Más Contexto
Lágrimas, argumentario y publi de Coca-Cola
Ekaitz Cancela 24/04/2015
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Dos años después de acogerse a la amnistía fiscal, semanas después de sus idas y venidas a Suiza y minutos antes del prime time, caía Rodrigo Rato. Como un tiro en el pie, dicen unos. Gracias a la presión ciudadana, señalan otros sobre la perfecta escenografía en la que se desarrolló la trama. Como si el Alí Babá del PP no hubiera trabajado junto con cuarenta ladrones, como si alguien se creyera que sacó el oro de la cueva de Génova él solo.
El espacio mediático que ocupó la detención de Rato fue inversamente proporcional al esfuerzo de España por evitar la peor tragedia del Mediterráneo. La del martes, cuando murieron 400 refugiados, porque el domingo se ahogaron 700, y otros 950 acabaron a la deriva el martes. Diez veces más que en abril de 2014. Mientras, los mismos que se limpiaban las manos con la detención de R.R., dejaban caer alguna que otra lágrima de cocodrilo ante la prensa. El primero en hacerlo fue Mariano Rajoy, que en 2013 ordenó apoyar a EEUU en la guerra contra Siria sin pasar por el Congreso ni hacerlo público. Fue precisamente el presidente de un país que en diciembre pasado se ofreció para acoger a 130 refugiados sirios de un cupo de 180.000 y un total de 3,8 millones.
La máxima ante los medios corrió y llegó hasta la Secretaria General del partido que aprobó con mayoría absoluta legalizar la vulneración de derechos humanos en la frontera. También hasta el hombre que el martes se reunía en Luxemburgo para establecer medidas que acabaran con las muertes en el mar, Fernández Díaz, justo un mes después de rechazar la mejora del salvamento europeo de inmigrantes por su posible “efecto llamada”. Y todo ocurría mientras 900.000 personas “celebraran" el tercer aniversario del Real Decreto que les dejó sin acceso a la sanidad.
Los lamentos y llantos del Gobierno forman parte del mismo argumentario. Palabras que ni evitan las muertes más allá de las fronteras, ni la corrupción de puertas hacia dentro.
Y entre argumentarios quedaron a la deriva otras dos noticias, al menos. El jueves, el Tribunal Supremo declaró nulo el ERE de Coca-Cola que hace 15 meses presentó a 1.190 familias, pero el histórico suceso en el que 300 trabajadores vencen a una multinacional se perdió 24 horas después entre la fina capa de publicidad que cubría toda la prensa nacional. “Hoy es el primer día para un nuevo futuro juntos”, decía una página par a color (rojo) de la compañía que no ha esperado ni tres días para anunciar a los sindicatos que no acatará la sentencia judicial.
De fondo (más), el Tratado de Libre Comercio (TTIP). Las 550 manifestaciones en 34 países del sábado no encontraron hueco en las páginas de ningún periódico, no sonaron más de cuatro cortes en los bloques informativos de las televisiones. Como tampoco lo hicieron las consignas que gritaron las decenas de miles de voces que llenaron las calles de las 20 ciudades españolas oponiéndose a un Tratado que, en silencio, ya va por la novena ronda negociaciones.
Todo esto ocurre en la semana en la que el Gobierno anuncia el reparto de seis nuevos canales de TDT y recibe en Moncloa a los presidente de Unidad Editorial, del Grupo Godó y al de Planeta, holding al que Montoro amenazó con ampliar una investigación fiscal hace dos semanas. En plena negociación con Atresmedia y Mediaset para blindar ocho de sus canales que penden de un hilo.
A un mes de las autonómicas y a unos pocos de las generales, el silencio es un amigo que jamás traiciona.
Dos años después de acogerse a la amnistía fiscal, semanas después de sus idas y venidas a Suiza y minutos antes del prime time, caía Rodrigo Rato. Como un tiro en el pie, dicen unos. Gracias a la presión ciudadana, señalan otros sobre la perfecta escenografía en la que se desarrolló la trama. Como si el...
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Ekaitz Cancela
Escribo sobre política europea desde Bruselas. Especial interés en la influencia de los 'lobbies' corporativos en la toma de decisiones, los Derechos Humanos, la desigualdad y el TTIP.
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