En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Martin Shkreli es un muchacho de 32 años. Bastante normal. Al chico le gustan los gatos y le gusta la música. La música posthardcore y emocore, esa que viene del punk pero que va con más lentitud, intensidad y sentimiento. Le gusta tanto que parece que ha invertido pasta en uno de los sellos del ramo. La pasta es lo que le trae a estas líneas, no la música.
Y la pasta la tiene porque se ha ganado la vida en un trabajo normal. Como gestor de hedge funds o fondos de cobertura, otra cosa muy corriente que, básicamente, consiste en jugar con acciones. Se ceden títulos a terceros, se vende alto algo que se sabe que caerá para luego recomprarlo, se usan derivados a futuro, se vende al descubierto, se hacen cosas muy complicadas y muy opacas porque la regulación, especial y escasa, así lo permite. Muy normal.
Martin hizo carrera en ese mundo y ahora se ha montado su propia compañía, llamada Turing Pharmaceuticals, que, en principio, se dedica a las drogas legales pero que en realidad sigue un poco el espíritu de sus trabajos anteriores. Por eso se ha hecho famosete Martin. Porque su empresa ha salido a titulares tras adquirir los derechos de Daraprim, una solución química que combate el debilitamiento del sistema inmunológico. El fármaco, que es más viejo que la tos (62 añitos) y que combate la toxoplamosis, es esencial para los portadores de VIH y, hasta la aparición de este chico, costaba sólo 13,5$.
El precio ha cambiado tras la compra. Inmediatamente. Ha subido a 750$, un 5.000% de nada. Lo habitual. Por eso, porque en el juego de los mercados libres estos cambios de precio son normales, es raro que se hayan quejado sociedades médicas y hasta Hillary Clinton. Por eso, porque es rara la queja, las bolsas han reaccionado mal, a la baja como protesta por una amenaza de regulación que suena a agárrame que lo mato.
Porque lo normal es que nunca pase nada. Recuerda, también íbamos a cambiar el modelo cuando lo de las subprime y nada de nada. Al rato vinieron los títulos recortados y revendidos de seguros de vida y fijo que ni te acuerdas. Eso por poner sólo un ejemplo de lo de siempre y no hacértelo muy largo. Porque total da igual. Porque hemos asumido como normal que el mercado, una cosa que no entendemos los que no tenemos un máster en matemáticas, controle el cotarro. Y como no lo entendemos y no nos lo quieren o saben explicar muy bien, tenemos la certeza no sólo de que es normal, sino de que está bien. No lo discutimos porque es la verdad.
Por eso me viene al pelo que no tengo una frase de Emmanuel Carrère que me acabo de encontrar en El reino y que usa para definirse como agnóstico: “Un hombre que piensa que lo contrario de la verdad no es la mentira sino la certeza”. Yo ni siquiera tengo la certeza, como Carrère, de ser agnóstico. Yo ya no sé qué es lo normal o qué es lo cierto. Lo único que tengo claro es que aún rebota en mi cabeza algo que me dijo una amiga que lo sabe todo de psiquiatría: “¿Sabes que la certeza inquebrantable es el signo por antonomasia de la psicosis?”.
Aquí te lo dejo.
Martin Shkreli es un muchacho de 32 años. Bastante normal. Al chico le gustan los gatos y le gusta la música. La música posthardcore y emocore, esa que viene del punk pero que va con más lentitud, intensidad y sentimiento. Le gusta tanto que parece que
Autor >
Pedro Bravo
Pedro Bravo es periodista. Ha publicado el ensayo 'Biciosos' (Debate, 2014), sobre la ciudad y la bicicleta, y la novela 'La opción B' (Temas de Hoy, 2012). En esta sección escribe cartas a nuestro director desde un lugar distópico que a veces se parece mucho a éste.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí