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Este no es el artículo que usted, querido lector, confiaba en poder leer. Es más, con total seguridad, está a tres mil kilómetros de saciar la sed de fichajes, la droga dura del verano, con la que usted pasa el mono. Sí, es época de fichajes en el Atlético, es tiempo de mercadeo persa, de comprar lámparas donde se necesita un sofá y de adquirir bañeras con la idea de redecorar un salón sin muebles. A un lado, el verbo que conjuga Simeone: competir. Al otro, el preferido de Gil: vender. De ese matrimonio de conveniencia, de ese complicado equilibrio y de un mercado indescifrable pende el futuro deportivo del Atlético. A falta de menos de quince días para que abra el mercado, el club tiene dos frentes abiertos: el riesgo de una posible sanción de la FIFA (castigo que el club no ha entrado a valorar porque no tiene carácter oficial y de la que habrá que depurar responsabilidades si acaba por ser efectiva) y el dinero que sea capaz de inyectar el chino Jianlin, propietario del 20% del accionariado (el consejo tendrá que reunirse, al menos, una vez en China, ya saben, nuevos dineros, nuevos tiempos).
El panorama es diáfano. El Cholo reclama refuerzos de primera línea y el club se devana los sesos tratando de negociar respetando dos premisas: no desmantelar el equipo y tratar de encontrar repuestos de garantía antes las posibles ventas de algunas piezas. En ese periodo de stand by, necesario para la directiva e incómodo para el entrenador, el hincha desea informaciones fiables y no venta de humo en los periódicos. Un día suena Tévez, al siguiente Rondón, antes lo hizo Cavani y desde hace un año se escuchan rumores, fundados o infundados, sobre las pretensiones atléticas con Reus. Conclusión: mil nombres, mil regateos, mil fórmulas, mil agentes, mil intereses creados y mil fórmulas de pago que, por desgracia, porque el club sigue sin ser de sus socios, suelen derivar en la receta de los fondos de inversión. Esos que le FIFA pretende prohibir y la Liga quiere regular. El sentido común, que en materia de fichajes es el menos común de los sentidos, invita a pensar que el Atlético, si quiere crecer, necesita comprar poco, pero bueno y caro. Y que sus hinchas, antes de preocuparse por lo que pueda venir, deberían estar listos para asumir lo que se puede vender. Ya saben: antes de entrar, dejen salir.
Así que, llegados a este punto, es donde usted, querido lector, se sentirá defraudado por la conclusión del autor: si para fichar hay que vender, si para hacer caja se corre el riesgo de desprenderse de activos principales, si lo que se puede fichar con el dinero que hay puede que no mejore lo que ya es propiedad del club, el remedio está en casa. En este preciso momento, el Atlético tiene en nómina unos 35 futbolistas. Dieciséis de ellos no tuvieron su oportunidad el pasado curso y ahora son un caladero ideal para poder demostrarle al técnico, a través de la competencia interna, que pueden aportar y mejorar las prestaciones de la plantilla. Y son del Atlético: no hay que pagar por ellos una fortuna, ni hay que acudir a un fondo de inversión, ni son susceptibles de ser vendidos porque otros clubes les ofrecen sueldos irrechazables. Más allá de Cerci (compromiso cero, ficha alta), Silvio (no quiere regresar, ni falta que hace), Cebolla (fuera de toda posibilidad) o Baptistao (moneda de cambio para el Villarreal con la operación Vietto), al Atlético vuelve todo un equipo completo de jugadores más que aprovechables para Simeone. A saber: Bonou; Manquillo (Káder), Insúa, Alderweireld, Emiliano Velázquez; Thomas, Rubén Pérez, Guilavogui, Óliver Torres y Borja Bastón. Todos han crecido, todos son útiles y todos están deseando tener una oportunidad de demostrar a Simeone que caben en este Atlético.
Bien está que el Atlético busque fichar un par de cracks, incluso que se plantee tres o cuatro refuerzos de nivel pero, sin duda, prescindir de todos estos jugadores sería una mala decisión por parte del club. En ellos se refleja el espíritu que reitera para crecer, una y otra vez, Simeone. Competencia interna y sentido de pertenencia al club. Muchos de ellos serán cedidos de nuevo y otros serán moneda de cambio en diferentes operaciones. La realidad es que algunos de ellos son buenos fichajes, gente capaz de reforzar la plantilla y de, bien en el once o bien desde el banquillo, hacer crecer al grupo. Y a coste cero. Aunque, como usted sabe, querido lector, esto no vende periódicos, ni vende camisetas, ni genera ilusión. Es bastante probable que la mayoría de los que fueron cedidos no tengan sitio en el Atlético. Sería un error. Muchos de ellos regresan con una única idea en la cabeza: demostrar que pueden triunfar. Y esa energía, ese impulso, esas ganas de demostrar lo que uno vale de verdad, son decisivos para armar un equipo. Y si usted, querido lector, no lo cree, recuerde que, durante años, Diego Costa fue un jugador residual en el Atlético, un eterno cedido, una moneda de cambio, hasta que Simeone le dio una oportunidad. Después ya saben: el torbellino de Lagarto se comió el mundo y se echó la delantera del Atlético a la espalda. Hay materia prima entre los cedidos que regresan este año al Atlético. Convendrá mirar dos veces. Que nadie subestime el deseo de triunfar.
Este no es el artículo que usted, querido lector, confiaba en poder leer. Es más, con total seguridad, está a tres mil kilómetros de saciar la sed de fichajes, la droga dura del verano, con la que usted pasa el mono. Sí, es época de fichajes en el Atlético, es tiempo de mercadeo persa, de comprar...
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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