La generación de la crisis se moviliza
Los jóvenes de 25 a 35 años, marcados por la incertidumbre y la precariedad laboral, se muestran decididos ante la cita electoral: “No podemos dejarnos guiar por el miedo, el miedo hace que las cosas no cambien”
Olalla Uriarte 20/05/2015
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Existe una generación, aquellos que por entonces fueron calificados con orgullo como “la generación más preparada de la historia”, que desde el primer instante y de forma constante ha tenido que lidiar con la falta de oportunidades, pues su inicio profesional coincidió con el declive de un mercado laboral en crisis. Esos jóvenes, muchas veces un calificativo que les persigue por la propia obligación del sistema en sí, rondan en la actualidad los 25-35 años y contemplan el desempleo y la precariedad laboral como los problemas más graves a los que se enfrentan, a lo que muchos añaden la desesperanza y una crisis de valores palpable a todos los niveles.
Según Luis (25), su generación proviene de un sistema que basó su educación en fomentar las aspiraciones, y las fantasías, sin atender a conceptos como el fracaso o el fallo. “Ahora la realidad es que esos sueños no se pueden cumplir. Despertarte cada mañana pensando que nunca harás lo que hubieras deseado… eso es lo realmente duro. Y no nos han enseñado a aceptarlo”. Quizá esa frustración sea una de las principales señas de esta generación, que se reconoce más afortunada en líneas generales que sus predecesoras pero que a su vez siente una gran desilusión. “Creímos que estudiando y esforzándonos a tope conseguiríamos lo que nos propusiéramos y eso al final no ha sido así. Creo que somos una generación en general decepcionada”, dice Manu, de 31 años.
Los que dieron sus primeros pasos en el mundo laboral como becarios bajo una promesa de futuro que en muy pocas ocasiones se materializaría siguen teniendo, años más tarde, serios problemas en el terreno laboral. Para Pablo, de 27 años, “las perspectivas son trabajos temporales, mal pagados y con nula seguridad de cara a afianzarse en un puesto de trabajo. De hecho, la palabra ‘’seguridad’’ ha desaparecido en el ámbito laboral”. Además de ello y de la falta de ofertas existentes, “habría que sumar que ahora tenemos competencia con personas de otras generaciones, con mucha más experiencia que, por motivos obvios, optan a trabajos de menor rango de lo que les corresponde”, comenta María (28). Por toda esta serie de cuestiones, muchos coinciden en que no pueden vislumbrar un futuro claro, estable, digno.
Quizá esa frustración sea una de las principales señas de esta generación, que se reconoce más afortunada que sus predecesoras pero que a su vez siente una gran desilusión
De entre todas las respuestas sobre su situación laboral actual resuenan “nuevos términos” como falso autónomo o becario encubierto, situaciones difíciles e inestables que se entremezclan con contratos precarios. Éste es el caso de Vanessa (31). “Tengo un sueldo bajo, que me permite sobrevivir. Si quiero disponer de un sueldo más digno, debo dejarme los cuernos y vivir para trabajar”, comenta. Otros, como Pablo (32), intentan sobrevivir como pueden tras darse de alta en autónomos ante la falta de oportunidades existentes en su profesión. “Mis ingresos la mayor parte de las veces se ajustan al nivel de gastos que tengo en total, y muchas de las veces no llegan”. Tan sólo algunos pocos, aquellos que afortunadamente han contado con un respaldo económico familiar importante, se han lanzando al emprendimiento, como Aitor (30), quien afirma que desde el inicio de la crisis ha pasado “de ser un freelance muerto de hambre a compaginar trabajos estándar con proyectos propios, a poder vivir dignamente de los trabajos de freelance y a volver a ser un muerto de hambre otra vez”. Ahora, “gracias a la ayuda familiar y con una buena deuda a cuestas”, se ha podido convertir en emprendedor.
Llama particularmente la atención que, a pesar de todas la complicaciones y dificultades que atraviesa esta generación, prácticamente todos responden que creen que su situación particular será igual o mejor dentro de cuatro años. ¿Una actitud provocada quizá por el eco de la mencionada educación aspiracional? Ésta es una generación que en general votará en las próximas elecciones con la creencia de que las cosas aún pueden cambiar y mejorar, con esperanza. “No podemos dejarnos guiar por el miedo, el miedo hace que las cosas no cambien, que no evolucionemos y si ahora necesitamos algo desde luego es un cambio, un cambio que nos haga creer en el sistema democrático y en las personas que con sus cargos lo representan y nos representan”, comenta Marta (29). “Lo que antes era el voto del miedo se ha convertido en el miedo en sí. Así que me mueve la esperanza”, añade Pablo (27), quien comparte la misma motivación que Jesús (32), que afirma que con su voto pretende conseguir que “lleguen nuevas ideas y personas al Gobierno”.
A escasos días de las elecciones, la generación de la crisis tiene claro que va a votar, pues no contempla la abstención como una de sus opciones; sin embargo, y aunque la mayoría sabe de antemano a quién no daría su voto bajo ninguna circunstancia, muchos siguen teniendo dudas sobre a quién apoyarán. Independientemente de ello, todos ellos ejercerán su derecho los próximos días y lo harán cambiando su voto con respecto a las elecciones anteriores: los nuevos partidos han irrumpido con fuerza entre esta generación que mira al futuro con cierta esperanza, a pesar de las dificultades actuales. Porque, como afirma Beatriz (30), “si no tenemos esperanza, ¿qué es lo que nos queda?”.
Existe una generación, aquellos que por entonces fueron calificados con orgullo como “la generación más preparada de la historia”, que desde el primer instante y de forma constante ha tenido que lidiar con la falta de oportunidades, pues su inicio profesional coincidió con el declive de un mercado...
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