Tuiteando vengo
¡A por ese!
Moe Triana 14/06/2015
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Apresurémonos. Rápido. La cacería ha comenzado. Lejos de blandir bieldos y antorchas como antaño, los enfurecidos guardianes de la moral del siglo XXI empuñan ferozmente sus teléfonos móviles para sumergirse en el infinito mar de internet buscando la mínima locución que consiga herir la frágil y sensible piel de cordero de la que se recubren los días de montería.
Les conocemos. Se les llena la boca hablando de ética, decencia y límites a la hora de tratar ciertos temas. Pueden hacerlo porque ostentan la superioridad moral de quienes, presuntamente, jamás han hecho un comentario desafortunado ni ejercido el noble derecho de parecer imbécil soltando una astracanada aunque te arrepientas de ella de inmediato acudiendo raudo y veloz a disculparte.
El tacto y la corrección se convierten en sus mejores armas. Nunca se les ha pasado por la cabeza la posibilidad de que la libertad de expresión ampare que alguien pueda decir algo que no les guste, les moleste e incluso les ofenda sin otro límite que la verdadera apología del odio, la amenaza o la justificación de la violencia. Hacen suya esa libertad y desde su potestad consideran que sólo puede utilizarse para decir cosas, bajo un arbitrario prisma, agradables.
Predican la pureza, y la posibilidad de cometer actos feroces o albergar sucios pensamientos apenas encuentra un hueco en sus alegatos. Tampoco se han planteado que el humor en líneas generales es únicamente un artificio, como cuando en el cine se dispara a un policía o se hace saltar por los aires la Casa Blanca. Pero les da igual. Están demasiado absortos decidiendo cuándo te pasas y dónde está la frontera entre el mal y el bien.
Ni que decir tiene que si en el camino hay que instrumentalizar el dolor de otros por un pésimo chiste de los que contábamos en corro en el recreo para hacernos los machotes cuando teníamos 10 años, ten garantía de que lo harán. Todo vale. Cualquier cosa que hayas escrito, aunque dentro de otro contexto, puede ser utilizada en tu contra si existe el mínimo motivo para tu linchamiento.
Equivocarte en las redes sociales, más allá de sus consecuencias, tiene su precio: el escarnio público por parte de la masa rebosante de odio que insulta, amenaza y exige de manera desproporcionada severos castigos en defensa de la ejemplaridad de la que intentan hacer gala. Sublime autodefinición de la doble moral e hipocresía, que agiganta la bola de nieve que arrasará con todo sin importarle un comino que rectifiques o pidas perdón por tu error una vez eche a andar.
No pretendo justificar los tuits de Guillermo Zapata, pero quiero pensar que la persecución que viene sufriendo el concejal madrileño —al que se le ha exigido una curiosa corrección política con carácter retroactivo— se debe sólo a fines meramente partidistas y a la impotencia del PP por haber perdido la ansiada alcaldía de Madrid. Me niego a pensar que en los tiempos que corren, en un país supuestamente civilizado, no seamos capaces de distinguir una sublime carajotada, un chiste malo, desdichado e inoportuno de una opinión en la que se hace verdadera apología de la violencia o el terrorismo; porque esa, precisamente, sería la señal de que aún estamos al principio de un largo, largo camino…
Apresurémonos. Rápido. La cacería ha comenzado. Lejos de blandir bieldos y antorchas como antaño, los enfurecidos guardianes de la moral del siglo XXI empuñan ferozmente sus teléfonos móviles para sumergirse en el infinito mar de internet buscando la mínima locución que consiga herir la frágil y sensible piel de...
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Moe Triana
Álvaro Ballén (Sanlúcar de Barrameda, 1983) Como técnico superior trabajo en el ámbito de la animación sociocultural y la integración aunque de vez en cuando intento pensar y me da por escribir. Desde CTXT oigo los latiditos de Twitter. A menudo blogueo en moedetriana.com.
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