“Nosotros también queremos ser bienvenidos”
Armand, Abdelkarim, Mariam, Nzuzi, Oumaro, Malik, Mohammed…. Cientos de potenciales refugiados esperan al pie de las vallas de Ceuta y Melilla o en las playas para llegar a la costa española
Helena Maleno Tánger , 19/09/2015
Menores en un taller de actividades de Médicos del Mundo, en Oujda.
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El padre y la hermana pequeña de Abdelkarim llegaron a Marruecos el pasado 4 de septiembre buscando su cuerpo. Ambos, refugiados somalíes en Inglaterra desde hace catorce años, cogieron el primer vuelo desde Londres después de confirmar que Abdelkarim viajaba en una patera que había naufragado a primeros de agosto en las inmediaciones de Ceuta.
“Mi padre no quiere saber qué le sucedió, le duele demasiado, quiere ver los cadáveres que están en el hospital y si Abdel está entre ellos pediremos que lo entierren bajo el rito musulmán y poder estar presentes, por eso hemos venido hasta aquí. Nunca habíamos salido de Inglaterra en todo este tiempo”, declara la hermana del fallecido.
Abdelkarim apenas llevaba un mes en Marruecos cuando encontró la muerte. Llegó al aeropuerto de Casablanca en tránsito para Europa, donde quería pedir asilo. Sus papeles, como los de muchos refugiados que huyen de sus países, no estaban en regla, y las autoridades marroquíes le requisaron el pasaporte y le dejaron abandonado en Casablanca.
Allí, otros compañeros le explicaron la posibilidad de pedir asilo en Ceuta, en una oficina habilitada para ello en la frontera española. Pero nunca pudo acceder a ella, y esto le obligó a tomar la decisión de intentar cruzar en una patera.
Los refugiados explican que para Abdelkarim y el resto, llegar a las oficinas de asilo en Ceuta y Melilla está supeditado al pago a los traficantes marroquíes, que se les acercan cada día, para ofrecerles arreglar el paso con la policía de Marruecos.
Aun así, incluso teniendo dinero, para ciudadanos procedentes de países subsaharianos es prácticamente imposible pedir asilo en las dependencias habilitadas para la tramitación del refugio en estas ciudades, por ello la inmensa mayoría de las demandas tramitadas son de ciudadanos sirios.
Dicen que somos negros y que la policía marroquí acepta que pasen los otros, pero no los negros porque España no quiere.
“Salí de Gao huyendo de la guerra, he intentado pagar la conexión que hacen los otros refugiados árabes para pedir asilo, pero los traficantes no han querido. Dicen que somos negros y que la policía marroquí acepta que pasen los otros, pero no los negros porque España no quiere. Así que estoy obligado a usar la valla, en realidad, tengo mucho miedo al agua”, declara Oumaro.
“Los precios han aumentado en los últimos tiempos y estamos cansados de pagar, llegamos a cifras que oscilan entre 2.500 y 3000 euros para poder acceder a la oficina de Melilla. Es vergonzoso pero no tenemos más remedio”, denuncia Malik, original de Alepo.
Estoy obligado a usar la valla, en realidad, tengo mucho miedo al agua
Víctimas de esta situación de bloqueo al derecho de asilo, el 2 de agosto Abdelkarim y sus compañeros hicieron una llamada de socorro a Salvamento marítimo. Horas después cuatro cadáveres aparecían en la playa de Bel Younech, colindante con la frontera ceutí de Benzú. Tres guineanos sobrevivieron a la tragedia y cuatro personas desaparecieron tragadas por el Mediterráneo.
Entre los muertos y desaparecidos, las nacionalidades de Somalia, Costa de Marfil y República Democrática de Congo, todos potenciales demandantes de asilo.
Los precios han aumentado en los últimos tiempos y estamos cansados de pagar, llegamos a cifras que oscilan entre 2.500 y 3000 euros para poder acceder a la oficina de Melilla
El padre de Abdelkarim no tuvo suerte en su búsqueda y entre los cuatro cuerpos que fueron llevados a la morgue del hospital de Tetuán no se encontraba su hijo. “Volvemos inmediatamente a Inglaterra, solo queríamos saber si nuestro hermano estaba entre los cuerpos. Saber que el mar se lo ha podido llevar deja abierta la herida de su muerte para siempre”, dice la hermana del desaparecido.
Entre los compañeros de este refugiado somalí también se encontraba Nzuzi, de Congo. Él llegó una vez a territorio español, en concreto a las islas Chafarinas. En ese momento el gobierno de Melilla negó que Nzuzi hubiese pedido asilo, y ordenó su devolución y la del resto de sus compañeros a Marruecos.
La denuncia contra el Gobierno español por esta devolución de demandantes de asilo sigue en curso en los tribunales, pero para Nzuzi es demasiado tarde, ha sido reconocido por sus amigos entre los cadáveres y será enterrado, gracias a la solidaridad de la comunidad congoleña, en la ciudad de Rabat.
Saber que el mar se lo ha podido llevar deja abierta la herida de su muerte para siempre”, dice la hermana del desaparecido.
“Sí que pedimos asilo, el Gobierno español no dijo la verdad, Nzuzi estaba además enfermo, había sufrido torturas en Congo y su salud no era muy buena, nos devolvieron después de llevarnos a un grupo hasta Melilla. Pasamos horas en el agua porque los marroquíes no querían aceptar recogernos de nuevo. Estoy en shock por su muerte, de nuestro grupo de Chafarinas solo quedamos dos en Marruecos, el resto han pasado por sus propios medios, y han pedido protección. Espero que Dios le acoja en su seno, no hago más que pensar si ese día le hubiesen escuchado cuando pedía asilo, hoy no estaría muerto”, explica S. S.
De República Democrática de Congo es también Mariam (nombre ficticio). Tiene once años. Es una de esas niñas que huyeron de la guerra muy pequeñas, acompañadas de otros adultos. “No sé, ella siempre me dijo que era mi madre, pero yo no recuerdo nada de Congo, sólo a partir de Camerún, donde pasamos unos años antes de venir aquí. Pero cuando me maltrataba otros me decían que no era verdaderamente mi madre”, explica Mariam.
A su corta edad estuvo embarazada, resultado de la violencia del tránsito migratorio, aunque la intervención de organizaciones de derechos humanos consiguió la interrupción del embarazo, puesto que la vida de Mariam estaba en riesgo debido a su corta edad. Esta niña no es solo una potencial refugiada por haber huido de la guerra, sino también por haber sido víctima de trata con fines de explotación sexual.
El número de niños, niñas y adolescentes refugiados presentes en Marruecos ha aumentado en los últimos años, empujados por los conflictos, pero también por la violencia de género, la trata, y otras formas de persecución que afectan de manera más cruenta a colectivos vulnerables como la infancia.
“Nunca había visto tantos menores en el bosque, es terrible, muchos de ellos están solos. Eso ha aumentado la violencia sexual, los secuestros, estos niños necesitan que se les proteja"
“Nunca había visto tantos menores en el bosque, es terrible, muchos de ellos están solos. Eso ha aumentado la violencia sexual, los secuestros, estos niños necesitan que se les proteja, estamos hablando de menores de hasta nueve años, y aunque desde las comunidades migrantes intentamos acompañarles no tenemos la capacidad para ello. Necesitan la implicación de instituciones. Tenemos niños que han desaparecido y no somos capaces de encontrarles”, declara un líder comunitario de los bosques próximos a Ceuta.
Organizaciones de refugiados explican que las garantías que el estatuto ofrece en Marruecos son limitadas. El Gobierno del país anunció una reforma de la Ley de Asilo que permitiese un respeto más amplio de los derechos de estas personas, pero eso aún no se ha materializado. Ante esta situación de falta de protección integral y para los casos más vulnerables, existen procesos de reinstalación que Acnur Marruecos ofrece en terceros países, aunque los refugiados denuncian que son lentos y escasos. Llama la atención que España, a pesar de la proximidad, acepta difícilmente reinstalaciones de refugiados procedentes de territorio marroquí.
“Soy homosexual y camerunés. Eso significa que mi vida está en peligro, no sólo porque el Gobierno camerunés puede meterme en la cárcel, también porque mi propia sociedad y familia podrían llegar a asesinarme"
“Soy homosexual y camerunés. Eso significa que mi vida está en peligro, no sólo porque el Gobierno camerunés puede meterme en la cárcel, también porque mi propia sociedad y familia podrían llegar a asesinarme. También en el tránsito migratorio soy denostado y despreciado por mis compañeros debido a mi condición sexual. Además, estoy en un país donde la homosexualidad está penada con cárcel. He estado tres veces al otro lado de la valla en Melilla, y he pedido asilo. Lo que encontré fueron golpes por parte de la guardia, y fui devuelto a Marruecos. Ahora pienso en llegar en una patera hasta Almería o, tal vez, arriesgarme e intentar coger la ruta de Libia, estoy desesperado”, denuncia Armand.
Armand, Abdelkarim, Mariam, Nzuzi, Oumaro, Malik, Mohammed, representan al más del 60% de potenciales refugiados que esperan al pie de las vallas de Ceuta y Melilla, o en las playas para llegar a Almería, Motril, Canarias y Tarifa.
“Nosotros también queremos ser bienvenidos, y esperamos que la imagen que se ha dado de nosotros como personas violentas, por ejemplo, cuando murieron estos compañeros en Tarajal, cambie de verdad en la ciudadanía europea”, pide Armand.
El padre y la hermana pequeña de Abdelkarim llegaron a Marruecos el pasado 4 de septiembre buscando su cuerpo. Ambos, refugiados somalíes en Inglaterra desde hace catorce años, cogieron el primer vuelo desde Londres después de confirmar que Abdelkarim viajaba en una patera que había naufragado a...
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Helena Maleno
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