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Titular con ETA siempre renta
Félix Soria 20/05/2015
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"Los presos de ETA quieren a Podemos en el Gobierno". Este titular abrió la edición de El Mundo el pasado martes, reavivó una polémica que está podrida hace tiempo, y otra vez hubo quienes dijeron sentirse sorprendidos. Justo esto, la sorpresa, constituye lo más llamativo del episodio. ¿Acaso ha sido la primera, la vigésima o la quincuagésima ocasión en que un medio difunde un dislate mayúsculo?
En España se imprimen y emiten barbaridades y simplezas políticas a diario, las hay de tamaño descomunal y algunas impensables en un Estado de Derecho que se respete a sí mismo. Hay ejemplos paradigmáticos, como el protagonizado por los medios que difundieron la especie de que los policías y el instructor que investigaban los atentados del 11-M escondían pruebas. Y lo que es peor: algunos de los autores de esa “heroicidad” figuran entre los profesionales más respetados de España.
Todos los profesionales de la información saben que las insidias, las medias verdades y las mentiras son habituales. Quienes lo niegan aspiran a escalar en su empresa, y los que pocos que todavía no se han dado cuenta son ingenuos o tipos limpios que, salvo que se invierta la actual tendencia a empeorar, cuando descubran el fango se sentirán asqueados y buscarán otra forma de llevar dinero a casa.
Humo para despistar a los compradores de información
Los analistas orgánicos —¡qué hábiles son!— han creado la percepción social de que los medios convencionales pierden calidad y rigor debido a motivos económicos: cosas de la crisis, deslizan con elegancia o insinúan entre líneas.
Esa tesis es mentirosa. ¿Una mentira piadosa?... Pues no, ni siquiera eso. Es humo para despistar a los compradores de información, lo que de paso permite tranquilizar la conciencia de los que reman en las redacciones.
Nadie duda de que el empobrecimiento de las empresas mina la calidad de lo que se emite o imprime, entre otros motivos de menor impacto porque los medios han reducido plantillas, obligando a que los “afortunados” que conservan el empleo (con peores salarios) trabajen a uña de caballo. Los errores han aumentado inevitablemente. Pero no es el caso.
El titular y la pieza, ¡qué pieza!, publicados por El Mundo y otros dislates similares no se deben a las penurias económicas y de mano de obra: no son errores, sino horrores.
En interés de una minoría, los vicios han sido normalizados
Hay silencios y criterios informativos que son criticables o poco elegantes pero comprensibles o disculpables porque lo convenido socialmente es que a las empresas privadas se les permita sortear ciertas obligaciones cuando el sucedido, el dato o la opinión que manejan perjudica sus economías: ventas y publicidad; excepto cuando el medio censura o enaltece algo para beneficiar al poder a cambio de anuncios o ayudas institucionales.
Los medios privados no están obligados a lesionar sus intereses económicos, pero esa prerrogativa no les autoriza a manipular la vida política, jamás justifica endiosar o satanizar con argumentos falaces o datos manipulados las actuaciones y decisiones del poder, y es una perversión antidemocrática (y debería ser sancionado) que los medios ejecuten campañas para torcer la voluntad del electorado recurriendo a la insidia y la mentira.
El deterioro del periodismo beneficia a algunos
El progresivo empobrecimiento que desde 2008 acusan prácticamente todas las empresas debido a la recesión (en especial por la caída de los ingresos publicitarios) agravó los efectos de la pérdida de credibilidad y de las ventas, males estos que ya se habían iniciado varios años antes del estallido de la burbuja financiera.
El escenario se ha ido ensombreciendo y encanallando. Han desaparecido decenas de empresas, la mayoría de las que sobreviven lo hacen con dificultades más o menos graves (las jubilaciones y despidos superan los 25.000) y abundan los medios amenazados de quiebra. Los únicos que hoy resisten sin riesgos —cuando menos en el corto y medio plazo— son los grandes grupos.
A estas alturas está probado que el deterioro del periodismo y las aberraciones informativas sólo perjudican gravemente a las empresas de tamaño medio y pequeño; unas son dañadas hoy, a otras les tocará mañana y a las que resistan más, pasado mañana.
No son sorprendentes ciertos titulares ni textos, pero sí lo es que apenas una docena de medios convencionales se hayan atrevido en alguna ocasión a denunciar en voz alta la corrupción informativa como destructora de medios.
¿Por qué tantos medios cierran los ojos ante la evidencia de que el sector camina hacia el oligopolio?; lo cual, por cierto, afectará a las libertades y derechos del conjunto de los ciudadanos.
Titulares como el de la ETA y Podemos sólo constituyen la burda manifestación de ambiciones (y mesianismos) que van más allá de lo informativo.
Salvo que medien sendas epifanías empresarial, profesional, social y política, mañana o pasado la minoría triunfante impondrá “su” libertad de información y opinión. En cierto modo, los grandes grupos ya han iniciado esa “tarea”.
"Los presos de ETA quieren a Podemos en el Gobierno". Este titular abrió la edición de El Mundo el pasado martes, reavivó una polémica que está podrida hace tiempo, y otra vez hubo quienes dijeron sentirse sorprendidos. Justo esto, la sorpresa, constituye lo más llamativo del episodio. ¿Acaso ha sido la...
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Félix Soria
Nací en Lugo (1953), me crié y formé en Barcelona. Estudié en la UB la "vieja" Filosofía y Letras. Trabajé desde los 17 años en un poco de todo: barrendero, traductor, mozo almacén para carga-descarga, administrativo, comercial o funcionario municipal. Fui corresponsal de La Voz de Galicia en Bélgica. Mi primer empleo en información fue como colaborador de Reuters y de AFP. He colaborado con distintos medios en Catalunya y Andalucía. Vivo en A Coruña, escribo en mi blog, y hago colaboraciones esporádicas que me piden desde Sudamérica sobre asuntos comunitarios.
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