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Fatalidad, mala suerte, adversidad, infortunio… Hay múltiples sinónimos para encasillar algunos hechos o fenómenos que desafían nuestra lógica y a los que resulta imposible encontrarles una explicación satisfactoria. Hace poco me contaron una historia trágica: el hijo de un conocido se salvó de morir en unas riadas en las que quedó atrapado dentro de su coche para acabar falleciendo dos semanas más tarde ahogado en la bañera con menos de un palmo de agua. ¿Existe una explicación racional para una broma del destino tan cruel?
Ayer abrí el periódico y leí que un autobús se empotró en Londres contra el restaurante que montó una superviviente del tsunami y cuyo marido e hijo fallecieron bajo aquella ola. La mujer vivía exactamente encima del local destrozado por el vehículo. ¿Significa quizás que la muerte la persigue y no parará hasta encontrarla?
En España y Cataluña, al despertar, los dinosaurios seguían allí. Amanecemos tras las elecciones catalanas mirando de frente dos rostros que nos persiguen testarudos como si se tratara de una película de terror de serie B: Mariano Rajoy y Artur Mas. Ambos ganaron su presidencia en unas urnas. Pero ambos perdieron hace ya años todos los papeles para seguir en sus puestos de mando. Pese a ello Mas podría volver a ser presidente de la Generalitat por tercera vez y Mariano tiene intención de presentarse nuevamente a las generales. ¿Debemos hablar de infortunio, de adversidad, de mal de ojo?
A Rajoy le han embestido desde todos los ángulos posibles los tsunamis de la corrupción de su partido. Optó por refugiarse en un plasma para no tener que hablar ni de eso ni de los efectos del austericidio y, ya que estaba cómodo, se atrincheró allí para evitar hablar con su homólogo catalán del tema independentista. Así ayudó a alimentar la fiebre secesionista de Mas, un personaje clave para entender por qué Cataluña está sumida en una crisis aún más intensa que la que vive España y que también navega entre océanos de corrupción pero que vio en el juego independentista un quiebro perfecto para que se dejara de hablar ‘de lo suyo’.
Total, que ahora Mas quiere volver a ser presidente y Rajoy también.
En el caso catalán ya veremos si quienes prometieron no apoyarle en su sueño húmedo –liderar el proceso independentista catalán-- cumplirán su palabra. Sería un gran paso: significaría que la política no es como la fatalidad, no nos aboca a lo inevitable sino que también se construye con gente capaz de pronunciar palabras cuyo sentido es real.
En cuanto a España, ahí están nuestras elecciones, a la vuelta de la esquina, y el hombre del plasma aspira a seguir gobernando desde él cuatro años más. La decencia es un concepto que desafía a la lógica del PP así que nos proponen continuar con esta broma pesada llamada Mariano. Si yo fuera del PP le habría exigido a mi partido regenerarse un poco, aunque fuera sólo un cambio cosmético. No entiendo cómo puedes volver a presentar como candidato a un señor que además de haber hundido tu país, se le acusa de cobrar en sobres B y cuyos ministros también están salpicados por graves escándalos. Por eso no puedo evitar pensar que aunque en la política todas las decisiones se toman supuestamente con la cabeza y a través de las urnas, a veces el ciudadano común siente que todo es producto de la fatalidad. Al menos así me siento yo últimamente al despertar cada mañana.
Fatalidad, mala suerte, adversidad, infortunio… Hay múltiples sinónimos para encasillar algunos hechos o fenómenos que desafían nuestra lógica y a los que resulta imposible encontrarles una explicación satisfactoria. Hace poco me contaron una historia trágica: el hijo de un conocido se salvó de morir...
Autor >
Barbara Celis
Vive en Roma, donde trabaja como consultora en comunicación. Ha sido corresponsal freelance en Nueva York, Londres y Taipei para Ctxt, El Pais, El Confidencial y otros. Es directora del documental Surviving Amina. Ha recibido cuatro premios de periodismo.Su pasión es la cultura, su nueva batalla el cambio climático..
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