Editorial
El No de Grecia le conviene a España
6/07/2015
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El “no” de Grecia ha sonado con la rotundidad de un trueno. Tal vez ni el propio Tsipras esperaba una mayoría tan clara. Ni Bruselas ni Berlín pueden hacer oídos sordos a un referéndum que ha rechazado nítidamente las condiciones que la Troika exigía a los griegos para renovar el plan de rescate. La Unión Europea tiene alergia a la democracia directa (a veces parece que también a la democracia a secas) y hace cuatro años ni siquiera le dejó a Papandreu realizar un referéndum de idénticas características. Éste se plegó a Bruselas y selló su muerte política. Tsipras ha ganado el primer envite, pero esto solo le garantiza el derecho a volver al campo de batalla.
La democracia directa no es un buen método para hacer política económica porque ésta rara vez se define en términos binarios, pero excepcionalmente los gobiernos necesitan refrendar sus posiciones para mejor defenderlas ante terceras instancias cuando se producen situaciones de bloqueo. Se ha dicho que la decisión de Tsipras era una extorsión a los órganos comunitarios, al mismo tiempo que en Bruselas se ponía en cuestión que el gobierno de Syriza contara con el apoyo mayoritario de los ciudadanos griegos.
El veredicto del referéndum es incontestable después de una insólita campaña de injerencia en la soberanía griega por parte de políticos europeos (Rajoy incluido) que invitaron a votar por el “sí” para hacer caer al gobierno y sustituirlo por un gabinete técnico. A la estrategia del miedo contribuyó el BCE, que cerró el grifo del dinero a los bancos griegos con la subsiguiente implantación de un corralito bancario durante la semana previa al referéndum.
En cualquier caso la campaña ha servido para desmontar alguna leyenda urbana muy consolidada, tal que la incapacidad del Estado griego de recaudar impuestos. Según los datos de Eurostat correspondientes al último año, la presión fiscal en Grecia ascendió al 45,2% de su PIB frente al 37,8% en España.
Syriza consiguió el 35% de los votos en las elecciones de enero que le auparon al gobierno; seis meses después, el 61% de los griegos ha respaldado su estrategia de negociación con Bruselas, que básicamente se apoya en tres ejes: derecho a definir su propia estructura tributaria (impuestos y ajustes) dentro de unos objetivos negociables de consolidación fiscal; renegociación de la deuda con quitas en el capital y/o nuevos plazos vinculados al crecimiento de la economía, y puesta en marcha de un programa comunitario de inversión (el famoso plan Juncker que duerme en los cajones de la Comisión).
No va a ser fácil poner de acuerdo la democracia directa de los griegos (2% de la población de la UE) con la democracia representativa de los restantes 18 miembros de la eurozona. Pero hay muchas razones para que todos asuman que la ruptura es el peor escenario imaginable. El Grexit podría ser metabolizado hoy sin trastornos insuperables, pero el euro quedaría tocado de muerte ante futuras crisis y recesiones, que llegarán tarde o temprano.
Algunos políticos alemanes (y también Rajoy) han sostenido con desenfado que un triunfo del “no” debería suponer la salida de Grecia del euro. A su juicio ha llegado la hora de aplicar el castigo en virtud del riesgo moral (moral hazard) inherente al desafío griego. Por lo demás, la prima de riesgo de los bonos alemanes está a salvo de estos avatares hoy y en el futuro.
Pero con una deuda pública que roza el 100% de su PIB, España debería ser el primer interesado en disipar cualquier duda sobre la continuidad de todos los socios del euro. Si no por solidaridad con los ciudadanos griegos devastados por los programas de austeridad, Rajoy debería colocarse junto a Hollande y Renzi en el lado de los negociadores de buena voluntad, porque un cambio de las políticas de la Troika debería socorrer también a nuestro país y evitaría que un hipotético Grexit de hoy se traduzca mañana en un ataque masivo a la prima de riesgo española.
El “no” de Grecia ha sonado con la rotundidad de un trueno. Tal vez ni el propio Tsipras esperaba una mayoría tan clara. Ni Bruselas ni Berlín pueden hacer oídos sordos a un referéndum que ha rechazado nítidamente las condiciones que la Troika exigía a los griegos para renovar el plan de rescate. La Unión Europea...
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