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“Gobernar en un momento de crisis tan duro no es tarea fácil ni gratificante”, dijo Rajoy el 26 de mayo. La frase la he leído, escrito y escuchado no sé ya ni cuantas veces: como quien dice llueve. Incluso cuando llueve.
Las elecciones del 24 de mayo han azotado a un partido cuyo primer mandamiento desde 2013 ha sido “amarás a la economía sobre todas las cosas y a la creación de empleo como a ti mismo”. Mencionar otro argumento que no sea éste, ETA o Venezuela, está prohibido en el argumentario Popular.
No hace falta ser Albert Einstein ni Presidente del Gobierno para saber que la comunicación del plasma no ha sido efectiva. Tampoco para darse cuenta de que el discurso de la recuperación no funciona, y para entender que la austeridad como viagra electoral no levanta a un país que ha abandonado a sus ciudadanos más necesitados.
La población española en situación de pobreza subió dos puntos en un año y alcanza ya el 29%, según los últimos datos del INE. Por si no fuera suficiente con que una de cada tres personas sea pobre, el Estado cada vez lo es más también: la deuda pública continúa su escalada como nunca antes se había visto.
Con el incremento del primer trimestre, la deuda en España ha aumentado en 303.620 millones desde diciembre de 2011, cuando llegó al poder el Gobierno de Rajoy. Durante los ocho años de legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, la deuda pública creció en unos 350.000 millones de euros. Rajoy, ese gestor que protege a las diputaciones más que a las personas, está cerca de igualar la marca de ZP en la mitad de tiempo.
El fuerte incremento de la deuda durante estos años se debe, nos dicen, al elevado déficit público, que se ha reducido muy lentamente pese a las subidas de impuestos y el recorte de inversiones. De hecho, de las 11 comunidades que gobernaba el PP en 2014, sólo Galicia cumplió el objetivo de déficit público. Mucho se habla estos días de un ‘Tamayazo’, pero muy poco del tijeretazo social de 10.000 millones de euros en Educación y Sanidad que se aprobó hace dos años.
Las políticas de austeridad han aumentado la deuda, disminuido el bienestar y reducido el poder inversor del Estado. “Rajoy ha logrado la cuadratura del círculo neoliberal”, resumía el otro día un periodista de esta casa. El austericidio ha sido también la mejor forma de dilapidar el presupuesto de las familias, esa palabra que tanto gusta a los políticos conservadores: el límite que marca la diferencia entre llegar a fin de mes o acudir al banco de alimentos se ha hecho cada vez más delgado.
No contento con semejante destrozo social, el partido del Gobierno intenta reducir los daños causados por él mismo proponiendo una bajada de impuestos, que dejaría al Estado sin dinero para invertir en la protección de los sin techo, el medio ambiente o las escuelas, por ejemplo. Pan para las urnas, hambre para mañana; y que se jodan --Fabra dixit-- las 700.000 familias sin ingresos mensuales.
El PP ganó en 2011 en 43 de las 50 provincias que hay en España y en las dos ciudades autónomas -Ceuta y Melilla--. Es decir, acaparó Gobierno, municipios y autonomías con un resultado abrumador. Cuatro años después, los hogares de clase trabajadora, según Oxfam Intermón, pagan 50 veces más impuestos que las grandes fortunas.
“No me parece que el problema venga de cambiar o dejar de cambiar”, dijo también Rajoy tras valorar el resultado electoral.
Quizá, los 2,5 millones de votantes que han dejado el barco popular piensen otra cosa.
Quizá, en las generales, una mayoría social entienda que el único cambio real que ha traído el PP es el de pasar de las medicinas paliativas al veneno de cicuta.
“Gobernar en un momento de crisis tan duro no es tarea fácil ni gratificante”, dijo Rajoy el 26 de mayo. La frase la he leído, escrito y escuchado no sé ya ni cuantas veces: como quien dice llueve. Incluso cuando llueve.
Las elecciones...
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Ekaitz Cancela
Escribo sobre política europea desde Bruselas. Especial interés en la influencia de los 'lobbies' corporativos en la toma de decisiones, los Derechos Humanos, la desigualdad y el TTIP.
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