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OWEN JONES / ENSAYISTA Y AGITADOR

"La privatización de lo público amenaza la democracia"

Arturo Noain Londres , 1/05/2015

Owen Jones, en Londres, después de la entrevista. 
Owen Jones, en Londres, después de la entrevista.  A. N.

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Con un rostro angelical y una voz profunda, Owen Jones es a sus 31 años una de las diez personas más influyentes de la política británica y se ha convertido en uno de los referentes de la izquierda. Incluso el líder del Partido Laborista, Ed Milliband, toma prestadas sus declaraciones. ¿Su última proeza? Mostrar quién maneja los hilos en su libro El Establishment. La casta al desnudo (Seix Barral). 

Cuando no está defendiendo la sanidad pública en las calles, Jones se encuentra en un plató de televisión debatiendo las últimas medidas de David Cameron o participando en unas conferencias del movimiento Occupy. A pesar de su complicada agenda, el ensayista y agitador recibe a CTXT en una céntrica cafetería de Londres donde, cómo no, pide un té con leche para acompañar la entrevista.

En su libro El Establishment describe cómo las actuales esferas de poder se comienzan a asentar a finales de los setenta con una ideología neoliberal propia de la derecha política. Parece que la izquierda en todo este proceso permaneció sentada a la espera...

La izquierda se derrumbó por una serie de derrotas desmoralizadoras. El economista estadounidense Milton Friedman dijo que, para conseguir un cambio, las crisis son necesarias. El crecimiento de la nueva derecha a finales de los setenta demostró gran astucia en la utilización de la crisis económica que afectaba a Occidente, y aventajó así a la izquierda, que no estaba preparada para ello. Por otro lado, se produjeron los ataques a los sindicatos, particularmente en sitios como Reino Unido donde eran la columna vertebral de la izquierda. Sobre todo, el final de la Guerra Fría supuso la muerte de cualquier alternativa, ya no sólo al capitalismo, sino también al libre mercado. Así el neoliberalismo llegó a una nueva fase triunfal que obstaculizó cualquier victoria de sus oponentes. El escritor Fredric Jameson dijo: "Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo". La izquierda quedó totalmente desmoralizada y fragmentada, desplazándose hacia la derecha en su forma más convencional, mientras el resto se dispersó y discutían entre ellos.

¿Considera la izquierda ha encontrado su mensaje?

Creo que está empezando a resurgir. España y Grecia muestran que la izquierda puede volver a la acción. Es imaginativa, creativa... e intenta comunicar sus ideas de otra forma. Debido a todas aquellas derrotas desmoralizadores y a su divorcio con sus raíces y la clase obrera organizada, su mensaje se perdió entre discusiones irrelevantes. La izquierda comienza a recuperarse y eso se puede ver no solo en España y Grecia, sino en cualquier otro sitio, incluso en Gran Bretaña. La crisis económica ha hecho pedazos gradualmente la idea de que no existe alternativa, todas las encuestas demuestran que la gente no apoya el neoliberalismo, la ciudadanía no apoya las privatizaciones de los servicios básicos ni la bajada de impuestos a los ricos... En el pueblo existe una sensación de resignación, pero es diferente, es la perspectiva de que no existe alternativa. El neoliberalismo ha tratado la desigualdad y las injusticias como si fueran el clima: te puedes quejar de la lluvia pero no hay nada que puedas hacer sobre ello. Cuando esta resignación se desploma es cuando el neoliberalismo se enfrenta a su némesis y es lo que vemos ahora en España con Podemos o en Grecia con Syriza, el comienzo de una nueva realidad.

España y Grecia muestran que la izquierda puede volver a la acción

En su libro Chavs: la demonización de la clase obrera trata este tema y cómo la clase obrera ha perdido su conciencia de clase. ¿Este resurgir de la izquierda tiene que ver con un regreso de esa conciencia?

El mito popular de que las clases sociales son cosas del pasado ha muerto. El mito murió por la crisis económica, por la austeridad, por la política de nuestro Gobierno y su objetivo de favorecer a los privilegiados. Lo que quieren los de arriba y lo que nosotros queremos es muy diferente. A pesar de la idea de los noventa de que todos somos clase media, el sentimiento de clase ha vuelto, quizá de una forma pasiva por la destrucción del movimiento sindical. En los setenta, los conservadores hicieron pública una declaración de intenciones que aseguraba que el problema de Reino Unido no era la existencia de clases, sino el sentimiento de clase. Eso es lo que trataron de deshacer, por ejemplo, cuando Margaret Thatcher dijo que no existía la sociedad, sino sólo individuos y familias. Querían que la gente se sintiese como individuos cuidando de sí mismos y sus familias, en el sentido de que si tienes éxito es gracias a tu esfuerzo y si fracasas es tu culpa y te mereces la pobreza y el desempleo porque sólo eres un vago sin talento suficiente. Es esta promoción del individualismo lo que ha ayudado a mantener el orden existente y las injusticias que sufrimos.

El mito popular de que las clases sociales son cosas del pasado ha muerto.

Resulta sorprendente el análisis que realiza en su último libro sobre las relaciones entre el poder económico y político. Por ejemplo, asegura que en los primeros quince meses del actual Gobierno británico, los representantes de empresas se reúnen con los ministros hasta en 1.537 ocasiones de forma oficial, y sin embargo, los representantes sindicales sólo lo realizan en 130 ocasiones. También describe numerosos casos de puertas giratorias. ¿Es posible acabar con eso?

Para hacerlo es necesario acabar con la financiación de las empresas a los partidos políticos, porque las grandes corporaciones no subvencionan a los partidos sin motivo, siempre esperan algo de vuelta, esperan que sus impuestos sean recortados, que los derechos de los trabajadores sean abolidos, esperan privatizaciones del sector público... Hay que deshacerse de esos flujos de dinero, y yo prohibiría a los políticos trabajar en empresas relacionadas con sus cargos oficiales. Nadie debería pasar del National Health Service [el servicio de sanidad pública británico] a trabajar para empresas privadas sanitarias. Hay que lanzar un plan contra las presiones políticas. En definitiva, hay que separar claramente a la política de las grandes empresas. Por ejemplo, evitando la privatización del sector público, que resulta ineficiente económicamente y es una amenaza para nuestras democracias.

Pero con la actual configuración de los Estados eso parece complicado. La negociación del TTIP (Tratado Transatlántica para el Comercio y la Inversión) diseña las relaciones internacionales entre la Unión Europea y Estados Unidos y ni siquiera los eurodiputados tienen pleno acceso.

El TTIP es un buen ejemplo porque las corporaciones pueden forzar a Gobiernos electos a aprobar ciertas políticas cuando estas afectan sus propios beneficios. En Australia existe un tratado similar, por ejemplo, y cuando el Gobierno australiano intentó introducir cajetillas de cigarrillos blancas para todas las marcas, la empresa tabacalera Philip Morris intentó detener al Gobierno porque evidentemente afectaría sus beneficios. La Unión Europea necesita un cambio drástico. Pongamos como ejemplo la National Railway [la red ferroviaria británica]. La gran mayoría de este país quiere renacionalizar la red, quién no querría, la red ferroviaria es una broma. Está fragmentada, es ineficiente, la más cara de Occidente... Es más barato volar hasta la otra punta del mundo que viajar en tren en tu propio país. Es una locura. Pero la Unión Europea  promueve la competencia en las redes ferroviarias, aunque la mayoría de los países, como Francia, encuentran la manera de esquivarla. Además hay que acabar con las políticas de austeridad, y cambiar las privatizaciones por una política social que defienda el interés de los trabajadores. Creo que la izquierda debe mostrarse más crítica y necesita unirse en el continente, como Podemos y Syriza, para cambiar la Unión Europea. 

Hay que acabar con las políticas de austeridad y cambiar las privatizaciones por una política social que defienda el interés de los trabajadores.

En sus dos libros hace referencia a la importancia de los medios de comunicación para crear ideas determinadas en la sociedad. ¿Considera que habría que instaurar algún tipo de control a los medios?

No, no un control estatal. Hablando en términos generales, no tenemos unos medios de comunicación libres. No es que nuestros medios estén controlados por el Gobierno, no somos Corea del Norte, pero sí están controlados por un grupo muy pequeño de magnates billonarios que defienden sus propios intereses y fijan el marco del debate político aceptado en Gran Bretaña. A pesar de que la mayoría de las personas quiere la nacionalización de la red ferroviaria, aumentar los impuestos de los más ricos, más derechos laborales, aumentar el salario mínimo..., ningún periódico convencional apoya esas medidas. Es ridículo. Y cualquiera que se enfrente al consenso establecido debe ser ignorado. Si ven algo que les amenaza ligeramente, tienen que pararlo. Aquellos que presentan una alternativa o les desafía de alguna manera son destruidos. Yo prohibiría a los magnates de los medios de comunicación poseer más de un periódico y prohibiría a magnates extranjeros, como Rupert Murdoch, poseer medios británicos.

Eso es el libre mercado... Y las redes son críticas con la prensa afín al poder.

Sí, hoy es posible desafiar a los medios convencionales en las redes sociales, es un gran paso adelante. Durante las protestas del G20 en 2009, un vendedor de periódicos, que no tenía nada que ver con las protestas, fue detenido por unos agentes de policía, le tiraron al suelo y murió. La policía mintió y la prensa reprodujo esa versión, pero afortunadamente alguien grabó lo sucedido. Hoy la gente puede hacerse escuchar en Twitter y otras redes de una forma nunca vista. En todo caso, yo incluiría una cláusula en los contratos de los periodistas para que puedan evitar que sus jefes les fuercen a hacer cosas que no son normales. Necesitamos la sindicalización de los periodistas y acabar con las prácticas no remuneradas.

¿Cree que estas son las razones por las que se propaga el racismo endémico que tanto critica en el libro?

Los medios de comunicación deberían desafiar al poder. Sin embargo, habitualmente sólo repiten lo que la policía les dice. Existen muchos casos de hombres, especialmente negros, asesinados en circunstancias sospechosas. Si eres negro, tienes seis veces más probabilidades de ser registrado por la policía en busca de drogas. Estos temas no han sido tratados adecuadamente por los medios. De hecho, necesitamos unos medios más representativos con, por ejemplo, más voces musulmanas.

¿Esta situación irá a peor con las próximas elecciones de Reino Unido? Me refiero sobre todo al crecimiento de UKIP, el partido independentista británico.

Sí, porque lo que hace es legitimar una forma de racismo que había sido derrotada en público y en los juzgados. El racismo parece ser aceptado de nuevo. La ultraderecha trata de estigmatizar a los pacientes extranjeros con VIH, y todavía recuerdo aquellos enormes carteles diciendo "26 millones de rumanos y búlgaros vienen a quitarte el trabajo", con un dedo apuntando a la gente de la calle. Lo que hacen es reconducir el odio de la gente hacía sus vecinos, y pone el foco lejos de los que tienen el poder. Los inmigrantes son un constante chivo expiatorio. En lugar de centrarse en los banqueros causantes del desastre económico, en los evasores de impuestos que no pagan millones de libras, en las grandes empresas causantes de la pobreza salarial que tiene que ser subsidiada por el Estado. Estos son los culpables pero el UKIP no habla de ellos. 

¿Cree que las elecciones de mayo pueden influir en la política europea o en otros países de la UE?

Sí, obviamente este país es un significativo Estado miembro. Lo que está sucediendo en Europa es un desafío creciente a la austeridad. Actualmente, el Partido Laborista es la única alternativa. Se han desmarcado de la derecha en temas como la evasión fiscal, la privatización del sistema de salud, el contrato de 0 horas, el impuesto a la vivienda... Los tories esperaban estar muy por delante pero en las últimas encuestas el Partido Laborista lidera por dos puntos sobre los conservadores. Así que están entrando en pánico... 

¿Por qué no ha surgido en Gran Bretaña una izquierda que represente valores como los de Podemos o Syriza?

Tenemos un sistema electoral problemático. Es muy difícil para un nuevo partido ganar diputados porque necesitas concentrar el apoyo en circunscripciones individuales. Puedes conseguir el 20% de los votos y no ganar ni un escaño. Si aparece un nuevo partido de izquierda, dividen el voto en las circunscripciones locales y eso da ventaja a los conservadores. También se debe a los sindicatos, para que un nuevo partido triunfe en Gran Bretaña necesita el apoyo de los sindicatos, que tradicionalmente apoyan al Partido Laborista. De todos modos, avisaría a los laboristas: que miren a Grecia, donde su homólogo griego en 2009 ganó las elecciones con un 40% de los votos y en las últimas consiguió el 4%. O a España.

Participó en la presentación de Podemos en Londres junto a Ken Loach e Iñigo Errejón, y ha demostrado públicamente su apoyo al partido español. ¿Qué ve en ellos que tanto le fascina?

Pienso que son muy interesantes e inspiradores en su desarrollo, vienen del movimiento de los Indignados... Soy la cuarta generación socialista de mi familia y entiendo la cultura y tradición de la izquierda, pero la mayoría de la gente no. La mayoría no piensa en términos de izquierda o derecha, piensan en temas que deben ser tratados y es lo que Podemos ha conseguido hacer: mostrar un mensaje convincente y coherente de acuerdo a la experiencia de las personas, en un lenguaje que pueden entender. Cuando la izquierda británica atacó a Podemos, sólo podía pensar que no estábamos en posición de criticar. Deberíamos aprender de ellos, saber por qué están triunfando, conocer qué están haciendo bien. Obviamente se enfrentan a obstáculos inevitables, la casta española está demonizándolos y atacándolos, pero eso se debe a que son una amenaza legitimada que tendrá ramificaciones, no sólo en España, sino en Europa.

¿No teme que sean una decepción?

Ese es siempre el peligro. Grecia, un pequeño país de la periferia europea, se está enfrentando al liderazgo de la Unión Europea y de las finanzas internacionales. Es David contra Goliat. Por supuesto que será difícil, es un barco que comienza a zarpar. La clave es movilizar a la ciudadanía en apoyo del nuevo Gobierno, será más sencillo aprobar políticas radicales si tienes a la gente detrás. Se trata de juntar la acción política parlamentaria y extraparlamentaria, así es como se consigue el cambio.

En el último capítulo de El Establishment habla de una revolución democrática necesaria. ¿Cuáles serían las claves para que tenga éxito?

Conseguir el cambio depende del sacrificio y la organización de los de abajo. Una revolución democrática se consigue cambiando la balanza de poder, dando el poder a la sociedad. Esto significa servicios públicos democráticos en lugar de en manos privadas como las redes ferroviarias o la energía, justicia fiscal con impuestos adecuados para los de arriba, más derechos laborales incluyendo a los sindicatos, que son el mayor movimiento democrático del país, difundir la democracia más allá de la política ofreciendo a la ciudadanía control sobre su economía y puesto de trabajo... Esta sería una pequeña base para desplazar el poder de los de arriba al pueblo. Podría ir más allá pero me parece un buen principio.

Una última pregunta. Tras dos grandes éxitos editoriales, ¿está ya trabajando en un tercer libro?

Sí, estoy trabajando en La política de la esperanza. Quiero ver si las cosas pueden ser diferentes con una orientación internacional. En parte quiero analizar España y el auge de Podemos y así enseñar al mundo cómo un movimiento social puede desafiar al poder, creo que es fascinante. La idea es mostrar alternativas, darle esperanza a la gente. Si sólo tienes ira contra los inmigrantes y desempleados, aceptas la injusticia y todo se convierte en resignación. Necesitas dar esperanza a la gente, necesitas dar una sensación de sociedad. Me gustaría dar esperanza a las personas, y probablemente será más placentero de escribir.

 

El Establishment”, de Owen James, acaba de ser publicado en España por Seix Barral.

Con un rostro angelical y una voz profunda, Owen Jones es a sus 31 años una de las diez personas más influyentes de la política británica y se ha convertido en uno de los referentes de la izquierda. Incluso el líder del Partido Laborista, Ed Milliband, toma prestadas sus declaraciones. ¿Su última...

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Autor >

Arturo Noain

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