No he visto Juego de Tronos, pero sé que va de estrategia, porque a Pablo Iglesias le encanta la serie. Supongo que la historia va de un montón de Reinos, con sus respectivas familias, intrigas, reyes, traiciones, reinas, odios, amantes, lealtades y soldados, todos ellos intentando ganar la centralidad de algún tablero medieval, a base de maniobras como, por ejemplo, pactar con el enemigo traicionando a los suyos para, más adelante, llegado el caso, traicionar a la parte con la que has pactado. Cuánta sangre.

Cuando aquella mañana de octubre Pablo Iglesias subió al escenario de Vistalegre para explicar con el balón bajo el brazo que quería ser portero, delantero y entrenador, probablemente la noche anterior acababa de ver un par de capítulos en los que se explicaba perfectamente que no había existido en toda la época de la fantasía medieval un jodido Reino o familia con tres portavocías, horizontalidad o la participación de los círculos plebeyos decidiendo. Hubiera sido un caos.

Tres secretarios generales no pueden ganarle a Rajoy, pero uno sí, concluyó Iglesias, pensando que lo que no funcionaba en la fantasía medieval no iba a funcionar hoy. Y tenía razón Pablo y estaremos todos de acuerdo si imaginamos a Echenique, Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias en la FNAC el 14 de abril, día de la República, poniéndose de acuerdo sobre qué serie sería la más conveniente para regalarle al rey Felipe VI al día siguiente en el Parlamento Europeo. Qué follón. A ver qué dicen los círculos, Echenique, preguntaría Iglesias con el pack de Juego de Tronos ya bajo el brazo, como aquel balón de Vistalegre. Los círculos dicen que no le regalemos nada, y además preguntan que si nosotros no éramos republicanos.  

Con imágenes como la de arriba uno se cuestiona a veces si el juego de la estrategia política no llega a ser tan entretenido y absorbente que quienes lo juegan olvidan a ratos para qué estaban jugándolo. Uno se lo pregunta hasta que recuerda que a la centralidad del tablero, en la fantasía medieval y en 2015, hay que ir cagao, meao y llorao de casa.