Análisis
Las falacias sobre la devolución de la deuda pública
José Moisés Martín 3/07/2015
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Una de las cosas que más desesperan a los economistas es encontrar mensajes en personas relativamente formadas, y con influencia en la opinión pública, que hacen equivaler la economía de un país a la economía doméstica, como si las relaciones se tratasen de la misma manera. El efecto mediático es muy potente porque la opinión pública claramente identifica su propia situación con la del caso en cuestión, pero la simplificación suele ser tal que entra en el terreno de la pereza intelectual. Así, afirmaciones como “una familia no puede gastar más de lo que ingresa” refiriéndose al déficit público, o “el mejor dinero es el que está en el bolsillo de los ciudadanos”, podrán tener un impacto como slogan, pero empobrecen el debate económico y dificultan la comprensión de elementos complejos como son las cuentas públicas o, por seguir con los mismos ejemplos, la existencia de bienes públicos que no serían financiados nunca por “el dinero en el bolsillo de los ciudadanos”.
Dentro de esta misma lógica entra la retórica de “devolver la deuda”. “Uno no puede vivir siempre de prestado”, “endeudarse para seguir gastando”, frases hechas, que hemos oído mucho durante la crisis y que responden a experiencias cotidianas, como si la economía de un país se gestionase como una economía familiar. En el caso concreto de Grecia, y la actual crisis, la retórica de “devolver la deuda” es estúpida y primaria, fruto de o no entender o no querer entender el funcionamiento de la deuda pública. Intentaré demostrar mi punto de vista.
Grecia tiene, durante el 2015, vencimientos de deuda por valor de más de 25 mil millones de euros, aproximadamente un 15% de su Producto Interior Bruto. Los opinadores profesionales, y algunos malos economistas, insisten en que la perversa estrategia de Grecia es vivir de prestado y seguir pidiendo préstamos en vez de devolver los que debe.
Y efectivamente es así. Porque así es como funcionan las economías modernas. Poca gente cae en la cuenta de que España tiene en 2015 vencimientos de deuda por valor de 150.000 millones de euros, un 15% del PIB y alrededor de un 40% de los ingresos públicos totales. Es una cantidad considerable, que obviamente España no va a satisfacer sacando el dinero de los impuestos o recortando más en sanidad o en educación.
Lo que hace España –como cualquier otra economía moderna, insisto- es refinanciar esa deuda. España emite nuevos títulos que financian los pagos de los vencimientos anteriores. Así lo hace, así lo hará y así lo ha hecho en el pasado. Es decir, España –y Francia, y Alemania…- pide prestado para devolver el anterior préstamo. ¿Cómo se reduce la cuantía de deuda? Fundamentalmente a través del crecimiento económico. Si atendemos al primer gráfico, veremos como el valor absoluto de la deuda desde 1995 hasta 2013 no ha dejado de crecer: al principio muy poco, cuando llegó la crisis, muy rápidamente. Pero incluso en los mejores años de la bonanza económica, España no redujo la cuantía total de su deuda pública. Cuando llegaba un vencimiento, se emitían nuevos títulos y se refinanciaba el pago.
Sin embargo, si vemos la ratio deuda pública/PIB, el descenso es vertiginoso. Pero no se debió a que España “pagara sus deudas”, sino a que el crecimiento del PIB fue suficiente para reducir la ratio. Es un efecto denominador, al menos hasta 2008.
Así es como se reduce la deuda. España pudo hacer este proceso porque sus condiciones financieras le garantizaban el acceso a los mercados internacionales, esto es porque podía vender sus bonos a precios razonables en el mercado internacional de capitales.
El problema de Grecia no es que quiera o no quiera, pueda o no pueda devolver su deuda: España tampoco podría hacer frente a los vencimientos de 2015, como probablemente no podrían Alemania o Francia. El problema de Grecia es que su cifra total de deuda es tan abultada que los mercados internacionales no le prestan dinero a un precio razonable. Perdió el acceso a los mercados en 2010 y en 2012, y con la iniciativa PSI (Private Sector Involvement) –que también habría que matizar, ya que se ha identificado como una quita cuando fue un canje- casi toda su financiación exterior proviene del sector público. El grave problema de Grecia es que cuando se diseñaron el primer y el segundo programa, se pensaba que Grecia podría volver al mercado en relativamente poco tiempo, precisamente para refinanciar los créditos ofrecidos entre 2010 y 2015 –en el primer y segundo programa- y que debía devolver en los próximos años. Es decir, se trató el problema griego como un problema de liquidez –no tengo dinero hoy pero mañana me prestarán- y no de solvencia –ni lo tengo hoy ni lo tengo mañana.
Por eso Grecia necesita volver a pedir dinero prestado. Ese dinero no es para pagar sus nóminas ni para los pensionistas. Es para refinanciar sus vencimientos de deuda, a la espera de que un crecimiento económico a largo plazo permita que la cuantía deuda pública/PIB se vuelva los suficientemente asumible como para recuperar el acceso a los mercados. Y esto es precisamente lo que el FMI acaba de decir: sin apoyo durante más tiempo, Grecia no volverá a los mercados y no podrá financiar el pago de la deuda actual.
¿Cómo recuperará Grecia el acceso a los mercados? La posición oficial de la Eurozona es que Grecia debe realizar un esfuerzo fiscal equivalente a un ahorro “público” que genere un superávit primario de más de 3,5% del PIB en los próximos 15 años. Tarea titánica si tenemos en cuenta que en los últimos 20 años, ningún país de la Unión Europea se ha acercado ni siquiera a esa cifra. Sólo Finlandia fue capaz de tener 11 años de superávit primario superior al 3,5% (entre 1995 y 2005), y su superávit primario medio durante estos años ha sido del 2,4%. No es imposible, por supuesto, pero debemos dudar de la viabilidad de la propuesta. Como por cierto lo hicieron los miembros del comité ejecutivo del FMI que valoraron el primer rescate y cuyas discusiones fueron filtradas por el Wall Street Journal en los últimos meses.
La posición oficial de Grecia, ahora reforzada por el FMI, es que incluso haciendo ese esfuerzo, el ratio deuda/PIB no será lo suficientemente sostenible como para permitir a Grecia recuperar el acceso a los mercados si no se produce una quita y si no se alargan los plazos de vencimiento de la deuda. Grecia necesitará apoyo al menos durante otros quince años, porque necesitará refinanciar su deuda con financiación oficial. El problema es que mientras que en los mercados un país como España debe tratar con cientos –si no miles- de operadores anónimos, Grecia debe resolver sus problemas de financiación con diecinueve países que ven a su primer ministro y al gobierno como un elemento extraño al que hay que neutralizar lo antes posible.
Una de las cosas que más desesperan a los economistas es encontrar mensajes en personas relativamente formadas, y con influencia en la opinión pública, que hacen equivaler la economía de un país a la economía doméstica, como si las relaciones se tratasen de la misma manera. El efecto mediático es muy...
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