Reportaje
Cientos de refugiados vagan por París
Han llegado desde Libia, Sudán, Eritrea…. y han sido desalojados una y otra vez de los campamentos instalados en la capital francesa a la espera de que el ayuntamiento y las autoridades ofrezcan una solución
Teresa Suárez París , 17/06/2015
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Cada tarde, y como viene siendo habitual desde el 11 de junio, cientos de personas se congregan alrededor del improvisado campamento levantado en los jardines d’Eole, al norte de París.
Las lonas de plástico de color azul y gris pueden verse a muchos metros de distancia; lonas que sirven de muros y techos para una parte de las más de 200 personas que estos días duermen sobre viejos colchones, cartones o el mismísimo suelo de gravilla de este parque.
Están aquí porque el 2 de junio los antidisturbios de la capital (CRS) desalojaron uno de los campamentos de inmigrantes más conocidos de París, que ocupaba un lugar muy visible bajo uno de los tramos del puente que recorre el largo bulevar de la Chapelle. El desmantelamiento responde, según las autoridades, a las precarias condiciones que sus ocupantes, de origen principalmente sudanés, libio y eritreo, han tenido que soportar durante los dos años de existencia del campamento, con el ruido de fondo constante de la saturada línea dos de metro.
Desde ese día centenares de personas vagan por las calles de la Goutte d’Or, una de las zonas más características de este popular barrio, no lejos del turístico Montmartre.
El escenario de la incompetencia de las desbordadas instituciones nacionales se amplió el lunes 8 de junio, cuando lugares como el recién estrenado complejo ecológico Halle Pajol, cercano al antiguo campamento, y el antiguo cuartel de bomberos de Chateau Landone se convirtieron en campo de batalla, con uso de gas lacrimógeno incluido.
“El jueves fue el día más intenso”, dice Clarisse. El vestido negro que lleva deja entrever alguno de los moratones causados por los golpes que le propinaron las fuerzas del orden el 11 de junio, día en el que el Ayuntamiento de París comenzó a negociar con el recién creado Comité de ayuda a los migrantes de La Chapelle la posibilidad de conceder 110 alojamientos.
Ese día los CRS cargaron de manera muy violenta hasta cuatro veces en el exterior del edificio. A las once y media de la noche llegaron los primeros autobuses que recogieron a una parte de los inmigrantes para llevarlos a tres centros en París y Nanterre. “Es una estrategia de dispersión que ayuda a la invisibilización del problema”, afirma Clarisse, miembro del comité, que aloja a diez inmigrantes en su casa, algunos de ellos heridos leves en las primeras cargas policiales.
Fue un jueves marcado por la violencia en el norte de la ciudad y por el divertimento en el centro, donde 10.000 personas fueron congregadas sin previo aviso en los Jardines de las Tullerías por la empresa Dîner en blanc, encargado de realizar multitudinarias cenas donde los asistentes visten de blanco y que la policía, tal y como afirma su página web, “tolera con tolerancia y simpatía”.
La situación no es mucho mejor en el campamento que se levanta a orillas del Sena, cerca de la estación de Austerlitz. Husmand Mdhayer vive en una de las tiendas de campaña de color verde que recorren el muelle. Viene de Sudán del Sur, un país que desde finales del 2013 vive una dura guerra civil. Mdhayer lleva dos años intentando conseguir el estatus de refugiado político. “Mucha gente viene a hacernos fotos, a entrevistarnos y a preguntarnos qué pasa, pero nada cambia, todo sigue igual”, dice.
Mucha gente viene a hacernos fotos, a entrevistarnos y a preguntarnos qué pasa, pero nada cambia, todo sigue igual
El desconocimiento del idioma por parte de la gran mayoría de los afectados dificulta las tareas de organización de los voluntarios del Comité, los cuales se apoyan en Ibrahim y Bilal, que se han convertido en intérpretes para las centenares de personas que continúan llegando al campamento y que son inscritas en las listas de la organización. “Soy refugiado político, mi abuelo fue presidente de Guinea”, dice en alto Eldjah Toure, que vivió durante catorce meses en el campamento de La Chapelle. Toure fue una de las víctimas de los disturbios del 11 de junio. “Estuve una hora llorando solo, esperando, me golpearon en la cara, mira”, dice mientras señala su ceja derecha completamente inflamada. “No hay nada mejor, todo es la misma mierda”.
Su compañero Jacob Sahah se muestra más optimista, tan solo lleva un mes en París: “Puede que esto mejore, de momento por las noches hace mucho frío y la gente viene a beber y a robarnos”.
Benedith es una de las vecinas que acude muchas tardes a ayudar en el campamento. “Estoy muy impresionada con lo que está pasando y cómo los CRS han reaccionado con gas lacrimógeno”, cuenta mientras prepara varios bocadillos. “Con la situación que están viviendo, los inmigrantes nuestra obligación es ayudarlos”, añade.
El 16 de junio, el Comité convocó una multitudinaria manifestación encabezada por los refugiados que viven en el campo y apoyada por diversos partidos de izquierda en un ambiente con fuerte presencia policial. El sonido de la percusión y las consignas a favor de la libertad fueron los grandes protagonistas de la tarde. Una concentración encaminada a conseguir la liberación de los refugiados que se encuentran detenidos tras los sucesos en el Halle Pajol, la conservación de los alojamientos propuestos por el Ayuntamiento de París y la apertura de nuevos espacios donde los refugiados que continúan en la calle tengan un techo que les proteja hasta conseguir una situación más digna.
Cada tarde, y como viene siendo habitual desde el 11 de junio, cientos de personas se congregan alrededor del improvisado campamento levantado en los jardines d’Eole, al norte de París.
Las lonas de plástico de color azul y gris pueden verse a muchos metros de distancia; lonas que...
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Teresa Suárez
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