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Habría que maldecir con todas las letras el día en el que los asesores de nuestros políticos confundieron cercanía con mamarrachez. Aquí, en suelo patrio, y tras décadas de reinado de Juan Carlos Campechano I, algunos se han creído que las coreografías de Michelle Obama un lunes de Pascua y en el programa de Ellen Degeneres podían trasladarse con el mismo efecto sin daños colaterales. ¿Por qué no? Si total, somos el país del flamenco y llevamos la gracia en las venas. Que no, señores, que de seguir así, a este paso los besos a los niños y a las señoras en los mercados municipales van a ser la mayor muestra de minimalismo jamás exhibida.
Señores candidatos, déjense de disfraces (iba a decir mamandurrias pero tiene copyright Aguirre). Bastante humillación le supone a una la experiencia de asomarse en leggins en el gimnasio frente a otros cuerpos sudorosos y con taras como para que te venga Monago a soltarte un discurso. Le faltó repartir bebidas isotónicas al finalizar el acto y un flyer para acudir al final de campaña. Aunque a Monago ya le identificamos como lo que es, ese romántico empedernido enamorado de Canarias y puritito Renacimiento: político, rapero y rapsoda. Un prodigio. Tampoco nos quejemos.
Cabría recordar que Esperanza Aguirre tiene una vertiente de Mortadelo digna de récord. La hemos visto vestida de madridista, de colchonera, capote en mano y con maillots amarillos en cuanto ha tenido ocasión. Con poncho, cantando en El Hormiguero con Pablo Motos (ese señor que tiene el pelo, la barba y las cejas de tres colores distintos), con chéster inflable y últimamente emulando a Nicole Kidman, junto a Mariano Rajoy y Cristina Cifuentes, en la película Los bicivoladores. Ella puede con todos los medios de transporte posibles: metro, taxi y bicicleta. Lo de conducir su coche, como ya saben, se le da pelín peor.
A Antonio Miguel Carmona ya le han dedicado líneas suficientes como para una tesis doctoral de lo bizarro. A los que le conocimos dando clases de Economía su actitud hiperactiva y poliédrica nos choca, y francamente debe ser muy duro ser su alumno en estos tiempos. Porque es otro que ha hecho de todo: subirse a una silla de ruedas, a una furgoneta, vestirse de bombero y recibir los aplausos de los invitados de Qué tiempo tan feliz, marcarse un chotis con María Teresa Campos y asesinar una canción de Dean Martin. Una productividad que ya quisieran el resto de países de la OCDE juntos. Tanto disfraz para que una de las dos abuelas, Aguirre o Carmena, te robe el caramelo. Si es que las encuestas no las hace el mismo que las de Reino Unido.
A mí nunca me ha abrazado un candidato por la calle, como tampoco me han llamado nunca a casa a hacerme una encuesta ni me ha tocado jamás nada en la tapa de los yogures. Y creo que tiene sus ventajas. Ni siquiera me gustan los disfraces, lo cual supongo que elimina de inmediato mi carrera como política. Prefiero el Rajoy registrador de la propiedad que el ciclista (es un decir), y vivo con miedo al culmen de vergüenza ajena que temo se produzca este mismo viernes, cuando nuestros castizos candidatos se calcen el disfraz de chulapo para festejar a San Isidro. La historia más reciente nos ha dado momentos inigualables, como esa imagen de Rafael Simancas y Miguel Sebastián con sus gorrillas. Y seguimos vivos.
A Teresa Rodríguez la vimos en campaña vestida de flamenca y de paso se apuntó al atuendo Soraya Sáenz de Santamaría, a la que debe darle todo bastante igual después de su pose en salto de cama para el magazine de El Mundo. Su amiga del alma, María Dolores de Cospedal, aún no se ha atrevido a calzarse el traje de manchega pero no alcemos las copas que aún no hay que brindar por nada. Si acaso, por el que no se disfrace. Tiene mi voto.
Habría que maldecir con todas las letras el día en el que los asesores de nuestros políticos confundieron cercanía con mamarrachez. Aquí, en suelo patrio, y tras décadas de reinado de Juan Carlos Campechano I, algunos se han creído que las coreografías de Michelle Obama un lunes de Pascua y en el programa de
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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