Una investidura histórica
Carmena devuelve la esperanza a Madrid
Tomás López Morales Madrid , 13/06/2015
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El Pleno del Ayuntamiento de Madrid es un lugar frío, hierático, que marca distancias, demasiado solemne. El Pleno del Ayuntamiento de Madrid tiene mucho en consecuencia de su principal promotor, Alberto Ruiz Gallardón, autor intelectual (500 millones de euros de dinero público mediante) de la mudanza que arrinconó la Casa de la Villa y trasladó la sede de la soberanía municipal al Madrid borbónico. Es un lugar en el que lo fácil es imaginarse grandes debates sobre el futuro de la humanidad y no disquisiciones sobre el número de urinarios públicos que necesita Madrid, qué hacer con los quioscos de El Retiro o las competencias de la Junta de Moratalaz. Sin embargo, este sábado 13 de junio forma y fondo se pusieron de acuerdo en el Pleno del Ayuntamiento de Madrid: lo solemne del escenario casó con lo histórico de la votación.
A las 11.39, y gracias a 29 votos de los 57 concejales presentes, la mayoría absoluta, ni uno más ni uno menos, Manuela Carmena se convertía en alcaldesa de Madrid. Pero en realidad lo histórico estaba en el otro lado del hemiciclo (en los Plenos de Gallardón no hay bancadas, que eso es de pobres), en la cara de esto-no-me-puede-estar-pasando-a-mí de Esperanza Aguirre, en el estupor de los concejales del PP ante la llegada al poder de un grupo heterógeneo que en su cosmovisión es sinónimo de todos los males, y todos los males no significa que en el barrio de Salamanca se vea de vez en cuando a algún perroflauta. Todos los males son que los perrosflautas gobiernen, y ahí estaban varios concejales de Ahora Madrid para atestiguar que ese momento había llegado. Que se lo digan a Paco Pérez, el fundador de la vallecana y muy roja Tele K, con una camiseta morada de la popular batalla naval de su barrio. La última vez que estuvo en el Pleno de Puente de Vallecas salió esposado tras su enésimo enfrentamiento con la presidenta del PP. En unos días él presidirá ese Pleno, y el de Villa de Vallecas.
Había historia en las caras y actitudes del PP, y la había también a las puertas del Pleno, en la calle Montalbán, donde una multitud se apretujaba para celebrar el cambio en Madrid. Ya investida como alcaldesa, Carmena salió a saludar. Parecía una estrella de rock. Atronaba el Patio de Cristales de Cibeles con el ‘Sí, se puede”. Y era muy difícil no acordarse de hace cuatro años, cuando algunos de los entonces flamantes concejales eran abucheados por manifestantes al grito de ‘No nos representan’. Tenía el 15M menos de un mes de vida, y algunos ediles del PSOE sufrieron especialmente esa agresividad.
Del ‘No nos representan’ al ‘Sí, se puede’ va una corriente de energía positiva que Manuela Carmena y su equipo supieron encauzar perfectamente durante su corta (comparen con el infructuoso maratón de Carmona) y brillante campaña electoral. Y esa energía se va a transformar a partir de ahora. ¿Hacia dónde? Hay quien dice que este es el inicio de una historia de decepción: Carmena venció y convenció con un relato de idealismo, pero el idealismo no limpia las calles. Las expectativas creadas son casi tan grandes como los problemas, empezando por una deuda que sigue siendo un monstruo peligroso: 5.892 millones de euros según los datos hechos públicos ayer mismo por el Banco de España. Los grandes contratos de servicios están atados y bien atados por años, y la intención de remunicipalizar sólo se podría llevar a cabo, sin un enorme problema legal, en el caso de la recogida de basuras, donde el acuerdo termina a final de este 2015. El nuevo Gobierno sí puede avanzar en transparencia, participación ciudadana y descentralización hacia los distritos, pero cabe preguntarse si eso, y un radical cambio de tono, será suficiente para mantener el ‘efecto Carmena’.
De momento, en su primer discurso como alcaldesa, Carmena se dedicó a espantar algunos fantasmas, que no por mucho que puedan parecer ridículos se convierten en inexistentes. “Queremos convencer a los que tienen miedo”, dijo, reconociendo que esa sensación era lo que le habían transmitido algunos vecinos con los que había charlado estos días. “Queremos tratar con todo tipo de empresas. Las necesitamos”, añadió, y, siguiendo la fórmula legal establecida, prometió fidelidad al Rey y a la Constitución al aceptar el cargo. En la tribuna de invitados, escuchaban atentos los líderes de Podemos, Iñigo Errejón y Pablo Iglesias, y, junto a ellos, Juan Carlos Monedero, que probablemente más de un día soñó con una fiesta así pero con él de protagonista. Muy cerca estaba el trío Ana Botella-Alberto Ruiz Gallardón-Concha Dancausa, a ratos con una notable cara de fastidio que tanto podía dirigirse a la invasión perroflaútica de sus dominios como a Esperanza Aguirre, que en los corrillos de antes y después llevó con dignidad el drama de perder, por primera vez en su carrera y a la quinta ocasión, una votación de investidura.
Cuando las puertas del hemiciclo se abrieron, Botella, Carmena y Gallardón se saludaron rodeados de cámaras. Pasado el momento, los dos exalcaldes se marcharon discretamente por su izquierda. Apenas nadie les siguió o les dijo algo: el tumulto iba tras Carmena. Si aquello no fue salir por la puerta de atrás, se le pareció mucho.
El Pleno del Ayuntamiento de Madrid es un lugar frío, hierático, que marca distancias, demasiado solemne. El Pleno del Ayuntamiento de Madrid tiene mucho en consecuencia de su principal promotor, Alberto Ruiz Gallardón, autor intelectual (500 millones de euros de dinero público mediante) de la mudanza...
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