El otro día me enteré de otra de esas costumbres chinas que tanto nos gusta que nos impresionen. Parece ser que allí, cuando el personal va en coche y tiene la mala pata de atropellar a alguien, su primer impulso es volver a pasar por encima del perjudicado en cuestión. Y el segundo impulso es otra ronda de atropello. Y así hasta que lo mata bien muerto. Luego se va tranquilo porque, si le pillan, sólo tiene que pagar una sanción económica que no suele pasar de los 40.000 euros. Y contento, porque si hubiese dejado la cosa viva y tullida, tendría que haberse ocupado de su mantenimiento económico hasta que la muerte natural los separase.

Son raros los chinos o eso nos resultan a nosotros. Raras son sus costumbres, sus comidas y hasta su perverso sistema, esa dictadura comunista al servicio del capital. Raros pero tampoco creas que tanto porque no he venido a hablarte aquí de distopías orientales sino de las de aquí y lo del atropello mortal de necesidad no se diferencia mucho, en realidad, de la política de Rajoy y el resto de nacionalistas españoles para con Cataluña.

Por cierto, digo nacionalistas españoles y me refiero a todos ésos, de Rajoy a González pasando por la CEOE y los que pitan a Piqué, que tienen clarísimo lo que es España tanto para ellos como para todos los demás y por eso no consideran posible que alguien piense que puede ser de otra manera o se lo pregunte papeleta mediante. 

La verdad es que yo no tengo ni idea de lo que es España ni, mucho menos, Cataluña. No soy nada experto en identidades, naciones o patrias. Pero, como observador, el comportamiento de los de aquí abajo me parece bastante pintoresco. Los nacionalistas españoles aman España y lo último que quieren es que se rompa. Los nacionalistas españoles consideran que Cataluña es España y que los catalanes deben sentirse españoles y, luego, si eso, catalanes. Los nacionalistas españoles saben que si acaba pasando todo esto que está a punto de pasar allí arriba los catalanes se van a convertir en albaneses. A los nacionalistas españoles les parece una gilipollez lo de sentirse nacionalista de otra nación. Los nacionalistas españoles, a los que ha decidido liderar un jefe tan cuestionable como Mariano Rajoy, creen que los catalanes son unos tontacos por dejar que un líder tan cuestionable como Artur Mas se haya autoproclamado su guía. Y así todo.

Tengo un amigo (hola, Nacho) que últimamente no para de hablarme del efecto backfire, una teoría psicológica estudiada por Brendan Rayhem y Jason Reifler que dice que aquéllos que ridiculizan, aunque sea con argumentos racionales, los pensamientos de los otros sólo consiguen que éstos se metan más en su creencia. Vamos, que les sale el tiro por la culata, significado de backfire, y que por eso el debate no avanza y se convierte en pelea.

Algo así, aunque no sé si con argumentos muy racionales, están haciendo los nacionalistas españoles. Lo cual no deja de ser sorprendente, porque si tanto aman a España y a los españoles y si consideran que los catalanes lo son, deberían tratar de escucharlos y comprenderlos, de protegerlos y cuidarlos como se cuida lo que se quiere. Claro que hay amores que matan y Rajoy y los de la roja y gualda están en ese plan. O igual es que se han sacado el carnet de conducir en China y saben que la mejor solución para un atropello es la solución final.