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Existen, están ahí y todos hemos tenido algún encuentro con ellos, aunque otros no nos crean. 'No estoy en Facebook'. 'Me quité de Whatsapp'. '¿Instagram? No, eso, mi hija'. Son seres raros, que suelen mirar a la gente en el metro y te observan extrañados cuando les pides que se callen porque es imperativo sacarle una foto a esa croqueta grasienta. Hay que colgarla de inmediato en alguna red y que el mundo se entere de la mierda de croquetas que sirven en ese bar en el que habíais quedado para hablar y donde, mientras tú mantenías un monólogo con tu teléfono, él ponía cara de aburrimiento. Un tipo extraño, sin duda.
La diferencia entre él y tú es que él no tiene el ego recauchutado y tú si. Digamos que todos somos Kim Kardashian y él, un raro. Probablemente extraterrestre. Kardashian, un ser un poco abominable sin oficio ni beneficio pero con millones de fans, perdón, de seguidores, acaba de publicar un libro de selfies y los críticos de arte se han rendido a sus pies. Es posible que no se equivoquen, ella representa mejor que muchos ese mundo de egos neumáticos hinchados con el helio sudado de muchos clics y no ha perdido la oportunidad de monetizar su posición en el mercado e incluso de presentarse como pionera del género 'I love myself'.
Los extraterrestres, en cambio, ni siquiera saben quién es Kim Kardashian. Tienen suerte porque no saber ciertas cosas es una sensación maravillosa. Antes los raros éramos los que no veíamos la tele y por tanto no sabíamos quién era, por ejemplo, Belén Esteban. Yo vivía en el extranjero así que no tenía por qué saber que en España la gente pasaba las horas lobotomizada frente al televisor escuchando a una plañidera con orgullo de barrio hablar durante horas sin decir nada. Lo descubrí cuando El País la convirtió en portada de su revista dominical. Y fue un shock. Mis amigos no se podían creer que yo no supiera quién era. El nombre me sonaba pero con el runrún de algo poco importante. Cuando se convirtió en portada me pregunté si era pecado ser periodista y no conocerla. Viviendo en Nueva York, y escribiendo sobre Nueva York desde hacía diez años, llegué a la conclusión de que estaba libre de culpa. Trabajando al otro lado del Atlántico para mí lo que era obligatorio, desgraciadamente, era saber quién era Kim Kardashian, por aquel entonces la versión americana y pseudosofisticada de Esteban.
Pero lo que cinco años más tarde me escuece admitir es que ahora casi todos competimos con Kim Kardashian y Belén Esteban en la proyección de nuestros egos, algunos por motivos profesionales y otros por el mero placer de escuchar ese blip digital que se traduce como 'Me gusta'. Ser un extraterrestre es hoy un lujo al que sólo se entregan un puñado de iluminados con suerte o con cerebro. Con la transformación del paisaje laboral hay carreras en las que se ha vuelto imprescindible ser tu propia marca, autopromocionarte, tener una presencia constante en las redes o, al menos, eso nos dicen los gurús. "A mí esta dinámica me desanima un montón", comentaba una amiga el otro día, en que decidí quejarme ni más ni menos que por Twitter. Y por ahí me contestó ella. Pura endogamia.
Hasta cierto punto, nos decimos, somos afortunados porque con suerte (y horas y horas online) podemos tener un nombre que no dependa de una empresa pero al mismo tiempo estamos obligados a convertirnos en empresarios y, como en todo negocio, hay que hacer publicidad para darlo a conocer y no todo el mundo ha nacido con dos vocaciones. En el siglo XXI la de publicista parece ser obligatoria, aunque no tengamos los genes de Kardashian o Esteban. Me pregunto cuándo entrará a formar parte del curriculum de los colegios, aunque si los niños crecen haciéndose selfies para Instagram, es posible que con el tiempo el recauchutado digital del ego se convierta en algo de lo que se hablará en las clases de Biología, como hoy hablamos del paso que dio el hombre al erguirse y caminar con dos piernas.
El otro día leía uno de esos maravillosos titulares que dan las revistas satíricas y que se alimentan precisamente de nuestra adicción/dependencia de las redes: "Un runner sale a correr sin postearlo en las redes sociales”. Seguro que los extraterrestres ni siquiera entenderían el chiste. Quien pudiera ser extraterrestre...
Existen, están ahí y todos hemos tenido algún encuentro con ellos, aunque otros no nos crean. 'No estoy en Facebook'. 'Me quité de Whatsapp'. '¿Instagram? No, eso, mi hija'. Son seres raros, que suelen mirar a la gente en el metro y te observan extrañados cuando les pides que se callen porque es...
Autor >
Barbara Celis
Vive en Roma, donde trabaja como consultora en comunicación. Ha sido corresponsal freelance en Nueva York, Londres y Taipei para Ctxt, El Pais, El Confidencial y otros. Es directora del documental Surviving Amina. Ha recibido cuatro premios de periodismo.Su pasión es la cultura, su nueva batalla el cambio climático..
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