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El búnker ha convertido el año electoral en un plebiscito sobre el régimen del 78. Corren aires de duelo a vida o muerte. La única consigna es salvar los muebles como sea. Ya no valen programas ni debates, y mucho menos ideas, matices o proyectos. Es ellos o nosotros. Los nervios de Esperanza Aguirre, La Berluscona, y de sus medios afines confirman que Madrid es la batalla decisiva. Y a falta de moral y de estrategia, los generales llaman a la guerra sucia. ETA, Venezuela, el caos, la inseguridad jurídica de doble rasero… Todo vale, caretas fuera, qué más da si se ven los costurones. La guerra es la guerra.
A 48 horas de la cita con las urnas, en el avión del poder solo funciona ya un motor: el pánico a perder. El PP --y en menor medida, el PSOE-- se siente arrinconado. Y es lógico: las encuestas estiman que la derecha perderá, de media, cerca de un tercio de sus apoyos. Pero la angustia va más allá: el sistema sabe bien que una gran parte de la población llega a las urnas indignada y quebrantada por la explosiva mezcla de tropelías amasada por nuestras élites en los últimos años.
Aquí va una lista posible del destrozo cometido: corrupción, impunidad, austericidio, recortes de prestaciones, derechos y libertades, fomento y premio de la evasión fiscal, reformas laborales ultramontanas, ley mordaza, sindicatos vendidos al capital, Eres masivos -legales e ilegales-, retribuciones de oro, puertas giratorias, privatizaciones para los amigos, suspensión por orden gubernativa de los mecanismos de regulación y control, instituciones al servicio del líder máximo o del partido único, justicia entre lenta y parada, fiscales convertidos en abogados defensores de los poderosos, regreso de un férreo control mediático de estirpe totalitaria, rescates bancarios a la carta y sigan sumando.
Ante este balance de daños bélicos, la fiera y santa alianza económico-político-mediática que gobierna España desde la muerte de Franco ha decidido echarse al monte y morir matando, usando contra sus adversarios políticos todo tipo de artimañas, tergiversaciones y venenos, hasta convertir la pugna electoral en un espectáculo indecente.
Seguramente el objetivo es aumentar la intensidad de la náusea para movilizar a los tibios y desmovilizar a los puros de alma. Pero no está claro si el método va a funcionar. Las últimas horas de campaña han sido especialmente virulentas y estas pérdidas de papeles suelen convertirse en un bumerán.
Con la colérica Aguirre jugando el papel estelar de ariete y víctima a la vez, la derecha ha movilizado todos los recursos mediáticos y económicos para tratar de desviar la atención sobre su patética carencia de ideas y discurso. Los nervios del PP y de sus voceros se han revelado con crudeza en dos episodios: uno, el no-debate de Aguirre con Carmena del 19 de mayo; y dos, la reacción a la exclusiva de Infolibre, que el 20 de mayo reveló que la candidata popular ingresó casi 400.000 euros en 2013 –en medio de la gran recesión, y tras dejar la política alegando un cáncer felizmente superado--, trabajando como cazatalentos para una firma catalana, a lo que hay que sumar 5.000 euros de propina ganados a no se sabe qué juego de azar (según se supo luego, el azar fue un artículo sobre toros premiado por el ABC).
En vez de investigar el escándalo y pedir explicaciones a Aguirre, como habría sucedido en cualquier democracia normal, los gabinetes de prensa del IBEX 35 y del PP (con El País, El Mundo, ABC y El Confidencial al frente de las operaciones) han dado amplio realce a la reacción indignada de La Berluscona, quien afirmó que iba a presentar denuncia ante la Fiscalía General del Estado –nada menos-- para descubrir quién había filtrado su declaración de renta.
Irónicamente, unas horas antes, Aguirre –que ha vivido de la política los últimos 29 años y jamás ha osado revelar su patrimonio-- había prometido un portal de transparencia durante su duelo con Carmena, aunque la promesa quedó eclipsada por otras frases memorables, como “la corrupción no existe” o “usted está de parte de los verdugos y no de las víctimas de ETA”.
Pero lo más relevante del asunto no es la actitud de Aguirre, que siendo inmoral y cínica ya no sorprende a nadie, sino el comportamiento de los medios que la jalean: a diferencia de lo que hicieron hace pocos meses con Juan Carlos Monedero, todos han disparado contra el ministro de Hacienda, el inquietante garante de la confidencialidad de la lista de 700 millonarios investigados tras la amnistía fiscal.
Es solo otro síntoma del deletéreo clima de fin de época: los peores enemigos son tus teóricos compinches. Si esto pasa ante las municipales, cabe preguntarse qué nos depararán las amistades peligrosas cuando se acerquen las generales...
Tras ver las portadas de los diarios nacionales del 22 de mayo, alguien escribió en Twitter que si se fusionaran las tres cabeceras del régimen en una sola nadie notaría la diferencia. No se puede definir mejor: eso es lo que ha conseguido hacer el sistema político y financiero hispano con la pluralidad. El Mundo, el ABC y El País convertidos en clones, prietas las filas al servicio del poder. Una sola línea editorial. Una, grande y libre. Ni siquiera Berlusconi llegó a tanto.
Y esto es, entre otras cosas, lo que nos jugamos en las urnas el 24 de mayo. La pervivencia de un sistema de poder corrompido hasta el tuétano, en el que los bancos, los grandes partidos y los medios son uno y trino, y defienden contra viento y marea a la generación que hizo la primera transición intentando que conduzca también la segunda.
En ese sentido, resulta llamativa la escena improvisada el 19 de mayo en El Intermedio: cuando el joven reportero Gonzo intentaba inquirir a Aguirre por los negocios de su marido, desvelados por Infolibre unos días antes, apareció otro periodista, el veterano Miguel Ángel Aguilar, para hacer un besamanos y un quite a la candidata, y, de paso, conseguir un anuncio gratis para su nuevo semanario... ¿Qué habría pensado Manuel Chaves Nogales si hubiera visto su histórica cabecera en el regazo de La Berluscona?
No conviene que nos engañemos. Estamos todavía en una democracia, sí, pero es una democracia recortada por los desmanes de una clase política y mediática gerontocrática y reaccionaria, que intenta sobrevivir a la ira y las ganas de cambio de la población tapando sus vergüenzas e intercambiando favores sin pudor (véanse a modo de ejemplo la portada de la Guía del Ocio repartida con El País del 22 de mayo y el editorial del mismo día).
Lo malo para nuestras élites en ataque de pánico es que ya resulta imposible negar la realidad. Las políticas neoliberales del PP y el PSOE han dejado a España sumida en la pobreza, el desempleo, la precariedad y la emigración –¿estará investigando la justicia el escandaloso descenso del voto por correo?--, con unas cifras de paro juvenil que superan el 60% en algunas regiones y con 12 millones de ciudadanos –casi la mitad, menores de edad-- en riesgo de exclusión.
De manera que el 24 de mayo solo queda una opción. Participar masivamente en el plebiscito planteado por el Régimen. Votar contra la guerra sucia, contra las mentiras, contra el discurso del miedo, contra las mafias y las aristócratas metidas a salvapatrias; contra Rajoy, Barberá, Berlusconi, el Santander y La Caixa; contra la prensa del neomovimiento que los apoya y los sindicatos que han tolerado, cuando no fomentado, este atropello.
Esta vez no toca votar por el pasado ni por el presente. Estamos ante una emergencia democrática, y toca votar por el futuro.
Es eso, o la opción de Chaves Nogales: el exilio.
Gracias por estar ahí. Y mucha suerte el domingo a todos los que tratan de cambiar este país.
El búnker ha convertido el año electoral en un plebiscito sobre el régimen del 78. Corren aires de duelo a vida o muerte. La única consigna es salvar los muebles como sea. Ya no valen programas ni debates, y mucho menos ideas, matices o proyectos. Es ellos o nosotros. Los nervios de Esperanza Aguirre, La...
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Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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