se identifican como tales (Rubio y Cruz) y un tercero que presume de cercanía (Jeb Bush habla español, está casado con una hispana y es el único favorable aunque sea con la boca pequeña a una reforma migratoria), Hillary es la favorita para este espectro del electorado, al igual que lo fue en su día su marido. Los republicanos han hecho todo lo posible para dinamitar cualquier política encaminada a regularizar la situación de los indocumentados a los que solo ofrecen la deportación como única salida. En 2008, Obama se hizo con el 71% del voto hispano y los analistas creen que con un electorado blanco decreciendo es prácticamente imposible conquistar la Casa Blanca sin obtener al menos un 40% del voto latino.

Los guiños hacia los hispanos por parte de Clinton ya han empezado. Su web cuenta con una versión en español, algo que no está presente en ninguna de las de los contendientes republicanos y en el propio vídeo inaugural se hablaba este idioma. El miércoles se anunció que el tesorero de la campaña de Clinton sería un hispano, José H. Villarreal, un abogado residente en San Antonio que ya trabajó en las campañas de Bill Clinton en 1992 y 1996, y ocupó este mismo puesto en la campaña presidencial de Al Gore en 2000, además de colaborar con Kerry en 2004 y en la propia intentona de Hillary en 2008. En todo caso, el apoyo del votante hispano a Hillary no será gratis y todo depende de que esta haga una apuesta decidida por una legislación migratoria clara y favorable a los intereses de una comunidad con cada vez mayor influencia. De hecho, la organización Latino Decisions publicó el pasado diciembre una encuesta en la que preguntaba a electores hispanos si votarían por Clinton en 2016 si ésta prometía continuar con la acción ejecutiva migratoria (algo de lo que los republicanos abjuran). El 85% dijo que sí. Si la precandidata se negara a comprometerse con esta medida, el número de hispanos que la apoyaría en 2016 caería al 37%, frente a un 55% que no lo haría.

Pero sí, es la favorita. Y los argumentos para que Hillary pueda hacerse con el cetro son bastante racionales. Aquí Jonathan Chait expone seis muy claros, que van desde la emergencia de un país mayoritariamente demócrata (en cuanto a elecciones presidenciales se refiere) hasta uno que cae por su propio peso: enfrente no hay nada. A día de hoy, cualquier candidato republicano es invotable por cualquiera que no se mueva más que por instintos partidistas.

Las primarias del GOP serán un espectáculo con los precandidatos soltando a cada cual mayor barbaridad para contentar al ala más conservadora del partido que es la que en estos momentos lleva la voz cantante. Una vez elegido, el candidato republicano tendrá que moderar mucho su discurso y eso será lo difícil pues pocos son los argumentos que cuentan a su favor. La economía va razonablemente bien (al menos la macro), haciendo justo lo contrario que la UE a la hora de minimizar los daños causados por la crisis económica. El paro se sitúa el 5,5% y los pasos dados por Obama en política internacional gozan del respaldo de una opinión pública cansada de guerras y conflictos interminables. En este punto, el GOP es todavía más desconcertante y se muestra dividido entre el aislacionismo de los libertarios como Paul y la fuerza de los halcones que quieren ir de la mano de Israel a la hora de imponer una mayor presión frente a Irán. En palabras de Chait, “ella es la única candidata de un partido nacional no dirigido por lunáticos”. Y lo curioso es que este argumento es absolutamente cierto.

 

Con tres precandidatos declarados (por el momento) en el otro lado, Hillary Rodham Clinton, de 67 años, se decidió el pasado domingo a dar el paso por el que muchos estaban esperando desde hace casi tres años. La exsenadora por Nueva York, ex secretaria de Estado de la primera Administración de Barack Obama y...

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Autor >

Diego E. Barros

Estudió Periodismo y Filología Hispánica. En su currículum pone que tiene un doctorado en Literatura Comparada. Es profesor de Literatura Comparada en Saint Xavier University, Chicago.

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