En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Cuando tenía pocos más de veinte años mis amigos ya me ganaban por otros veinte al menos. En el caso de las mujeres me parecían más bellas y más sabias, y en el caso de ellos no puedo asegurarlo porque de mis compañeros de estudios y otras barbaridades, pasé a moverme entre jefes y otros empleados como yo.
En el trabajo mis compañeros tuvieron conmigo las mismas conmiseraciones que yo tuve con ellos, que a temporadas fueron muchas.
En cuanto a mis jefes, visto hasta donde me dejaron llegar, fueron ellos destacadamente más generosos. Con el tiempo pasado tengo de los que fueron mis superiores, mejores recuerdos que opinión. Pero siempre no fue así. Además, en casos, me sentí muy agradecido.
Ahora, y ya desde hace tiempo, las personas con las paso buenos ratos (quiero decir divertidos y, muchas veces, interesantes), también son generalmente mayores que yo. La distancia en edad ya no es tan llamativa como lo fue, porque ahora por la mía (por la edad mía) ya no es tan fácil encontrar en los bares y tugurios que frecuento personas mucho mayores.
A mi mujer, que cuando empezamos a estar juntos no era mucho más que una niña lista y que cualquier aficionado a esas cosas podía darse cuenta de que prometía convertirse en una señora muy atractiva, debía sucederle en aquella época que también le gustaran más los hombres mayores (que ella).
En este punto, antes de seguir, conviene que haga un pequeño alto para advertir que va a hacer falta hacer una cuenta sencilla. No deben buscar papel y lápiz más que quienes tengan dificultades de las de verdad a la hora de hacer cálculos simples: cosas como decidir cuántas monedas de cincuenta céntimos y cuántas de diez, harán falta para pagar una barra de pan que cueste 70.
Ahora que ya he dado ocasión de prepararse a quien lo necesite, sigo.
Si Berta tiene diez años menos que yo, y mis amigos me superan en otros diez, se trataría de averiguar -quienes sientan curiosidad-, el tono y el tema de las conversaciones cuando salimos a cenar acompañados.
Cuando estamos en Madrid, para ponérselo fácil a quienes nos acompañen, Berta hace como que se interesa por la marcha de la operación Chamartín, comenta que vuelven a verse muchos visitantes extranjeros los fines de semana, y hace anuncios de futuro del estilo de “¡qué preciosidad va a ser el nuevo parque de Felipe VI cuando los árboles estén un poco más creciditos!”.
Ella es así desenvuelta y los demás comensales también tienen ya una cierta práctica para mal que bien moverse en el atolladero.
- Con que sois de Bilbao… ¡Mira que se come bien allí! Me acuerdo del “Serantes” que estaba muy muy cerca del hotel. ¡Qué barra! ¡Qué pinchos, como decís vosotros!
En Chicago, como no tienen situado Bilbao con tanta precisión ni ha llegado aún la fama de la cocina, es Berta quien tiene que romper el fuego (o el hielo, no sé) casi siempre.
- He visto en el Tribune que ha muerto Art Thieme-. Les dice mi mujer, creyendo que quizá ahí peguen hebra.
Pero yo me doy cuenta de que el tiro ha ido muy lejos. Si les hubiese dicho algo de Simon o de Garfunkel tal vez participaran más, pero de Thieme…
Artie Thieme ha sido en Illinois una especie de Agapito Marazuela en Segovia y, claro, Berta ve lo que ve en la prensa y luego lo repite creyendo que los demás van a seguir la conversación, pero ¡quiá!
A solas yo le doy indicaciones que me parecen muy acertadas, de experto.
- Chica, diles que has oído en la radio que un beisbolista de los White Sox anda medio enredado con Beyoncé. Di que les han visto entrar juntos en un hotel del Loop.
Pero ni así.
En América porque es América, y en Madrid porque es Madrid y los soviets están todavía eligiendo locales municipales para instalarse en los barrios, Berta y mis amigos (o lo que sean) no encuentran manera de hablar de algo con interés para todos durante cinco minutos seguidos.
- No te enfades por eso, no seas chiquilla, anda-. Digo (cuando me atrevo). Y entonces, peor.
Cuando tenía pocos más de veinte años mis amigos ya me ganaban por otros veinte al menos. En el caso de las mujeres me parecían más bellas y más sabias, y en el caso de ellos no puedo asegurarlo porque de mis compañeros de estudios y otras barbaridades, pasé a moverme entre jefes y otros empleados como yo.
...Autor >
Ángel Mosterín
Nací en Bilbao. Me he dedicado a lo que he podido. Fecha y lugar de fallecimiento: desconocidos (se comunicarán en su momento).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí