Empleos de papel
La recuperación es más sólida cuanto más se apoya en empleos estables, pero en España se han perdido cientos de miles de puestos fijos desde 2008 y el 95% de los contratos que se firman son temporales, a tiempo parcial o fijos discontinuos
Bruno Vázquez 30/04/2015
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The Economist, el semanario de información económica más influyente del planeta, se cuestionaba hace apenas unos días sobre cuánto tiempo podría soportar una economía avanzada como la española una tasa de desempleo superior al 20%. La cuestión tiene su aquél. España acumula ya cerca de un lustro con un nivel de paro que se consideraría intolerable en cualquier otro país europeo y las estimaciones lanzadas desde organismos internacionales como la OIT o el FMI, lejos de ser halagüeñas, remiten a 2020 para ver a nuestro país por debajo de ese listón.
La perplejidad internacional ante este panorama es mayor por la indiferencia con que este drama macroeconómico se afronta de puertas para adentro. La costumbre, las autoridades y hasta una corriente no minoritaria de la opinión pública tienden a restar valor a esta estadística y a atribuirla, según la inclinación de cada uno a lo políticamente correcto, bien al volumen de la actividad sumergida en España, bien a la escasa calidad de nuestras estadísticas, homologadas, por otra parte, a las del resto de países europeos.
Desde esta singular visión, el paro no sería un problema o no lo sería, al menos, en la medida en que lo muestran las estadísticas.
Y es posible que tengan razón. Quizá el problema de España no esté tanto en su nivel de desempleo, y sí en el perfil del nuevo empleo que se está generando.
Empleo sin futuro
Solo uno de cada veinte nuevos contratos que se firman en España es indefinido y a tiempo completo, según los datos del Ministerio de Empleo. O, de otra forma, el 95% de los contratos que se cierran hoy en el país o son temporales o fijos a tiempo parcial o por periodos determinados del año, los llamados fijos discontinuos.
Los ocupados fijos y a tiempo completo continúan siendo el núcleo duro del mercado de trabajo, el mayor foco de consumo privado y una de las más importantes ‘redes de seguridad’ de la economía española, pero mientras éste llegó a estar conformado por cerca de 11 millones de trabajadores a mediados de 2008, hoy, según los últimos datos de la EPA, sólo aglutina a 9,5 millones de ocupados. Además, su evolución reciente no permite albergar grandes esperanzas de futuro. El amago de recuperación apuntado al calor de la entrada en vigor de la tarifa plana de 100 euros para los contratos fijos ideada por el Gobierno, y que convirtió en más barato contratar a un fijo que a un temporal, se ha detenido en seco en el primer trimestre del año, en el que se ha registrado una caída de 8.500 efectivos en el núcleo más estable del mercado laboral.
¿Es esto relevante para el país? Pues resulta que sí, que la recuperación de una economía suele ser mucho más resuelta, sólida y veloz cuando se apoya en empleos estables que cuando lo hace en empleos temporales.
La recuperación de una economía suele ser mucho más resuelta, sólida y veloz cuando se apoya en empleos estables que cuando lo hace en empleos temporales
Un estudio realizado por los investigadores del Banco de España Cristina Barceló y Ernesto Villanueva concluye que mientras los trabajadores con contrato fijo, y por tanto menos expuestos a la pérdida de su empleo, destinan una mayor parte de sus recursos disponibles al consumo, los que tienen relaciones laborales temporales, atenazados por el miedo a perder su puesto de trabajo, destinan un 30% más de su renta al ahorro y suelen demorar sus decisiones de gasto a la espera de lograr una situación más estable. En un país en el que dos terceras partes de su actividad económica están vinculadas inexorablemente al consumo, un factor así se convierte en crítico.
Alguien podría alegar que, a la luz de la información estadística disponible, alrededor de la mitad del nuevo empleo generado en el último año ha derivado en trabajos de carácter indefinido. Pero esta realidad estadística exige un enorme asterisco antes de ser aceptada. Principalmente porque alrededor de la mitad de ese nuevo empleo fijo se ha creado a base de contratos por horas –a tiempo parcial- o fijos discontinuos, es decir, para dar cobertura a actividades que no son permanentes en el tiempo. Se trata de contratos fijos, por supuesto que sí, pero que proporcionan unos ingresos que difícilmente se pueden vincular a una mínima estabilidad financiera. No está de más recordar un dato que mencionaba recientemente la investigadora de Fedea Sara de la Rica y es que, mientras que en Holanda o Alemania la jornada semanal media de los contratos a tiempo parcial está entre 25 y 30 horas semanales, en España apenas llega a 10 horas con las diferencias salariales que esto conlleva.
Además, si bien la tarifa plana de 100 euros ha supuesto un gran acicate para hacer más atractiva la contratación fija frente a la temporal, básicamente porque la ha hecho más barata, también ha erosionado la estabilidad de los contratos fijos. Según los datos que maneja Carlos Martín, responsable del Gabinete Económico de Comisiones Obreras, mientras antes hacían falta 1,2 contratos fijos para consolidar un puesto de trabajo, ahora esta ratio ha subido a 1,4, es decir, se hacen más contratos fijos, pero también se rompen más.
El otro gran asterisco que matiza la evolución del empleo fijo en España es su tremenda concentración en sectores de bajo valor añadido y bajos salarios, lo cual tampoco es irrelevante a la hora de ponderar su impacto económico.
“Menos del 30% de ese medio millón de empleos que se ha creado en el último año está vinculado a sectores de valor añadido medio o alto, la mayoría se ha concentrado en servicios de baja productividad y bajos salarios”, asegura Carlos Martín.
“España sigue volcada hacia una gama de servicios de baja cualificación”, aseguraba recientemente Sara de la Rica, de Fedea. “Y no es que la terciarización de la economía sea mala de por sí, pero mientras sigamos con este patrón vamos a seguir generando empleos de gran precariedad en la jornada y por supuesto en los salarios”.
España sigue volcada hacia una gama de servicios de baja cualificación
Un patrón que oculta como regalo envenenado la baja productividad. La explicación es simple. Si los puestos de trabajo disponibles requieren de mano de obra poco cualificada no habrá necesidad de formar esa mano de obra ni tampoco de invertir en innovación, con lo cual nos quedamos sin dos de los grandes motores de generación de productividad y competitividad: la formación del capital humano y la innovación.
“Es cierto que siempre que se sale de una crisis hay una precarización del mercado de trabajo, que tiene que ver con las incertidumbres en las expectativas de los agentes económicos”, reflexiona Carlos Martín “Pero también es cierto que en España la normativa laboral ha alentado esa precarización y nos tenemos que dar cuenta de que esto tiene repercusiones muy negativas, porque genera vidas muy inestables, especialmente al principio y al final de la vida laboral, y luego nos encontramos con que las tasas de natalidad son muy bajas y con que tenemos problemas con las pensiones. Necesitamos un Gobierno que se decida a cambiar este modelo de economía”.
Más de 400.000 trabajadores esperan la llegada del calor
Ya está volviendo a suceder. Como el oso que se despereza de su largo descanso invernal, el mercado de trabajo empieza a emitir señales de actividad al mismo tiempo que los termómetros comienzan a venirse arriba. Son las cosas de una economía tan estacional y dependiente del sol como la española.
El año pasado el mayor arrebato de optimismo de las autoridades coincidió con el auge de la temporada turística que no sólo tiró hacia arriba del PIB sino que también proporcionó empleo en abundancia a un país necesitado sobre todo de puestos de trabajo.
Los datos de la Seguridad Social revelan que durante los meses que transcurrieron entre marzo y agosto nada menos que 400.000 españoles encontraron una ocupación en sectores estrechamente vinculados al turismo de sol y playa: bares y restaurantes, hoteles, comercio y actividades deportivas y de ocio.
También nos dicen que menos de una cuarta parte de esos puestos de trabajo resistieron la llegada del otoño. Puesto en cifras, de los más de 125.000 empleos que se generaron en establecimientos hoteleros al calor del verano, menos de 5.000 se consolidaron; en el ámbito de la restauración fueron 50.000 sobre 150.000; en el comercio minorista encontraron una ocupación más o menos estable 33.000 de los 96.000 trabajadores contratados para la temporada estival; y fue en la actividades deportivas donde el empuje veraniego derivó en más contrataciones, 11.000 sobre 17.000.
El fenómeno nos pone en guardia sobre muchos de los movimientos expansivos que se producen en el mercado laboral, y no sólo los vinculados al verano. Los últimos datos de la Seguridad Social y del INE muestran cómo el 80% de los puestos de trabajo creados en el arranque del año se concentra en los sectores más vinculados a las Administraciones Públicas, como educación, sanidad, servicios sociales e incluso la construcción, cuya inesperada generación de empleo tras siete años de destrucción sistemática de puestos de trabajo no es ajena al hecho de que en 2015, año electoral, sea el primer ejercicio en que el gasto en obra pública crezca desde que se inició la crisis. Habrá que esperar para ver si esos puestos de trabajo continúan ahí cuando pase la ‘temporada electoral’.
The Economist, el semanario de información económica más influyente del planeta, se cuestionaba hace apenas unos días sobre cuánto tiempo podría soportar una economía avanzada como la española una tasa de desempleo superior al 20%. La cuestión tiene su aquél. España acumula ya cerca de un...
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