Tribuna
Elecciones municipales: lecciones para la batalla estatal
Miguel Álvarez-Peralta 28/05/2015
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A raíz de los resultados del 24 de Mayo, algunos líderes de opinión están acuñando el siguiente relato entre sectores politizados: a Podemos le ha ido mejor en su estrategia municipal que en la autonómica por lo que debe renunciar a su marca y hacer coalición con partidos pequeños de cara a las generales, eso mejorará las opciones de victoria.
Es importante analizar sin prejuicios cuánto hay de real en esa lectura: este país se juega muchísimo en las elecciones de noviembre. Otra legislatura gobernada por el bipartidismo significaría el retorno de los recortes, suspendidos durante el año electoral, y por tanto al aumento de la exclusión y la precariedad, aunque de fondo suene la melodía oficial de la recuperación. Abandonemos todo patriotismo de siglas, viejas o nuevas, lo único urgente es aprovechar la ventana de oportunidad para un cambio histórico.
Abandonemos todo patriotismo de siglas, viejas o nuevas, lo único urgente es aprovechar la ventana de oportunidad para un cambio histórico.
Cada cual es libre de hacerse las trampas al solitario que desee, pero lo cierto es que las cifras no permiten sostener que el resultado en Madrid o Barcelona impugne la estrategia acordada en la Asamblea de Vistalegre. Allí se decidió precisamente trabajar en el plano municipal con actores locales arraigados en lugar de construir la marca Podemos en cada pueblo y ciudad. Eso permitiría una integración con la enorme diversidad de la sociedad civil movilizada por el cambio en cada lugar y focalizar esfuerzos en el ámbito estatal, donde obviamente la estrategia no es directamente replicable.
En realidad, en más del 80% de las capitales donde Podemos ha estado presente apoyando plataformas ciudadanas los votos autonómicos han superado a los municipales. Esto es lógico y esperable dada la primacía alcanzada por la marca morada gracias al desproporcionado ataque mediático sufrido, que ha generado un creciente ‘efecto bumerán’, logrando poner de relieve el papel protagonista de este movimiento-partido como motor de esta Segunda Transición de la que hablan ya los medios.
En más del 80% de las capitales donde Podemos ha estado presente apoyando plataformas ciudadanas los votos autonómicos han superado a los municipales.
Dejando a un lado Madrid, solo en Guadalajara, Alicante y Burgos las papeletas municipales han superado en más de un punto a las de Podemos, aunque la diferencia no llega al 5%. Por el contrario, en capitales como Córdoba, Jaén, Málaga, Pamplona, Valladolid, Cáceres, Las Palmas o Soria, la capacidad de convocatoria de las marcas municipales ha sido considerablemente inferior a la de la marca autonómica. Estos datos obligan a cuestionar el mencionado relato. Los éxitos municipalistas han supuesto un hito trascendental, pero parecen muy forzadas las explicaciones que lo enfrentan a la papeleta de Podemos, primera o segunda más votada en ciudades como Gran Canaria, Parla, Rivas, Zaragoza, Palma de Mallorca, Tenerife, Oviedo, Huesca, Teruel, Fuenlabrada o Gijón. Queda mucho por avanzar y hay necesidad de reflexión, pero no hay motivos para el derrotismo sobre la pujanza de la nueva fuerza.
En resumen, Madrid es la única plaza donde el resultado ha sido sensiblemente mejor a nivel municipal, la excepción paradigmática que sostiene el relato. Solo este dato defendería la tesis de que a Podemos le va mejor cuando renuncia a su marca. Cataluña y Galicia son escenarios políticos muy distintos al resto del estado, con marcos propios de los que también parece aventurado intentar calcar fórmulas para meterlas con calzador en la meseta. Antes de extrapolar conclusiones habrá que preguntarse si realmente está en la marca la clave del éxito. Hay otros elementos a tener en cuenta, como los liderazgos concretos.
Un factor diferencial en la capital ha sido la potente figura de Esperanza Aguirre, símbolo de una forma de hacer política desde la soberbia que hemos sufrido por décadas, sumado al excelente funcionamiento de la figura de Manuela Carmena, apuesta de Podemos para el tête-a-tête con la condesa. La veterana jueza, como Ada Colau, confirman que es más fácil generar apego hacia un rostro amable que hacia unas siglas o hacia muchos rostros, hipótesis que Podemos viene sosteniendo contra fuertes polémicas desde su fundación, y que ha permitido identificar desde el principio la enorme dificultad que entrañaba esta etapa del año electoral.
Esperanza y sus medios afines se esforzaron por asociar a Manuela con Podemos, por lo que la propia disociación de la marca debe ser puesta en entredicho. Seguramente el estilo propio de Manuela, su liderazgo humilde capaz de generar adhesiones fuertes entre el activismo y de seducir a un voto socialista poco entusiasmado con las estridencias de Carmona, explique mejor su éxito que cualquier consideración sobre el proceso de construcción de una organización en gran medida desconocida, a pesar de que involucra a personas y colectivos de inmensa valía, muy reconocidos en entornos activistas. Es muy probable que la mayor parte del electorado votase a Carmena y no a unas siglas cuya composición resulta desconocida para el votante medio.
Es muy probable que la mayor parte del electorado votase a Carmena y no a unas siglas cuya composición resulta desconocida para el votante medio.
Otro factor que interviene en la excepción madrileña son los candidatos autonómicos presentados por el campo progresista: Gabilondo y García Montero eran los mejor valorados en las encuestas para la Comunidad de Madrid, muy por encima de sus pares a nivel municipal. El famoso poeta cosechó en la ciudad un 250% más de votos para IU que su candidata al ayuntamiento, mientras que el “efecto Gabilondo” hizo de Madrid el único fuerte en el que el PSOE no sufrió descalabro, incluso mejoró el resultado de 2011. El ticket Gabilondo-Carmena promovido por algunos medios sin duda influyó en la excepcionalidad del resultado en la capital.
La lista de Podemos, a pesar de integrar un espectro de sensibilidades diversas similar al de Ahora Madrid, sufrió en sus carnes esas dificultades. No ver pluralidad en esa lista es obviar que en ella había rostros provenientes de Equo, IU, CGT, Marea Blanca, Marea Verde, Juventud Sin Futuro, Asociación Libre de Abogados, Salvemos Telemadrid, Red con Voz, Observatorio Metropolitano, Patio Maravillas, IA, En Red, etc. Pero no falta quien tiende a ver la causa en la marca y en no haber hecho coalición, obviando que no en todas las plazas se pelea igual ni se enfrentan contrincantes intercambiables. Ciertas alianzas o polarizaciones ocasionan resultados inesperados (¿recuerdan los sondeos?), la confianza ciudadana no se distribuye en base a meras operaciones de suma y resta. La presunción de que las campañas anti-Podemos hayan hecho mella en la población madrileña más que en otras, y por tanto el cambio de marca para la inclusión de siglas (desconocidas fuera de los círculos activistas) haya sido una clave, está muy lejos de poder explicar lo ocurrido.
Al fin y al cabo, el avance en cuanto a redefinición del tablero general es claro: fin de las mayorías absolutas, basta de rodillos, el bipartidismo ha perdido más de tres millones de votos en estas elecciones, el PP no logra ocultar su crisis interna y su recambio naranja ha quedado desacreditado. Por más que intente sonreír, el PSOE ha fracasado como herramienta de oposición a la corrupción y al Diktat financiero. La victoria no llega en dos pasos, pero la erosión de la vieja política avanza tan rápida como crece la notoriedad de Podemos. No conviene descartar cualquier apertura, pero sí debatir sobre cifras reales y objetivos concretos, no en base a la presión de quienes buscan salvar sus muebles a última hora. Una opción frentista para las generales tendría el coste de complejas operaciones simbólicas y organizativas apresuradas que podrían minar la credibilidad. En cambio, en Madrid llevábamos más de un año trabajando en la composición municipalista. Por último, está por demostrar que una reunión de equipos que no comparten la hipótesis estratégica de partida pueda dar lugar a un proyecto con una brújula común y capacidad de reacción ágil ante un contexto que evoluciona rápidamente.
Una opción frentista para las generales tendría el coste de complejas operaciones simbólicas y organizativas apresuradas que podrían minar la credibilidad.
Es comprensible (incluso buen síntoma) que organizaciones en declive exijan a Podemos que convoque ese “frente” contra el bipartidismo. Es un reconocimiento, pero eso no implica que deba hacerse ni garantiza que fuera a tener éxito. No hay que olvidar que en esta herramienta de cambio ya estamos confluyendo identidades muy diversas como las que se han mencionado, y que nuestras decisiones tácticas han sido fruto de elaborados debates y han sido duramente criticadas por quienes ahora nos piden renunciar a nuestra identidad y estrategia. Podemos no ha nacido para resistir, ni siquiera para responder, ha nacido para ganar y transformar el país, y a ello debe sus decisiones.
Muchas confluencias, diálogos y aperturas serán necesarias, y en ello estamos, pero cada una tiene su coste, que debe ser cuidadosamente evaluado. Todo el mundo sabe que en política ciertas uniones restan. Hace ya tiempo que organizaciones fuertemente identitarias —entre ellas, quienes se construyen electoralmente como “el corazón de la izquierda”— se muestran interesadas en confluir con esta fuerza en ascenso sin renunciar a su discurso de toda la vida, sin compartir el análisis que ha propiciado el éxito, la necesidad de un espacio amplio y transversal que aparque las barreras identitarias y ponga en el centro una indignación frente a la corrupción y la precariedad que sí, efectivamente, no es de izquierdas ni de derechas, aunque le pese a la ortodoxia.
Miguel Álvarez es consejero ciudadano de Podemos en la Comunidad de Madrid (@miguelenlared)
A raíz de los resultados del 24 de Mayo, algunos líderes de opinión están acuñando el siguiente relato entre sectores politizados: a Podemos le ha ido mejor en su estrategia municipal que en la autonómica por lo que debe renunciar a su marca y hacer coalición con partidos pequeños de cara a las generales, eso...
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Miguel Álvarez-Peralta
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