Fondo de armario
Miedo en el cuerpo
Raúl Gay 16/09/2015
El fantasma de una pulga, de William Blake (1757-1827)
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(Relatos extraños y terroríficos)
Thomas Ligotti
Traducción de Marta Lila
Valdemar, 2012
¿Puede dar miedo un libro? Miedo de verdad, del que pone la piel de gallina y te hace mirar por la ventana. Ese miedo que te obliga a revisar que la puerta está bien cerrada y a encender la luz en la habitación deseando no encontrar un monstruo en ella. Yo creía que no, que era más fácil asustar en las películas, utilizando música y planos de cámara que engañen al espectador. Pero sí. Un libro puede dar miedo. Noctuario, de Thomas Ligotti, da miedo.
Este buen señor nació en Detroit hace ahora 62 años, el Washington Post dijo de él que “se trata del secreto mejor guardado de la literatura de terror contemporánea” y en España está editado por Valdemar, la editorial especializada en terror. Noctuario es el tercer libro que escribió, hace ahora dos décadas.
El propio Ligotti explica en su prólogo su concepción del terror. Aquí no hay vampiros, ni brujas, ni hombres lobo. Al menos, no en la forma a la que estamos acostumbrados. Todo en Noctuario es oscuro, difuso, viscoso. No hay una amenaza concreta: todo puede ser susceptible de ser un peligro. Tampoco hay una joven atractiva, acechada por monstruos. A lo sumo, ella será el monstruo.
Todo en Noctuario es oscuro, difuso, viscoso. No hay una amenaza concreta: todo puede ser susceptible de ser un peligro
Ligotti pone un ejemplo del tipo relato que practica:
Un hombre se despierta en medio de la oscuridad y alarga el brazo para coger las gafas de la mesilla. Alguien o algo coloca las gafas en su mano.
Lo extraño entra en lo cotidiano. De la oscuridad surge algo que nos paraliza. No sabemos qué es, no tiene forma ni podemos nombrarlo. Casi preferimos que nos quite la vida a seguir sintiendo su amenaza.
El volumen está dividido en tres partes. En la primera hay varios relatos bien estructurados, al estilo clásico. Un estudioso del horror busca algo llamado La Medusa y La Medusa acaba por encontrarle (cuando miras al abismo, el abismo te mira a ti). Un niño tiene sueños terribles y su madre trata de curarlo. La historia del viejo que cada año da dulces a los niños por Halloween es una de las más logradas.
Los personajes no tienen nombre, los lugares donde habitan son oscuros y fríos. Sobrevuela un fatalismo casi natural
La segunda contiene relatos más largos, divididos en muchos capítulos en los que se alternan múltiples voces. Más que causar terror, tratan de poner al lector en un estado de alerta para la última parte. La mejor. Los personajes no tienen nombre, los lugares donde habitan son oscuros y fríos. Sobrevuela un fatalismo casi natural.
El tono lo da la frase con la que se inicia uno de las historias: Se puede estar solo y, sin embargo, no estarlo. Son una veintena de relatos cortos, de apenas unas pocas páginas, en las que Ligotti envuelve al lector en una tela oscura. Algunos carecen de argumento, son estampas de horror, como un cuadro de Monet al oscuro, como describir El grito de Munch. Otras describen una situación para dejarnos helados en la última frase. La muerte suele ser el final.
Los títulos de estos relatos dejan clara su intención: Cuaderno de la noche, El horror sin fin, Lo desconocido. Aquí los personajes no tienen nombre, los lugares donde habitan son oscuros y fríos. Sobrevuela un fatalismo casi natural. Esperan lo peor y no huyen, lo abrazan. Recuerda al cuento de Cita en Samarra, salvo que aquí el esclavo decide sentarse para saludar a La Muerte.
Si se lee de noche, en silencio y con calma, saboreando la textura de las palabras, sintiendo cómo la oscuridad acecha también la propia casa, se logra disfrutar de Noctuario. También se abre la puerta al insomnio. El miedo, una vez que entra en el cuerpo, tarda en salir. Estáis avisados.
(Relatos extraños y terroríficos)
Thomas...
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Raúl Gay
Periodista. Ha trabajado en Aragón TV, ha escrito reseñas en Artes y Letras y ha sido coeditor del blog De retrones y hombres en eldiario.es. Sus amigos le decían que para ser feliz sólo necesitaba un libro, una tostada de Nutella y una cocacola. No se equivocaban.
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