Editorial
¿Podemos pasar ya a otra cosa?
17/06/2015
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El señor Zapata, concejal de Madrid, ha renunciado a hacerse cargo de las competencias relacionadas con Cultura y Deporte. Ha hecho muy bien, porque los chistes que difundió en 2011 eran barbaridades que sobrepasaban los límites del humor negro y que podían acentuar el dolor de las víctimas. Muy sensatamente, la alcaldesa de Madrid y el propio concejal consideraron que lo ocurrido le inhabilitaba para ejercer la dirección y coordinación del área de cultura de la ciudad y en menos de 48 horas se resolvió la crisis. Así están las cosas en la España de 2015: la vieja política, llamada casta, controla a la nueva política, llamada gente, con métodos inquisitoriales y le exige una inmediata rendición de cuentas, ejercicio que ella misma ha practicado siempre con soberana laxitud. Y la nueva generación, que exige transparencia y ejemplaridad a la otra, parece asumir esa exigencia sin grandes traumas.
Perfecto. ¿Podemos ya empezar a hablar de otras cosas? ¿O vamos a seguir días y días discutiendo sobre si Zapata debe inmolarse en la plaza Mayor y entregar el acta de concejal? Porque necesitamos espacio y tiempo para preguntarnos si el vicepresidente primero de la Asamblea de Madrid, el señor Juan Trinidad (Ciudadanos), que ha sido un importante asesor de una importante empresa constructora con muchos intereses inmobiliarios en la Comunidad de Madrid, piensa inhibirse en cualquier decisión parlamentaria que afecte a su antiguo cliente y mentor. O para calcular qué confianza se puede tener en el tribunal que va a juzgar la primera tanda del caso Gürtel, cuando dos de sus tres miembros han tenido una estrecha vinculación con el Partido Popular. En especial, el famoso magistrado Enrique López, a quien el PP defendió a capa y espada hasta imponerlo como miembro del Tribunal Constitucional, pese a las numerosas críticas sobre su falta de credenciales profesionales. (El señor López tuvo que dimitir del TC, en 2014, tras dar positivo en un control de alcoholemia).
¿Es posible que algún día aprendamos todos a rebelarnos contra las agendas impuestas? Eso es, precisamente, lo que distingue a los medios de comunicación independientes y a los políticos inteligentes. Distinguir qué es lo que se considera más importante, lo que realmente afecta al interés público, y dedicarle toda la atención que se merece, sin flaquear, hasta lograr que atraiga la atención de la mayoría. Por el momento, los especialistas en comunicación política en todo el mundo coinciden en subrayar la habilidad que tienen los conservadores y ultraliberales, apoyados por grandes grupos de presión y de comunicación, para imponer sus temarios. Su propio vocabulario es formidable, y está a años luz de la habilidad de los progresistas y de los grupos sociales que les apoyan para defender sus ideas. Esa es una cuestión fundamental, porque el espacio informativo y la atención ciudadana están, por definición, limitados, y cualquier ocupación desproporcionada de ese espacio por un tema desaloja a otros.
¿Quiere eso decir que no había que hablar de los tuis de Guillermo Zapata? No, ni mucho menos. Aunque es muy llamativa la capacidad del PP para cambiar el foco mediático el mismo día en que España vivía un cambio histórico --y la primera conexión real entre el pueblo y sus políticos en muchos años--, el señor Zapata era responsable de sus tuits --dos entre los 50.000 que publicó-- y es muy sano que haya dimitido. Pero el caso está resuelto y la atención debe regresar a donde reside el interés público. Ya asistimos en su momento a otro caso de “ocupación desproporcionada” del espacio informativo cuando se estuvo a punto de dedicar más atención al llamado caso Monedero que al caso Bárcenas, cuando el primero afectaba exclusivamente al comportamiento fiscal de una persona (que lo corrigió inmediatamente), y el segundo a la existencia de una red sistémica de fraude vinculada al principal partido político del país, casualmente en el Gobierno.
Los tuits del señor Zapata revelan algo de su personalidad. Su dimisión, también. Es capaz de rectificar y de asumir su responsabilidad. Eso no le invalida como concejal, sino que le hace más interesante como político. Los intereses urbanísticos de poderosos grupos de presión no revelan nada desconocido sobre la personalidad de sus representantes, pero afectan directamente a nuestro bienestar. Son asuntos que atañen al interés público y es donde vamos a ver muy pronto quién es quién. Es ahí donde los ciudadanos deben procurar averiguar qué defiende cada uno y por qué lo hace.
En Madrid, y en otros lugares de España, se avecinan batallas urbanísticas muy importantes, que afectan a los ciudadanos y a bancos como el BBVA, cuyo presidente, Francisco González, no tuvo reparos esta semana en advertirnos que quien mejor sabe lo que le conviene a la sociedad madrileña es él mismo y no unos representantes municipales “faltos de experiencia”. Para colmo, parece que los representantes municipales no acaban de creerse eso de que “cuando se crea riqueza para unos, se crea para todos”, el famoso mantra que tanto le gusta a González y que saltó por los aires con Lehman Brothers. Atención, no vaya a ser que estemos todos muy distraídos expurgando tuits cuando llegue el momento.
El señor Zapata, concejal de Madrid, ha renunciado a hacerse cargo de las competencias relacionadas con Cultura y Deporte. Ha hecho muy bien, porque los chistes que difundió en 2011 eran barbaridades que sobrepasaban los límites del humor negro y que podían acentuar el dolor de las víctimas. Muy...
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